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viernes, 5 de julio de 2013

Origen y misión del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios - ICOMOS

El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios surgió como un cuerpo colegiado, brazo coordinador del esfuerzo internacional para preservar y valorizar el patrimonio de la humanidad. Se crea como un organismo Clase A, asesor de la Unesco, cuyos orígenes se remontan a 1964, en el marco de la Asamblea General del II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos.

Ya desde la Conferencia de Atenas para la Restauración de Edificaciones Históricas (1931) a través de su documento conclusivo, la Carta de Atenas para la restauración de monumentos históricos (Carta del Restauro), así como desde la Cuarta Asamblea del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (1933), mediante la Carta de Atenas para el urbanismo publicada en 1942 por Le Corbusier, acciones que representaron un gran paso en la evolución de las ideas a favor de la conservación, se comenzaba a gestar conciencia sobre la necesidad de reunir a los especialistas de la disciplina de la restauración a nivel mundial, introduciendo por primera vez en la historia el concepto de la herencia cultural internacional y de los centros históricos.

En 1957 se reunió en París el Primer Congreso de Arquitectos y Especialistas de Edificios Históricos, ante la necesidad de encauzar las intervenciones frente a la profusa actividad restauradora que se produjo tras la Segunda Guerra Mundial, orientada más por motivos nostálgicos y culturales que por los criterios científicos por los que se abogaba en la Carta de Atenas. Entre las conclusiones de este congreso se fijaba la necesidad de crear una organización central con autoridad para la protección de edificios históricos, en el nombre de UNESCO, conformada inicialmente por todos los estados miembros de UNESCO en unión con el Centro Internacional para el Estudio de la Preservación y Restauración de Bienes Culturales (ICCROM) con sede en Roma.

El Segundo Congreso de Arquitectos y Especialistas de Edificios Históricos se congregó en Venecia, en 1964 adoptando trece resoluciones. La primera concerniente a la promulgación de la Carta internacional sobre la conservación y la restauración de los monumentos y sitios, mejor conocida como Carta de Venecia, y la segunda, la creación del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, propuesta por la Unesco como una entidad de expertos en materia de conservación y restauración de bienes construidos para la difusión e implementación de sus postulados. Los firmantes de la Carta de Venecia fueron parte de los miembros fundadores de ICOMOS.

Este documento guía para las actuaciones sobre el patrimonio edificado se convirtió en un texto doctrinario trascendental para la disciplina de la conservación y restauración, adoptando una posición “racional y moderna” equilibrando las visiones enfrentadas derivadas del Romanticismo del siglo XIX entre la restauración en estilo impulsada por Viollet Le Duc o la conservación a ultranza defendida por John Ruskin, incorporando posteriores aportes derivados de la Restauración Histórica de Camilo Boito y de la Restauración Científica de Gustavo Giovannoni, entre otros.

En la Carta de Venecia se instrumentaron conceptos, bajo la óptica del racionalismo moderno, para responder y controlar aspectos como la adecuación de uso y función, el contexto donde se enmarca la obra, el equilibrio entre las técnicas de intervención y los materiales tradicionales y modernos, la metodología de actuación y la diferenciación entre lo nuevo y lo preexistente. Sin embargo, algunos de estos preceptos como este último, tomados como dogmas en algunos casos, sirvieron para justificar la inserción de anexos y componentes a las edificaciones de valor patrimonial, en busca de su conservación y adecuación, trayendo como consecuencia a la larga, su desfiguración en unos casos, o su afectación conservativa en otros, por la incompatibilidad físicoquímica entre los materiales tradicionales e industriales.

Con el devenir de los años y la revisión crítica desarrollada por la postmodernidad, aún manteniendo vigencia la Carta de Venecia, se dio la necesidad de generar nuevos documentos que partiendo de aquella, afinaran sus postulados y ampliaran sus perspectivas de actuación ante determinado tipo de bienes culturales, o temas específicos.

Es así como en el ámbito de ICOMOS nacieron producto de la participación mancomunada de sus miembros, mediante el aporte de los diferentes comités nacionales y los comités científicos, instrumentos como la Carta del Turismo Cultural (1976), abocada al control del impacto de la actividad turística sobre el patrimonio cultural; la Carta de Florencia (1981), dirigida a la preservación de los jardines históricos; la Carta de Toledo, también llamada de Washington o Carta Internacional para la conservación de las Ciudades Históricas (1986-1987) para complementar los principios expuestos en la Carta de Venecia en torno a la protección y conservación de los centros históricos; la Carta para la protección y Defensa del Patrimonio Arqueológico (1990), para proteger los bienes de carácter arqueológico como testimonio fundamental para el conocimiento y comprensión de los orígenes y evolución de las sociedades humanas; la Carta de Nara (1994) para definir los matices, límites y relatividad de la autenticidad en función de la diversidad cultural y la Carta Internacional para la protección y gestión del Patrimonio Cultural subacuático (1996), abocada a la protección de los bienes arqueológicos sumergidos.

Con la llegada del nuevo milenio se plantearon nuevos retos y demandas ante la conservación de los bienes culturales. La incorporación de otros temas y variables, como el papel de los ingredientes intangibles, simbólicos y las manifestaciones culturales asociadas al hecho construido, han ido forjando un panorama cada vez más complejo en los procesos de reconocimiento, diagnosis e intervención sobre el patrimonio construido y con ello la necesidad de actualización de los documentos doctrinales. Como consecuencia de ello, surgieron iniciativas para la revisión de la Carta de Venecia, y la promulgación de nuevas cartas temáticas en respuesta al carácter holístico que la conservación del patrimonio cultural implica en estos tiempos.

Así se generaron la revisión y actualización de la Carta de Burra para sitios de significación cultural (1999), adoptada inicialmente en Burra, Australia del Sur en 1981, y la Carta de Ename (2008), para la Interpretación de lugares pertenecientes al patrimonio cultural aprobada en la XVI Asamblea General de ICOMOS celebrada en Québec. Esta última establece que no basta conservar el patrimonio, sino también hacer comprensible al gran público su razón de ser, para lo cual debe recurrirse a todos los medios posibles de orden técnico para hacer posible dicha interpretación.

Como parte de su misión el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios tiene entre sus objetivos:
• Reunir a los especialistas de la conservación a nivel mundial y actuar como un foro para el diálogo e intercambio entre profesionales del área.
• Recopilar, evaluar y difundir información sobre los principios, técnicas y prestar vigilancia sobre el patrimonio edificado.
• Cooperar con las autoridades nacionales e internacionales en el establecimiento de centros especializados
en la conservación.
• Trabajar en la adopción e implementación de convenciones internacionales para la conservación y manejo
del patrimonio construido.
• Participar en la organización de programas de manejo para la conservación mediante especialistas a escala
mundial.
• Promover la incorporación de expertos de alta calificación profesional al servicio de la comunidad internacional en materia de conservación.

Entre las iniciativas desarrolladas por ICOMOS a nivel mundial destacan la creación y promoción de comités nacionales, la creación de textos doctrinales que amplíen y especialicen la aplicación de la Carta de Venecia, definir técnicas adecuadas para el manejo y conservación de los bienes culturales, desarrollar programas de cooperación involucrando la participación de comités nacionales e internacionales, consolidar el Centro de Documentación Internacional de ICOMOS, asentado en París y producir archivos documentales vinculados al patrimonio construido, participar en el desarrollo de misiones de expertos ante el requerimiento de aquellas instituciones que soliciten su intervención, actuar como consultor de UNESCO ante los bienes culturales a ser incluidos en la Lista de Patrimonio Mundial y en el reporte del estado de conservación de los sitios inscritos, promover el conocimiento entre los especialistas mediante textos y publicaciones y despertar el interés público por la conservación mediante la difusión a través de encuentros y medios de comunicación, así como la celebración del Día Internacional de Monumentos y Sitios, el 18 de abril de cada año.

Por su parte, el Comité Venezolano de ICOMOS se instituyó en 1981. Desde esa fecha, a través de sus diferentes gestiones y miembros ha desarrollado una labor sigilosa, poco conocida, tratando de sembrar conciencia y de señalar las fortalezas y debilidades ante diferentes problemáticas vinculadas al patrimonio cultural edificado. Entre las labores desarrolladas institucionalmente y a través de la acción de sus miembros ha contribuido internacionalmente en la revisión y aporte a la elaboración de algunos documentos doctrinales
como el de autenticidad; ha participado activamente como consultor en la revisión de los expedientes de postulación de los sitios de Coro y su Puerto La Vela, así como la Ciudad Universitaria de Caracas, o prestado diferentes asesorías como las desarrolladas sobre los casos del cerramiento de la Casona Anauco Arriba; el proceso de emergencia del Centro Histórico de La Guaira ante el deslave de 1999, o la iniciativa para evitar la demolición del Hotel Ávila para su conversión en un hotel de cinco estrellas. En este caso concreto el Comité Venezolano desarrolló el estudio históricoarquitectónico y de valoración, Hotel Ávila Conservar o no conservar, que nos compromete a conservar, el cual permitió convencer a autoridades y propietarios de los valores para su preservación.

Son muchos los retos por realizar en materia de conservación y restauración del patrimonio edificado. ICOMOS es una institución consultora para la asesoría técnica y orientación en esa dirección, asentando y clarificando principios y procedimientos de acuerdo a los postulados e instrumentos que están en constante revisión en función de la evolución de la ciencia y paradigmas socio-culturales que envuelven a la humanidad. En este sentido podemos citar una reflexión que el arquitecto catalán Antoni González Moreno-Navarro planteaba a fines del siglo XX, sobre la disciplina de la restauración a las puertas del nuevo milenio, y que siguen teniendo vigencia: “Acabaremos el siglo XX convencidos de que la actuación en la arquitectura histórica ya no podrá basarse en teorías que marginen el componente arquitectónico; pero tampoco podrá aceptarse ya nunca más el olvido del valor documental del monumento. Iniciaremos un nuevo milenio planteando, por tanto, una disciplina globalizadora, científica y creativa al mismo tiempo (más científica, pero menos dogmática; más creativa, pero menos veleidosa). Una disciplina, que considere conjuntamente los valores informativos, conmemorativos, formales, de significación y de uso del monumento; que plantee las actuaciones con realismo después del análisis objetivo y pragmático de los recursos y de los problemas ciertos de edificios y conjuntos; que atienda las legítimas expectativas de los usuarios y que se desarrolle en un marco de colaboración interprofesional y de diálogo entre todos quienes intervienen en el proceso (promotores, propietarios, destinatarios, profesionales, técnicos y científicos)…”

Artículo publicado en Revista Entre Rayas No. 87, Enero-Febrero 2011