18 DE ABRIL, DIA INTERNACIONAL DE LOS MONUMENTOS Y SITIOS - 2011:
VENEZUELA Y SU PATRIMONIO ASOCIADO AL AGUA
Vivienda palafítica en la Laguna de Sinamaica. Estado Zulia.
Fotografía: Soraya Nweihed
El Día Internacional de los Monumentos y Sitios se celebra desde 1983. Su origen se remonta al 18 de abril de 1982, cuando la reunión de la directiva del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios – ICOMOS, coincidió en Hammamet con el Coloquio organizado por el Comité Nacional de ICOMOS de Túnez. En esta ocasión se decidió instituir el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, con la idea de celebrarlo cada año simultáneamente en todo el mundo como una oportunidad para despertar la conciencia del público sobre la diversidad del patrimonio mundial y los esfuerzos que se requieren para su protección y conservación, así como para hacer un llamado de atención hacia su vulnerabilidad. Esta propuesta fue planteada por el Comité Ejecutivo de ICOMOS a la UNESCO y aprobada por la Conferencia General de este organismo en su 22ª Sesión, en noviembre de 1983.
Desde entonces, el ICOMOS sugiere un tema anual para analizar y desarrollar por parte de los comités y sus miembros esta fecha, favoreciendo la realización de actividades como conferencias, coloquios y otros eventos, con el fin de propagar y enriquecer el conocimiento sobre el patrimonio cultural entre los propietarios, los entes públicos y privados, involucrados en la materia, así como en el público en general, relacionando de esta manera un tema global con las realidades nacionales y/o locales.
Este año el tema versará sobre el patrimonio del agua. Venezuela tiene un amplio y diverso registro de bienes naturales y culturales, producto de su biodiversidad, heterogeneidad paisajística y climática, además de diversidad cultural por su localización geográfica al Norte de América del Sur, sincretizando en su territorio el encuentro del Caribe, los Andes y la Reserva Amazónica. Esta condición que derivó en una diversa y amplia gama de variantes naturales y culturales a través de los siglos, desde sus primeras manifestaciones habitables, han estado vinculadas al agua, desde las culturas nómadas de cazadores y pescadores, hasta las sedentarias que fueron optando por emplazamientos próximos a fuentes hídricas marítimas, lacustres o fluviales, de las cuales obtenían el agua y el alimento para satisfacer la sed y el hambre y más tarde la energía para movilizar los procesos industriales.
El agua y los orígenes de nuestro territorio, escenario natural
Venezuela está enclavada en la cuenca del Río Orinoco, el tercer río más grande del mundo después del Amazonas en Brasil y el río Congo en África, siendo tributarios de él la mayoría de los ríos del país. Esta cuenca sintetiza las tres grandes formas de relieve que existen en la naturaleza: macizos antiguos y escudos por un lado, cordilleras de levantamiento reciente del periodo Terciario, y depresiones tectónicas y cuencas o llanuras de acumulación sedimentaria en tercer lugar. Cada una de estas formas del relieve tiene características propias, pero también semejanzas con otras regiones naturales similares de otras partes del mundo. Parte de esta cuenca la constituye el Parque Nacional Canaima, declarado en 1994 Patrimonio Natural de la Humanidad por los criterios VII, VIII, IX y X establecidos por la Convención de Patrimonio Mundial:
“VII Por contener excepcionales fenómenos naturales o áreas de excepcional belleza natural e importancia estética.
VIII Ser ejemplos destacados representativos de las principales etapas de la historia de la tierra, incluyendo registros de la vida, significativos procesos geológicos en curso en el desarrollo de los accidentes geográficos o características geomórficas o fisiográficas significativas.
IX Ser ejemplos destacados que representan importantes procesos ecológicos y biológicos en marcha en la evolución y desarrollo de ecosistemas terrestres, de agua dulce, costeros y marinos, así como de comunidades de plantas y animales.
X Por contener hábitats naturales importantes y significativos para la conservación in situ de la diversidad biológica, incluyendo especies amenazadas de desaparición de valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia o de la conservación.” [1]
Por tanto, para Venezuela, el agua es un recurso de significativo arraigo a su geografía e indiscutible patrimonio natural vinculado a sus paisajes y clima. Desde los ecosistemas marinos, asociados al Mar Caribe, los ecosistemas costeros al Norte y Nororiente del territorio, los ecosistemas de montaña, páramo y selva tropical en las Cordilleras de Los Andes, de la Costa y el Macizo Guayanés, hasta los ecosistemas de sabana en la región de los Llanos, en todos está la presencia del agua de una u otra forma. El país tiene una de las reservas hídricas más importantes del planeta.
El agua y los primigenios habitantes del territorio de Venezuela
Desde el punto de vista cultural, los primeros habitantes de los territorios que hoy conforman nuestro país establecieron una relación simbiótica con el agua, la cual les permitió explorar y penetrar el vasto territorio, hasta asentase en los lugares que ofrecían los recursos más idóneos para la subsistencia, teniendo igualmente el agua como aliado.
Tanto las etnias de origen Arawac o Arahuacos que dominaban el área Sur y Noroccidente del país, en los estados Yaracuy, Falcón, Zulia, Lara, Apure, Barinas y parte de Amazonas de los cuales descienden los Añu y los Wayúu o Guajiros en Zulia, los Caquetíos, los Jiraharas, los Ayamanes o Guayamanes y los Ajaguas o Achaguas en Falcón, Yaracuy y Lara; como la familia de los Caribes que dominaron el sector oriental y suroriental del país, en los estados Miranda, Anzoátegui, Sucre, Nueva Esparta, Monagas y Bolívar de los cuales derivan los Pemón, Mapoyo, Yekuanas o Maquiritari, Tamanaku,Cariña, Chaima, Cumanagoto y Japreria, todos fueron grupos que desarrollaron su hábitat en torno a fuentes hídricas tanto fluviales, teniendo en el Río Orinoco y sus afluentes uno de los principales asideros para su arraigo, como del mar Caribe al cual los últimos le dieron nombre. A pesar de las diferencias culturales particulares, entre los primeros de carácter pacífico, y los segundos de tendencia guerrera, ambas familias étnicas dominaron el arte de la navegación lo cual les permitió extenderse por el continente, a través del Caribe hacia el Norte hasta llegar al Sur de la Florida y las Antillas.
Mención especial debemos hacer de dos etnias indisolublemente arraigadas al agua, todavía presentes en su medio natural: Los Warao, localizados en Delta Amacuro en la desembocadura del Río Orinoco y Los Añu en Zulia, en la costa Oeste del Lago de Maracaibo.
El gentilicio de los Waraos se traduce como "habitantes del agua", de waha (ribera baja, zona anegadiza) y arao (gente, habitantes), o también "hombres de las embarcaciones”, de "wa" (canoa) y "arao" (gente). Los waraos forman el grupo humano más antiguo de Venezuela, estimándose su presencia en su hábitat ancestral, el Delta del Orinoco, desde hace unos 8.000 ó 9.000 años. Forman una sociedad pacífica de pescadores y horticultores incipientes, trashumantes, que habitan el difícil medio acuático del laberinto de caños del estuario del río, del cual extraen los recursos para su subsistencia y en el que se mantienen gracias al profundo conocimiento del lugar. [2]
Por su lado los Añu, denominados por la etnia vecina de los Wayuu con el gentilicio de paraujanos, significa Gente de agua o Gente del mar y Paraujano, habitante de la costa del mar, así que se identifican como “gente de la costa de mar”. [3] La relación de los Añu con el agua, de la cual vienen y a la cual vuelven al fallecer, explica el porqué su hábitat se desarrolla y construye mediante el singular tipo de la vivienda palafítica, edificada sobre el agua a unos dos metros de ella, mediante estacas o pilotes hincados de madera de mangle y esteras de enea o cortezas.
“Por el cuerpo de Warushar estamos aquí, si Warushar no nos hubiera dado cuerpo no estuviéramos en aquí, nosotros estuviéramos perdidos, no estuviéramos en el mundo… El cuerpo vive del agua, yo vivo en el agua con la arena, el cuerpo es de agua y arena, de ella y de nosotros también. Por eso dicen que el cuerpo es Warushar… Warushar está enferma, si Warushar muere, nosotros moriremos con ella.” [4]
El origen del nombre de nuestro país está ligado directamente al agua y a la cultura Añu, aun cuando hay dos hipótesis opuestas o divergentes que tratan de explicar la toponimia de Venezuela. Tanto la versión euro-céntrica que atribuye el origen del término a la imagen relacionada con la ciudad italiana de Venecia, por parte del navegante florentino Américo Vespucio que avistó junto con Alonso de Ojeda y Juan de La Cosa en agosto de 1499, los palafitos al penetrar en las aguas del Golfo de Venezuela en el Estado Zulia, como la versión endógena que atribuye el término de Venezuela al vocablo indígena Veneçiuela que se le daba a un lugar o conjunto de casas aborígenes asentadas sobre el agua en este mismo sitio, ambas vinculan el nombre al binomio de lo construido sobre el agua:
"y al cabo dela cerca de la tierra está una peña grande que es llana encima della. Y encima de ella está un lugar o casas de indios que se llama Veneçiuela..." [5]
En ambas versiones los escritores dicen que el nombre del poblado indígena es Veneçiuela, dato que se refuerza con el dato aportado por Antonio Vázquez de Espinosa, sacerdote español que viajó por el continente Americano en el último tercio del siglo XVI, y expresó en su "Compendio y descripción de las Indias Occidentales", fechado en 1629 lo siguiente:
"Venezuela en la lengua natural de aquella tierra quiere decir Agua grande, por la gran laguna de Maracaibo que tiene en su distrito, como quien dice, la Provincia de la grande laguna..." [6]
El agua en la conquista y colonización
La relación con el agua que reconocieron los primeros habitantes de nuestro territorio continuó en el periodo Colonial, ya que dentro del proceso de conquista y colonización, y de acuerdo a las Leyes de Indias las ciudades debían fundarse próximas a las fuentes de agua:
"En la costa del mar sea el sitio levantado, sano y fuerte, teniendo consideración al abrigo, fondo y defensa del Puerto, y si fuere posible no tenga el Mar al Mediodía, ni Poniente: y en estas, y las demás poblaciones la tierra adentro, elijan el sitio de los que estuvieren vacantes, y por disposición nuestra, se pueda ocupar, sin perjuicio de los indios, y naturales, o con su libre consentimiento: y cuando hagan la planta del Lugar, repártanlo por su plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la Plaza Mayor, y sacando desde ellas las calles a las puertas y caminos principales, y dejando tanto compás abierto, que aunque la población vaya en gran crecimiento, se pueda siempre proseguir y dilatar en la misma forma. Procuren tener el agua cerca, y que se pueda conducir al Pueblo, y heredades, derivándola, si fuere posible, para mejor aprovecharse de ella, y los materiales necesarios para edificios, tierras de labor, cultura y pasto, con que ejecutarán el mucho trabajo y costas, que le fijen de la distancia…” [7]
Por lo tanto, la época colonial continuó siendo puntal de la relación simbiótica entre los pobladores y el agua, materializando como producto de esa relación, centros poblados, algunos coincidentes con las ocupaciones prehispánicas, que hoy conforman la mayor parte de nuestras ciudades y pueblos, construidos como resultado de una asociación armónica con su entorno geográfico.
Desde aquella primigenia ciudad de Nueva Cádiz de Cubagua, primera villa fundada en tierras venezolanas, acto formalizado el 13 de septiembre de 1528, que tuvo como ley motiv la explotación perlífera de sus aguas, podríamos agotar una amplia lista de poblaciones que deben su razón de ser a la presencia del líquido vital, como signo inequívoco de su carácter capital y en consecuencia, del acto de poblar. En unos casos se instalaron sobre la costa, aunque de acuerdo a lo recomendado en las Leyes de Indias, se prefería su ubicación cercana al mar, pero retirada a prudencial distancia para protegerse del acoso de corsarios y tempestades. De allí que es un caso común a todo lo largo de nuestro frente marítimo, la presencia de ciudades cercanas a este, que se instalaron sobre cursos de agua para garantizar la subsistencia, pero guarecidas por la Cordillera de la Costa, de cuyas formaciones o de sus proximidades nacían los ríos. Estas ciudades de tierra adentro se reforzaban con la instalación de otros centros o plazas portuarias, que en contacto directo con el Caribe permitieron la relación comercial con la metrópoli y otras provincias del continente como los puertos de Santo Domingo, La Habana y Veracruz.
Este es el caso de las fundaciones de Santa Ana de Coro, fundada por Don Juan de Ampíes el 26 de julio de 1527, próxima al curso del río Coro, la cual a su vez establece vínculo directo con su Puerto Real La Vela de Coro; Nueva Valencia del Rey implantada por Alonso Arias de Villasinda siguiendo órdenes del capitán Alonso Díaz Moreno el 25 de marzo de 1555, a un lado del río Cabriales y que de forma análoga interacciona con Puerto Cabello; el mismo caso ocurre con Santiago de León de Caracas fundada por Diego de Losada el 25 de julio de 1567, en las proximidades al Río Guaire y a las Quebradas Catuche y Caroata, inseparablemente vinculada al Puerto de La Guaira, del cual dependía y depende su abastecimiento.
Mas hacia el Oriente nos encontramos con casos similares, como el de Nueva Barcelona del Cerro Santo fundada en 1638 por el conquistador español de origen catalán Joan de Orpí, siendo refundada en 1671 por el gobernador Sancho Fernández de Angulo a dos kilómetros al sur del emplazamiento original sobre el Río Neverí y su vínculo con el Puerto de la Cruz, hoy diluido por la fusión de ambos centros poblados en un gran conglomerado urbano. Mas al extremo oriental, la Ciudad de Cumaná fundada el 1º de febrero de 1562 por el fraile dominico Francisco de Montesinos con el nombre de Nueva Córdoba, nombre que conservó hasta 1591, a la orilla izquierda del río Manzanares.
Pero inclusive tierra adentro, en lugares distantes del mar, las ciudades fundadas también requirieron de fuentes de agua para su fundación y subsistencia, las cuales fueron realmente el atractivo para la escogencia y definitiva localización de la población. Nueva Segovia de Barquisimeto, cuya fundación se atribuye a Don Juan de Villegas en 1552, se instaló en la margen del Rio Turbio. Santiago de Los Caballeros de Mérida fundada por el capitán español Juan Rodríguez Suárez el 9 de octubre de 1558 escogió para su implantación un valle atravesado por el río Chama. San Felipe, instituida como ciudad en el año de 1729 se asentó en la ribera del Río Yurubí. San Fernando de Apure fundada el 28 de febrero de 1788 por orden de Fernando Miyares y González, Gobernador de la recién formada Provincia de Barinas (1786), y ejecutada por el Teniente Mayor Juan Antonio Rodríguez y Fray Buenaventura de Benaocaz, bajo la denominación de Villa de San Fernando del Paso Real de Apure, hizo lo propio en la ribera del Río Apure. San Judas Tadeo de Maturín fundada el 7 de diciembre de 1760 por el fraile Capuchino Lucas de Zaragoza como Pueblo de misión de indígenas Guaraunos, lo hizo en las orillas del Río Guarapiche.
Y Santo Tomé de Guayana, Angostura, hoy Ciudad Bolívar, fue fundada en 1595 por Antonio de Berríos. La localidad llamada originalmente Santo Tomé de Guayana como puerto fortificado en el Orinoco, debió mudarse de emplazamiento en tres ocasiones, por ser blanco de constantes asaltos de aborígenes y corsarios europeos. En 1764 encontró un sitio definitivo en el sector más angosto de la ribera del río, por lo cual tomó el nombre de Nueva Guayana de la Angostura del Orinoco. Entrañablemente asociada al Río Orinoco, conformó durante siglos un paisaje cultural de excepcionales valores escénicos e históricos, desde que los primeros habitantes valoraran el lugar. Estos, entre otros valores han motivado su inclusión en la Lista Tentativa de Patrimonio Mundial, [8] indicativa de los sitios con potenciales para ser Patrimonio de la Humanidad.
Por otro lado, la ciudad de Maracaibo fundada en tres ocasiones, la primera, el 8 de septiembre de 1529 por el alemán Ambrosio Alfínger, conquistador perteneciente a los Welser y primer gobernador de la Provincia de Venezuela con el nombre de Villa de Maracaibo se asocia, al igual que Ciudad Bolívar con el Río, esta al espléndido lago del cual toma nombre y que como referimos en el segmento anterior, se vincula al nombre del país.
De esta época, además del legado patrimonial que aglutinan por su historicidad estos y muchos otros centros poblados como conjunto, cuyos núcleos históricos en su mayoría han sido reconocidos y protegidos bien con la categoría de Monumentos Históricos Nacionales por la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, o más recientemente, por el Instituto del Patrimonio Cultural, a través de su inclusión como Bienes de Interés Cultural bajo la categoría de bienes construidos, existen otros bienes culturales tangibles de carácter individual que directa o indirectamente están asociados al tema del agua materializados en estructuras y/o edificaciones construidas en esta etapa de nuestra historia, para la recolección, almacenaje y distribución del agua, para el consumo doméstico, la producción agropecuaria y hasta para la defensa, en los bordes costeros. Es el caso de estructuras tales como acequias, canales y acueductos; pozos, aljibes o cisternas; diques, puentes y molinos hidráulicos; fortificaciones, baterías y baluartes que en su conjunto suman valores testimoniales histórico arquitectónicos y tecnológicos del diálogo que el hombre desde siempre ha entablado con el agua, como parte intrínseca de su propio ser y de su supervivencia.
Son estructuras emblemáticas de esta época los acueductos que alimentaban y movían los trapiches en las haciendas de caña de azúcar, los estanques para lavado y acequias de las haciendas de café, así como las acequias urbanas que canalizaban el agua de ríos y quebradas a los estanques, pozos y fuentes públicas localizados estratégicamente en nuestros pueblos y ciudades. Debido a la longevidad de estas estructuras y a su caducidad utilitaria, son escasos los testimonios que de manera íntegra se conservan, ya que en su mayoría han pasado a formar parte de yacimientos arqueológicos, yaciendo ocultos debajo de estratos construidos agregados en tiempos posteriores. Por ello su vulnerabilidad, a pesar de que constituyen un importante contingente de nuestro patrimonio cultural por reconocer, estudiar, proteger y poner en valor como testimonio del proceso de ocupación y poblamiento del territorio venezolano. Uno de esos casos en pie es el Acueducto de El Concejo [9], que data del siglo XVII, realizado con arcos de medio punto de mampostería mixta de piedra y ladrillo.
Por otro lado, en buena parte de los procesos de restauración llevados a cabo en las últimas décadas en el país, siempre han aflorado testimonios de estas estructuras. En Caracas tenemos los casos de las exploraciones arqueológicas desarrolladas en el marco de los proyectos de restauración del Antiguo Seminario y Cementerio de la Catedral de Caracas, actual sede del Museo de Arte Sacro adscrito a la Catedral (1986-1991), las del Teatro Municipal (1994), la Escuela de Música José Ángel Lamas, antigua Academia de Bellas Artes (1995), la Casa de la Historia Lorenzo Mendoza (1999 -2000), del Cuartel San Carlos (1996, 2004 y 2006) y de la Casa Amarilla (2005), han develado la permanencia entre sus cimientos de estas estructuras que surcaban el subsuelo de nuestra ciudad estableciendo una interesantísima red de acequias, canales, estanques y fuentes entre otras, realizadas con mamposterías mixtas de piedra y ladrillo, y que en buena parte se debe a las actuaciones progresistas de los gobernadores del siglo XVIII.
El agua en los tiempos de la República
Al concretarse la independencia de Venezuela y reorganizarse el territorio y su estructura socioeconómica, el agua y su control siguió siendo una preocupación trascendental para garantizar la sustentabilidad económica e higiénico-sanitaria de las ciudades y su transformación, en pos de alcanzar el progreso y distanciarse del letargo colonial, preocupación primaria de los gobiernos que basados en las ideas del Positivismo se extendieron hasta las primeras décadas del siglo XX.
La necesidad de mejorar las estructuras portuarias, marítimas y fluviales conllevó a la construcción de diques y muros de sostenimiento, actuaciones que se van a multiplicar cuantitativamente a raíz de la creación del Ministerio de Obras Públicas en 1874, bajo el gobierno de Guzmán Blanco. Podemos mencionar los diques proyectados para el Tajamar de la Guaira (1885), para Puerto Cabello (1896-1897), los muelles de Maracaibo (1893 1897), o el Puerto de Ciudad Bolívar [10]. Los documentos oficiales de las Memorias del Ministerio de Obras Públicas dan constancia de este hecho como preocupación temática en el ramo de las obras públicas de finales del siglo XIX, donde las políticas liberales hacia el comercio y la captación de capitales foráneos debía garantizar una infraestructura adecuada para el intercambio mercantil.
Sumado al tema del mejoramiento de las estructuras portuarias, en la segunda mitad del siglo XIX comenzó a operarse un cambio imprescindible en la distribución del agua en las ciudades en conformidad con las políticas de salubridad, así como en la canalización de sistemas de riego en el área rural conduciendo a importantes obras hidráulicas.[11] Como parte de las actuaciones se emprendió en las ciudades la construcción de nuevos acueductos, como los de Caracas, Valencia, Guanare, La Victoria, Barquisimeto, San Felipe y Coro, siendo este último uno de los pioneros. Por su lado en el campo se desarrolló la canalización de los ríos Aragua y Guárico (1887-1906) y se emprendieron varios proyectos para la canalización de la Barra de Maracaibo, concretada finalmente en 1956. Son emblemáticas de esta fase la construcción del Acueducto de Macarao y su estanque en la cima de la colina El Calvario en Caracas, así como el Dique y Embalse de Caujarao, en el estado Falcón, proyectados ambos por el Ingeniero Luciano Urdaneta, proyectista también del Palacio Federal Legislativo de Caracas, además del mismo Paseo Guzmán Blanco o Independencia, actual Parque El Calvario, obra que complementó las acciones del Estanque del Calvario como el primer parque urbano de la capital. Ambos casos están protegidos como Monumento Histórico Nacional.[12]
El agua: de lo moderno a lo contemporáneo
A partir de la década de los 30 del pasado siglo, la trama urbana cambió de escala para asumir las proporciones de la metrópoli, a la par de la arquitectura. En esta dirección las principales ciudades del país experimentaron el ensanche de vías y nuevas obras de infraestructura para satisfacer las demandas de una población en aumento. La movilidad incesante y creciente del fenómeno metropolitano y la relación interurbana para acortar distancias va a ser una constante durante esta etapa, trayendo como consecuencia la necesidad de construir nuevas estructuras para mejorar la locomoción y ampliar las redes de servicios.
Con respecto al tema de la locomoción, para poder salvar las luces de ríos y lagos, el siglo XX nos legó obras trascendentales en el interior de la república, siendo dignas de mencionar el Puente Simón Bolívar (1930), sobre el rio Táchira, de estructura metálica colgante en la carretera San Cristóbal-Táriba declarado Monumento Histórico Nacional [13]; el Puente Rafael Urdaneta (1959) con escultóricas pilas en forma de torre de perfil trapezoidal y tablero, en concreto armado sobre el estrecho del Lago de Maracaibo, proyectado por el Ingeniero italiano Ricardo Morandi, calculado por el Dr. J. kértsel y construido por el Ministerio de Obras Publicas [14] a través del Consorcio Puente Maracaibo "CPM" [15]. Al sur destaca el Puente Angostura (luego Raúl Leoni) sobre el Río Orinoco (1962-1965), proyectado y construido por Precomprimido C.A. y American Bridge con la participación del Dr. Juan Otaola.[16]
Acompañando el tema de puentes otra categoría relevante durante esta etapa va a ser la construcción de nuevos embalses y represas, tanto como reservorio hídrico, como para el aprovechamiento de la fuerza del agua en la generación de energía hidroeléctrica. Una obra magna de esta época es la Represa del Guri planificada en la década de los 50 por la Corporación Venezolana de Fomento e iniciada en 1963, teniendo como ente responsable de la obra la empresa CVG Electrificación del Caroní EDELCA. Es la segunda represa más grande de América [17]. A esta podemos agregar la Represa Uribante Caparo asociada a la Central Hidroeléctrica Uribante-Caparo, también llamada Central “Leonardo Ruíz Pineda” en el Estado Táchira. Otra represa de importancia, fundada en 1957, esta para uso de riego es el embalse Guárico ubicado en Calabozo, estado Guárico. Este sirve como fuente para el Sistema de riego del Río Guárico sobre una extensa zona arrocera y como control de las inundaciones de los llanos bajos al sur del estado, en época de lluvias.
La relación del hombre con el agua durante el último siglo también abrió las puertas a su utilización lúdica y médico sanitaria proporcionándonos desde finales del siglo XIX, los primeros balnearios de agua salada, y los baños hidroterápicos cercanos a fuentes de aguas termales, temas que también han contribuido al enriquecimiento del patrimonio cultural del país en la construcción de infraestructuras hoteleras y ciudades vacacionales.
Son emblemáticos para el uso hotelero en contexto de playa los edificios del Hotel Guaicamacuto, antiguo Macuto Sheraton (1955) en la costa litoral central, proyectado por el arquitecto Luis Malaussena, el Hotel del Lago (1953) [18] ubicado en Maracaibo, Estado Zulia, proyectado por Holabird & Root & Burgee, el Hotel Bella Vista en la Isla de Margarita (1954) proyectado por el arquitecto Julián Ferris y el Hotel Cumanagoto (1955), proyectado por la firma del arquitecto Julio Volante y Asociados. En ámbitos de campo y montaña asociados a ríos, los edificios del Hotel Prado de Río (1954) ubicado en la ciudad de Mérida en medio del paisaje andino surcado por el Chama, del arquitecto Fruto Vivas; el Hotel Tamá (1957) en San Cristóbal del arquitecto Julio Volante próximo al río Torbes, el antiguo Hotel Jira-hara de Barquisimeto próximo al Río Turbio (1977), proyectado por el arquitecto Jimmy Alcock y en la región de Guayana los hoteles La Cumbre en Ciudad Bolívar (1954) y Caroní en Santo Tomé, actual Guayana Intercontinental (1968) ambos proyectados por el arquitecto Fruto Vivas con vistas al Orinoco el primero y al Caroní el segundo.
Dentro de las ciudades vacacionales, es de mencionar el caso de Los Caracas (1954) en el litoral central, realizada en diferentes fases iniciada a través del Equipo Técnico del Ministerio de Obras Públicas, a cargo del Ingeniero Francisco Martínez como coordinador, el ingeniero Armando Vegas y la participación de los arquitectos Carlos Raúl Villanueva en los edificios de vivienda, Miguel Salvador en el proyecto del Mirador, Pedro Riqueces en el Club Restaurant del Botuco, Carlos Olmos Osorio en la piscina y José Ignacio Sánchez Carneiro en el paisajismo y el muelle.[19]
El patrimonio subacuático en Venezuela
Otra importante categoría patrimonial vinculada al agua con que cuenta nuestro país es el legado subacuático, como consecuencia de su gran extensión de costas de más de 4261 Km.[20] y de vastas superficies surcadas por recorridos fluviales. Allí, bajo sus aguas, saladas y dulces, además de la importante flora y fauna existente que conforman sus ecosistemas, también resguardan importantes yacimientos arqueológicos subacuáticos de las diferentes etapas de nuestra historia y como testigo silente de ese diálogo permanente que nuestros diferentes pobladores han entablado con el agua. Restos de embarcaciones y naufragios, así como yacimientos de territorios que antiguamente eran terrestres y que por circunstancias geológicas o necesidades del hombre se vieron inundados, quedando bajo las aguas, son numerosos los temas que en este ámbito podemos incluir. Casos de hallazgos recientes como los del naufragio cargado de cañones del siglo XVI en las costas del Pueblo de la Sabana [21], en proceso de prospecciones arqueológicas por mencionar un caso en el mar, o el de la embarcación El Masparro, que sucumbiera en 1914 en el río Achaguas del Estado Apure, y que aflorara en la temporada de sequía extrema del 2009.[22]
El patrimonio intangible asociado al agua
No podemos dejar de reconocer e incluir en esta revisión retrospectiva, el otro ingrediente que en realidad ha hecho posible el reconocimiento del agua, su interpretación y aprovechamiento: que no es otra que la acción del hombre a través de los diversos grupos étnicos que habitan y han habitado nuestro territorio, y que como legado de esa cultura del agua ha generado manifestaciones culturales de significativa raigambre a los diferentes escenarios geográficos del país. Actividades económicas asociadas al agua como la pesca, el procesamiento de la sal y la explotación perlífera; la diversa gastronomía derivada de los productos piscícolas de río y mar a lo largo de nuestra geografía como el pastel de chucho, el lao-lao, el carite frito y el guacuco entre otros, así como las diversas modalidades de procesamiento y conservación; bailes y manifestaciones folklóricas asociadas a entes y labores del mar como el Baile del Carite o los bailes de la Sardina de Naiguatá, o con el río como el mito de la Sapoara, entre muchas otras, que forman parte del imaginario popular y que vienen a consolidar a través de las diversas instancias del amplio espectro que constituye el patrimonio natural y cultural, el indisoluble afecto y dependencia que el hombre en Venezuela ha desarrollado con el agua, como parte de su propia esencia vital.
Un llamado a la reflexión, es la necesidad de concientizar estos valores y en el año 2011, dedicado al patrimonio del agua a nivel mundial, estrechar esfuerzos por su reconocimiento, valoración, conservación, difusión y puesta en valor, para garantizar que estos vínculos sean imperecederos para las generaciones futuras, como parte de la venezolanidad y en honor del significado del vocablo de la lengua natural de los Añu: Venezuela: Agua grande…
Referencias:
[1] United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization. World Heritage Convention.(1994) Canaima National Park. Paris, Francia: Autor en http://whc.unesco.org/en/list/701.
[2] Walter Coppens (Ed. gral.) y Bernarda Escalante (Ed. as.). (1988: 585-689) "Los Warao" en Los Aborígenes de Venezuela. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales/Monte Avila Editores. Monografía Nº 35.
[3] Wilbert, Johannes. (1983). “Los añu (paraujano)”, en Los aborígenes de Venezuela, vol.II, Nº 29, Caracas: Fundación La Salle.
[4] Luengo, Angel. (2005) La cosmogonía Añú. trabajo para optar al grado de Licenciado en Filosofía. Maracaibo: Universidad Católica Cecilio Acosta.
[5] Martín Fernández de Enciso. (1948) Suma de Geografía que trata de todas las partes y provincias del mundo, en especial de las Indias. Madrid. Reedición del original publicado en Sevilla en 1519.
[6] Vásquez de Espinosa, Antonio (1948). Compendio y descripción de las Indias Occidentales. Washington D.C.: Clark, Ed., Smithsonian Institution, Smithsonian Miscellaneus Collections, Vol 108. (Reedición del original publicado en 1629).
[7] León Pinelo, Antonio de y Solórzano Pereira, Juan (1680) Recopilación de las Leyes de Indias. Libro IV, título VII. De la población de las ciudades, villas y pueblos. Ley primera. Sancionada por Carlos II de España mediante una pragmática sanción, firmada en Madrid, de 18 de mayo de 1680.
[8] Lista Indicativa o Tentativa es el listado por país de aquellos bienes que tienen valores para poder ser postulados formalmente por el Estado parte para ser incluido en la Lista de Patrimonio Mundial, una vez cumplidos los procedimientos de desarrollo de las investigaciones argumentativas, elaboración de plan del manejo, entre otros.
[9] Gobierno Bolivariano de Aragua. (2010) Municipio José Rafael Revenga. Aragua: webmaster@aragua.gob.ve, http://www.aragua.gob.ve/modules.php?name=Content&pa=showpage&pid=45 consultado el 2 de marzo de 2011.
[10] Arcila Farías, Eduardo. (1961:355-444). Historia de la Ingeniería en Venezuela Tomo segundo. Obras hidráulicas. Caracas: Colegio de Ingenieros de Venezuela.
[12] Instituto del Patrimonio Cultural. (1998:121). Monumentos Históricos Nacionales. Consejo Nacional de la Cultura.
[14] Ministerio de Obras Públicas. (s/f). El Puente sobre el Lago de Maracaibo, General Rafael Urdaneta.Caracas: autor.
[15] El Consorcio CPM lo integraron la empresa venezolana Precomprimido C.A. con un 50% de participación, que lideró la coordinación, y las foráneas Wayss & Freytag A.G. Julius Berger, Phillip Holtzman A.G quienes tenían el otro 50% en Bauverlag. CmbH. (1970) "El Puente sobre el Lago de Maracaibo". Wiesbaden - Berlín. Alemania.
[18] Cestary, Janet, Petit, Nereida, Rodriguez O. Laura. (2005, mayo-agosto: 65-88). Una mirada a la arquitectura de Maracaibo en los últimos cincuenta años. Revista de artes y humanidades Unica. Año 6, Nº 13, Universidad Católica Cecilio Acosta.
[19] Pérez Rancel, Juan Jose. (2008:17-18) La ciudad vacacional de los Caracas. Caracas: Memorias de la Semana Internacional de Investigación, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela. Ponencia en formato digital Nº HP-18.
[20] República de Venezuela, Comandancia General de la Armada, Dirección de Hidrografía y Navegación (1994, Agosto 10: I-14) Áreas marinas y submarinas. Caracas: El Nacional.
[21] Instituto del Patrimonio Cultural. (2010, noviembre 26). IPC sigue en la sabana. Caracas: autor. Sitio world wide web http://www.ipc.gob.ve consultado el 5 de marzo de 2011.
[22] Instituto del Patrimonio Cultural. (2010, abril 16). Declararán al Masparro como Bien de Interés Cultural. Caracas: autor. Sitio world wide web http://www.ipc.gob.ve consultado el 10 de diciembre de 2010.