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jueves, 18 de abril de 2024

18 de abril de 2024: Día Internacional de los Monumentos y Sitios: Catástrofes y conflictos a través del objetivo de la Carta de Venecia




Después de la Conferencia de Atenas para la Restauración de Edificaciones Históricas reunida en Atenas en 1931, que gestó como producto la “Carta de Atenas” en materia de Conservación, el “II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos” se congregó en Venecia, en 1964 adoptando trece resoluciones. La primera, concerniente a la promulgación de la “Carta internacional sobre la conservación y la restauración de monumentos y sitios”, mejor conocida como “Carta de Venecia”, y la segunda, la creación del “Consejo Internacional de Monumentos y Sitios”, propuesto por la Unesco como una entidad de expertos en materia de conservación y restauración de bienes construidos para la difusión e implementación de sus postulados. Los firmantes de la “Carta de Venecia” fueron parte de los miembros fundadores de ICOMOS (II Congreso Internacional de arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos, 1964).

Este documento guía para las actuaciones sobre el patrimonio edificado, que este año está cumpliendo seis décadas de existencia, se convirtió en un texto doctrinario trascendental para la disciplina de la conservación y restauración, adoptando una posición “racional y moderna”, y equilibrando las visiones enfrentadas derivadas del Romanticismo del siglo XIX, entre la “Restauración en Estilo”, impulsada por Viollet Le Duc, o la “Conservación a ultranza”, defendida por John Ruskin, incorporando posteriores aportes derivados de la “Restauración Histórica” de Camilo Boito, de la Restauración Filológica de Luca Beltrami, y de la “Restauración Científica” de Gustavo Giovannoni, entre otros (González Varas, 2008).

En la “Carta de Venecia” se instrumentaron conceptos, bajo la óptica del racionalismo moderno, para responder y controlar aspectos como la adecuación de uso y función, el contexto donde se enmarca la obra, el equilibrio entre los materiales tradicionales y modernos y sus respectivas técnicas de intervención, así como la metodología de actuación y la diferenciación entre lo nuevo y lo preexistente. Sin embargo, algunos de estos preceptos como este último, tomados como dogmas en algunos casos, sirvieron para justificar la inserción de anexos y componentes a las edificaciones de valor patrimonial, en busca de su conservación y adecuación, trayendo como consecuencia a la larga, su desfiguración en unos casos, o su afectación conservativa en otros, por la incompatibilidad fisicoquímica entre los materiales tradicionales y los industriales.

Con el devenir de los años y la revisión crítica desarrollada por la postmodernidad, aun manteniendo vigencia la “Carta de Venecia” como documento marco, al igual que sucede en el plano jurídico con las Constituciones Nacionales de los Estados y las leyes fundamentadas y derivadas de ellas, se dio la necesidad de generar nuevos documentos que, partiendo de aquella, desarrollaran  y ampliaran sus perspectivas de actuación ante determinado tipo de bienes culturales, técnicas constructivas, u otros tópicos específicos.

Es así como en el ámbito de ICOMOS nacieron producto de la participación mancomunada de sus miembros, mediante el aporte de los diferentes comités nacionales y los comités científicos, diversos instrumentos doctrinarios. Entre muchos otros podemos referir como ejemplos, la “Carta del Turismo Cultural” (1976), abocada al control del impacto de la actividad turística sobre el patrimonio cultural; la “Carta de Florencia” (1981), dirigida a la preservación de los jardines históricos; la “Carta de Toledo”, también llamada de Washington, o “Carta Internacional para la conservación de Ciudades Históricas” (1986-1987), para complementar los principios expuestos en la “Carta de Venecia”, en torno a la protección y conservación de los centros históricos; la “Carta para la protección y defensa del Patrimonio Arqueológico” (1990), para proteger los bienes de carácter arqueológico como testimonio fundamental para el conocimiento y comprensión de los orígenes y evolución de las sociedades humanas; la “Carta de Nara” (1994) para definir los matices, límites y relatividad de la autenticidad en función de la diversidad cultural, y la “Carta Internacional para la protección y gestión del Patrimonio Cultural subacuático” (1996), abocada a la protección de los bienes arqueológicos sumergidos (Icomos, 2024).

Con la llegada del nuevo milenio se plantearon nuevos retos y demandas ante la conservación de los bienes culturales. La incorporación de otros temas y variables, como el papel de los ingredientes intangibles, simbólicos y las manifestaciones culturales asociadas al hecho construido, han ido forjando un panorama cada vez más complejo en los procesos de reconocimiento, diagnosis e intervención sobre el patrimonio construido, y con este, la necesidad de actualización de los documentos doctrinales. Como consecuencia de ello, surgieron iniciativas para la revisión de la “Carta de Venecia”, y la promulgación de nuevas cartas temáticas en respuesta al carácter holístico que la conservación del patrimonio cultural implica en estos tiempos.

Así se generaron entre otras, la revisión y actualización de la “Carta de Burra para sitios de significación cultural” (1999), adoptada inicialmente en Burra, Australia del Sur en 1981 (Icomos Australia, 1999), y la “Carta de Ename” (2008), o “Carta ICOMOS para la Interpretación y Presentación de Sitios de Patrimonio Cultural”, aprobada en la XVI Asamblea General de ICOMOS celebrada en Québec (Comité Científico Internacional del ICOMOS sobre la Interpretación y Presentación de Sitios de Patrimonio Cultural, 2008), articulada con la “Declaración de Quebec para la preservación del Espíritu del Lugar” (Québec Declaration on the Preservation of the Spirit of Place, 2008). Esta última establece que no basta conservar el patrimonio tangible, sino también el espíritu que este posee y transmite, cuya interpretación se debe contribuir a fomentar.

En 2024, a seis décadas de la suscripción de la “Carta de Venecia” y revisando los postulados que en su momento planteó, sin perder vigencia en lo global de sus objetivos, ni en las definiciones y enfoques que implican las labores de la conservación y de la restauración, este 18 de abril de 2024, Día Internacional de los Monumentos y Sitios se torna propicio para iniciar un proceso de reflexiones sobre su vigencia y eficacia en circunstancias excepcionales causadas por siniestros, como los que se están originando frecuentemente, tanto por razones naturales, como por causas humanas.

La “Carta de Venecia” se sustenta directamente sobre los dos ingredientes, que, en su Teoría de la Restauración, casi contemporánea con la “Carta de Venecia”, Cesare Brandi definía como las instancias histórica y estética (Brandi, 1988), y que se vinculan con los valores históricos y artísticos que Alois Riegl identificaba de manera pionera en el Culto Moderno a los Monumentos de 1903 (Riegl, 1977). No obstante, el pasar de los años ha develado la importancia de otro componente que se asocia con ambos, pero que tiene su propia autonomía. Este es el ingrediente simbólico, que podríamos considerar como una tercera instancia, y en tanto otro factor a considerar, en los casos donde una pérdida parcial o total de un bien cultural nos puede conducir a otro tipo de decisiones como la reconstrucción parcial o total.

Instrumentos como el Documento de Nara sobre autenticidad, suscrito en Nara, Japón en 1994 (The Nara Conference on Authenticity, 1994); la “Carta de Burra para sitios de significación cultural”, aprobada en Burra, Australia en 1999 (Icomos Australia, 1999), o la “Declaración de Quebec sobre la preservación del espíritu del lugar”, aprobada en Quebec, Canadá, en 2008 (Québec Declaration on the Preservation of the Spirit of Place, 2008), pueden ser considerados como preámbulos, a estas revisiones y actualizaciones de los paradigmas y criterios por adoptar en intervenciones a acometer, en circunstancias excepcionales como las generadas por catástrofes naturales y conflictos bélicos, que pueden desencadenar en la pérdida material casi irreversible de los bienes, pero no así de sus símbolos, derivados de los valores intangibles que estos conllevan.

Estos pueden devenir en argumentos de peso como para demandar considerar intervenciones de reintegración, reconstrucción y anastilosis, que no necesariamente deben ser vistas como un producto de falsificación histórica y estética, siempre que se cuente con datos fidedignos de su diseño y construcción, de acuerdo con lo que planteaba la “Carta de Venecia”, como una forma de preservar un testimonio edificado en sus aspectos estético-formales, funcional-espaciales y técnico-constructivos, según suelen acometer las culturas orientales. Para estas, significan una forma de renovación y resurrección del objeto como testimonio, independientemente de su materia primigenia, manejando otros criterios respecto a la autenticidad, cuya relatividad ha quedado demostrada en función de los paradigmas culturales de los valores intangibles (The Nara Conference on Authenticity, 1994). 


Figuras 1 y 2: Un  buda de Bamiyán, antes de ser destruído (1997) después de la voladura talibán (2001) (RTVE, 2011).


Casos recientes a nivel internacional, como la destrucción intencionada de los Budas de Bāmiyān (Figuras 1 y 2), emplazados en los acantilados del Valle de la Seda, en la parte central de Afganistán en 2001, por motivos ideológico-religiosos, la destrucción de santuarios en Palmira, Siria en 2015, por parte del Estado Islámico (Figuras 3 y 4), el dramático incendio accidental de la Catedral de Notre Dame de París de 2019 (Figuras 5 y 6), o más recientemente, los 152 sitios culturales de Ucrania, parcial o totalmente destruidos en el conflicto entre Rusia y Ucrania (Unesco, 2022) y los que se siguen generando en el presente, tanto en Ucrania, como en el actual conflicto entre Israel y Palestina, conllevan a repensar el por qué Venecia decidió en 1903 reconstruir “como era y donde era” el colapsado campanario de la Catedral de San Marcos, actuación cuyas críticas suscitaron el sustento de la Escuela Crítica de la restauración y parte de los postulados de Cesare Brandi (Brandi, 1988).


Figura 3: El templo de Baal de Palmira antes del Conflicto  (AFP)

Figura 4: Ruinas del templo de Baal de Palmira, luego del bombardeo (AFP, 2015)

Figura 5: La Catedral de Notre Dame de París en llamas (AFP, 2019)


Figura 6: La Catedral de Notre Dame de París en restauración / reconstrucción (EFE, 2022)


El ingrediente significativo o simbólico, y la necesidad a que en determinados casos este obliga, dirigida a la reintegración y reconstrucción de partes, ha venido siendo considerado en textos metódicos y teóricos recientes, como en el “Método SCCM de restauración monumental”, enmarcado en la Restauración Objetiva, planteada por Antoni González Moreno Navarro (González Moreno-Navarro, 1999); la relatividad y los prejuicios en torno al concepto de autenticidad, en la “Teoría Contemporánea de la Restauración”, de Salvador Muñoz Viñas (Muñoz Viñas, 2003) y los principios de restauración y reposición de los revestimientos epiteliales planteados por Paolo Marconi en “Restauro dei monumenti. Cultura, Progetti e cantieri (1967-2010)” (Marconi, 2012).



Figura 7: Una calle de La Guaira después del deslave (Nicola Rocco, 1999)

Figura 8: Trabajos de recuperación en una calle colonial de La Guaira (LAV/JML, 2022)


Estas consideraciones se ponen sobre el tapete, en el mismo caso venezolano, ante situaciones como las colosales consecuencias destructivas causadas por el deslave del cerro El Ávila, hacia el centro Histórico de La Guaira y otras localidades vecinas, a raíz de un inusitado proceso de lluvias masivas acaecido en diciembre de 1999, que paradójicamente se había inscrito en la Lista Indicativa de Unesco, a mediados de ese mismo año (Figuras 7 y 8), o más recientemente, las consecuencias del colapso de un tramo del Corredor peatonal Número 5 de la Ciudad Universitaria de Caracas, inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco en el año 2000 (Figuras 9 y 10). En este caso por “la confluencia de varios agentes (…) Desde agentes atmosféricos como fuertes vientos, lluvias continuadas, cambios de temperatura y humedad, hasta movimientos sísmicos, condiciones del terreno, alta permeabilidad del concreto, corrosión del acero de la estructura, factores de carga, entre otros” (Vásquez, 2020), que en conjunto pudieron agravarse por la saturación de aguas sobre la cubierta ondulada que lo caracteriza. Ambos casos nos llevan a pensar en la resiliencia y como consecuencia de ello, la necesidad de restituir los faltantes, considerando criterios que se ajusten a lo conservativo y a la garantía de preservar los argumentos y valores por los cuales se decidió su protección.


Figura 9: El tramo de corredor colapsado desde la torre  (Ileana Vásquez, 2020)

Figura 10: Detalle de los tramos del corredor colapsado (Luis Bergolla, 2020)


En el caso de La Guaira, si bien desde su inserción en la Lista Indicativa, debido al catastrófico percance, no se formalizó la redacción del expediente para su inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial, se consideró que su adscripción satisfacía los criterios II, III, IV y V, establecidos en las “Directrices Prácticas para la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial” (Unesco, 2019). En el caso de la Ciudad Universitaria, su inscripción en la Lista se fundamentó en los criterios I y IV de las mismas “Directrices Prácticas” (Unesco, 2019). De estos, el I se asocia con ”representar una obra producto del Genio Creador Humano” y el IV, que también es considerado entre los criterios de La Guaira, “constituir un ejemplo eminentemente representativo de un tipo de construcción o de conjunto arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustre uno o varios periodos significativos de la historia humana” (Unesco, 2019).

Por ello, en ambos casos es cardinal considerar como parte de los valores, las formas, los tipos y los sistemas constructivos empleados; en La Guaira, sistemas tradicionales de tierra y cubiertas de madera; en la Ciudad Universitaria de Caracas, sistemas modernos de concreto armado. Las técnicas constructivas se han considerado como parte del patrimonio cultural intangible, por lo que preservar las técnicas originales y los tipos edificados empleados en ambos casos es fundamental.

En el caso de La Guaira, se han efectuado algunas intervenciones restaurativas y reconstructivas durante estas décadas, para resarcir los daños, pero aún quedan muchas edificaciones por rescatar y readecuar, en particular aquellas donde se produjeron faltantes considerables, si no totales.

En el caso del corredor colapsado, cuyo siniestro dio lugar al faltante de dos módulos estructurales, este tiene valores estéticos e históricos incuestionables, pero también conlleva valores simbólicos asociados con la escultórica imagen ondulada y plástica dotada al concreto armado para resolver el cobertizo, que además tiene continuidad en los tramos sucesivos, siguiendo la misma traza y silueta del segmento colapsado. Este bien edificado, constituye una pieza coral dentro del conjunto del sistema de corredores cubiertos de la Ciudad Universitaria de Caracas, habiendo servido como escenario a innumerables episodios archivados en el imaginario y en la memoria individual y colectiva de los usuarios y actores de los espacios de la Ciudad Universitaria de Caracas, durante varias generaciones, además de actuar como marco edificado oriental, del vasto espacio ajardinado de la llamada “Tierra de Nadie”.

Todos estos considerandos, tanto en un caso como otro, deben ser revisados para la toma de decisiones para su intervención conservativa, como parte de la complejidad de factores a examinar dentro del escenario contemporáneo de la Conservación, partiendo de los preceptos establecidos en la “Carta de Venecia”, pero atendiendo también a las solicitudes que los paradigmas contemporáneos impuestos por los valores intangibles asociados al patrimonio tangible, y en especial los simbólicos y los coligados con las técnicas constructivas implementadas en cada caso, demandan en el escenario actual.  Estos meses, contados a partir del 18 de abril de 2024 deben ser dedicados por tanto, a la reflexión de estos aspectos y más en el momento presente donde se están dando iniciativas conservativas y restaurativas en ambos casos, que a la larga nos comprometen con una actitud resiliente ante la dolorosa pérdida de bienes edificados o partes de ellos, de los cuales se tienen suficientes datos documentales como para actuar en pro de restaurar, según el caso o, reintegrar y/o reconstruir los faltantes en otros, y no incurrir en diseños de nueva planta descontextualizados en los conjuntos donde se insertan.    


Referencias:


Brandi, C. (1988). Teoría de la Restauración. Madrid: Alianza Forma.

II Congreso Internacional de arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos. (1964). Carta Internacional sobre la Conservación y la Restauración de los Monumentos y Sitios [Documento en línea]. Venecia: Consejo Internacional de Monumentos y Sitios. Disponible en http://www.icomos.org/docs/venice_es.html.

Consejo Internacional de Monumentos y Sitios - Icomos. (2008). Carta ICOMOS para Interpretación y Presentación de Sitios de Patrimonio Cultural [Documento en línea]. Quebec: Consejo Internacional de Monumentos y Sitios. Disponible en http://www.international.icomos.org/charters/interpretation_sp.pdf.              

Consejo Internacional de Monumentos y Sitios - Icomos. (2008).  Declaration on the Preservation of the Spirit of Place [Documento en línea]. Quebec. Disponible en  https://www.icomos.org/images/DOCUMENTS/Charters/GA16_Quebec_Declaration_Final_EN.pdf

Consejo Internacional de Monumentos y Sitios - Icomos. (2024). Charters and other doctrinal texts [Documentos en línea] París: Icomos. Disponible en https://www.icomos.org/en/resources/charters-and-texts

González, A. (1999). La restauración objetiva. Método SCCM de restauración monumental. Memoria SPAL 1993-1998. Barcelona: Servei del Patrimoni Arquitectònic Local, Diputación de Barcelona, 2 Vol.

González Varas, I. (2008, 6ª Edición). Conservación de bienes culturales, Teoría, historia, principios y normas. Madrid: Manuales Arte Cátedra.

Icomos Australia. (1999). Carta del Icomos Australia para sitios de Significación Cultural [Documento en línea]. Burra: Icomos. Disponible en https://australia.icomos.org/wp-content/uploads/The-Burra-Charter-2013-Adopted-31.10.2013.pdf

Marconi, P. (2012). Restauro dei monumenti. Cultura, Progetti e cantieri (1967-2010). Roma: Gangemi Editore.

Muñoz Viñas, S. (2003). Teoría contemporánea de la Restauración. Madrid: Editorial Síntesis S.A.

Riegl, A. (1977). El Culto Moderno a los Monumentos. Madrid: Editorial Visor.

The Nara Conference on Authenticity in Relation to the World Heritage Convention. (1994). The Nara document on authenticity [Documento en línea]. Nara: Icomos. Disponible en https://www.icomos.org/en/179-articles-en-francais/ressources/charters-and-standards/386-the-nara-document-on-authenticity-1994

Unesco. (1999). “City of ‘La Guaira’". En Tentative Lists. París: Unesco.  París: Unesco.  Disponible en https://whc.unesco.org/es/list/986

Unesco. (2000). “Ciudad universitaria de Caracas”. En Lista de Patrimonio Mundial. París: Unesco.  Disponible en https://whc.unesco.org/es/list/986

Unesco (2019). Directrices Prácticas para la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial [Documento en línea]. París: Unesco. Disponible en file:///C:/Users/franp/Downloads/document-57-30.pdf

Unesco. (23 de junio de 2022). Ucrania: más de 150 sitios culturales parcial o totalmente destruidos. París: Unesco. Disponible en https://www.unesco.org/es/articles/ucrania-mas-de-150-sitios-culturales-parcial-o-totalmente-destruidos

Vásquez, I. (27 de junio de 2020). “Sobre la situación actual del Corredor N° 5 en la Ciudad Universitaria de Caracas”. En Entre Rayas. La Revista de Arquitectura. Caracas: Entre Rayas. Disponible en https://entrerayas.com/2020/06/sobre-la-situacion-actual-del-corredor-n-5-en-la-ciudad-universitaria-de-caracas/