Translate

martes, 17 de abril de 2018

18 de abril de 2018: Día Internacional de los Monumentos y Sitios: Patrimonio para nuestras generaciones






Figura 1: La Escuela de Atenas
 (Sancio, 1510-1512, En Wikimedia Commons).

Y nosotros los arquitectos que nos encargamos de los monumentos arquitectónicos, que aprendemos a leer esta historia en las estructuras de los edificios, en sus ornamentos, en las  transformaciones, en la estratigrafía y en las superposiciones de las intervenciones que representan cada generación de individuos lejanos y cercanos…, necesitamos conocer cómo cada época encuentra o niega su pasado de acuerdo a su propia visión, con el presupuesto de definir su propia posición en su presente particular y con miras a su continuidad en el futuro…(Ceschi, 1970).



Introducción


El Día Internacional de los Monumentos y Sitios se celebra desde 1983. Su origen se remonta al 18 de abril de 1982, cuando la reunión de la directiva del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios – ICOMOS, coincidió en Hammamet con el Coloquio organizado por el Comité Nacional de ICOMOS de Túnez. En esa ocasión se decidió instituir el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, con la idea de conmemorarlo cada año a nivel mundial, como una oportunidad para despertar la conciencia colectiva sobre la diversidad del patrimonio mundial y los esfuerzos requeridos para su protección y conservación, así como para hacer un llamado de atención hacia su vulnerabilidad. Esta propuesta fue planteada por el Comité Ejecutivo de ICOMOS a la UNESCO y aprobada por la Conferencia General de este organismo en su 22ª Sesión, en noviembre de 1983.

Desde entonces, el ICOMOS sugiere un tema anual para analizar y desarrollar por parte de los comités y sus miembros esta fecha, favoreciendo la realización de actividades con el fin de propagar y enriquecer el conocimiento sobre el patrimonio cultural entre los propietarios, los entes públicos y privados, involucrados en la materia, así como en el público en general, relacionando de esta manera un tema global con las realidades nacionales y/o locales.

Este año, el tema seleccionado para su conmemoración es “Patrimonio para nuestras Generaciones”. Encarna un tema que en el caso venezolano se torna notablemente sensible, ante la situación general que vive el país, promotora de la diáspora de sus ciudadanos, y en especial de las generaciones más jóvenes; el relevo generacional de todas sus áreas, dentro de las cuales la Conservación del Patrimonio Cultural no es una excepción.

Alarma ver como los jóvenes egresados, preparados en áreas como la Arquitectura, el Urbanismo, la Ingeniería, las Artes, la Literatura, la Historia, la Arqueología, la Antropología, la Geografía, la Biología, la Música entre otras, emprenden nuevos rumbos en pro de anclar su destino en otras tierras, donde poder ejercer las disciplinas que con esfuerzo y pasión lograron coronar y el Estado y sus familias apoyar. En el mejor de los casos, esas generaciones siguen nuevas vías para continuar estudios de cuarto nivel, en espera de perfeccionar su formación para regresar al país a ejercer los saberes para los cuales se han preparado. Pero en otro, permanecen en los nuevos destinos que se verán favorecidos por la llegada de emigrantes preparados.  Es triste ver como los discípulos que han transitado por las aulas se gradúan e inmediatamente despegan buscado forjarse el futuro que el suelo natal les niega.

Esperamos que este clamor induzca un llamado de atención a la opinión pública y en especial a las clases dirigentes, porque el principal patrimonio de un país es su gente, sus ciudadanos; sin ellos no hay patrimonio tangible, ni intangible que conservar, ni seguir cimentando para enriquecer las listas del legado cultural en germen; aquel que las próximas generaciones futuras han de disfrutar, usufructuar y seguir conservando para su transferencia a las venideras hasta la perpetuidad.


Tal vez una contribución para hacer comprender lo que significa esta situación podemos encontrarla en la misma Historia de la disciplina de la Conservación, donde el traspaso de saberes entre unos autores y otros, a través del tiempo fue consolidándola y perfeccionándola, con todos sus matices y bemoles, hasta hacer de ella el complejo mundo que en la actualidad ocupa a múltiples disciplinas a nivel mundial, en favor de la preservación de la herencia natural y cultural, como instrumento de resguardo de la paz mundial y por añadidura, de la elevación de la calidad de vida de la Humanidad.

La Antigüedad clásica: las primigenias generaciones de la conservación


La Historia nos señala cómo a través del tiempo, durante las diversas épocas y estilos de su devenir, las sociedades, en sus variadas formas de vida, a través de sus generaciones han ido transfiriendo su legado natural y cultural, además de la modalidad de valorarlo e interpretarlo a las siguientes, quienes a su vez las adoptan, las enriquecen o reducen, en función de nuevas realidades, para de nuevo devolverlas a la cadena del tiempo hasta perderse en la eternidad.

Desde la antigüedad clásica, la transferencia de saberes de los maestros, filósofos, artistas y científicos a sus discípulos permitió su persistencia en el tiempo, quienes, al heredarlos, los siguieron engrandeciendo, incorporando nuevas visiones que permitieron forjar otros horizontes. Claro ejemplo de la cesión de saberes y tradiciones lo representa la figura del filósofo griego Platón (c. 427 - 347 a. C.) quien fue seguidor de Sócrates, pero a su vez maestro de Aristóteles, Eudoxo de Cnido, Jenócrates, Heráclides Póntico, Espeusipo, Filippo de Opunte y León de Bizancio (Delius et al, 2005).

Otra figura clave de la cultura griega es la de Fidias (Atenas, h. 490 a.C.- 431 a.C.), discípulo de Egia y de Agéladas de Argos. Fue el arquitecto responsable de la reconstrucción de la Acrópolis de Atenas en tiempos de Pericles y junto a sus educandos, Alcámenes, Colotes y Agorácrito, además de coetáneos como Praxíteles, Lisipo y Escopas, forjaron la etapa dorada del Helenismo (Azcárate Ristori, 1986:73). Su legado se transfirió a las generaciones sucesivas, quienes a su vez las reelaboraron, procediendo a realizar acciones de reparación, reintegración de partes, reconstrucción y reproducción de obras, que eran las técnicas que conceptualmente empleaban para la preservación de la memoria de sus precursores.

En Roma, por su lado, Marco Vitruvio Polión (c. 80-70 a. C.-15 a. C.) fue receptor en parte y transmisor de ese legado, a través de los diez libros que conforman su obra De Architectura (27 a. C. - 23 a. C.), inspirada en los teóricos helenísticos, y dedicados a la difusión de los valores de las obras de aquel periodo al emperador Augusto.





Figuras 2, 3 y 4: Platón (Marie-Lan Nguyen, 2006. En Wikimedia Commons),
Fidias (Anón, s.f. En El Litoral), y Vitrubio (Anón, s.f. En Arkiplus).
 
Entre el Paleocristiano y el Gótico: un largo tránsito entre mutaciones y nuevas creaciones 


La Edad Media representa un largo periodo de más de diez siglos, que se extienden desde el siglo V, en el año 476, con la caída del Imperio Romano de Occidente hasta al siglo XV, en el año 1492, con la llegada de Colón a América, durante los cuales se continuaron traspasando los conocimientos de forma anónima de los maestros mayores de los gremios de artesanos, a sus discípulos. Los conocimientos de cantería, albañilería, carpintería y forja, y con ellos las sabidurías para perfeccionar la elaboración, pero a la vez su conservación y restauración, se resguardaban en la medida que estas actividades se hacían necesarias para preservar la remembranza de sus sitios, edificios y obras de arte.

A ello hay que agregar que durante la Edad Media los vestigios del pasado antiguo fueron considerados como “los lazos que mantenían la identidad y el prestigio de una edad asimilada y apropiada como substancia necesaria para alimento y desarrollo de una nueva cosmovisión, pero sin intervenir en ello la ruptura irreflexiva de la historia” (González Varas, 2008). En consecuencia, la adopción de lo heredado y la transmisión entre generaciones generó una conexión con la antigüedad, reinterpretada como sustento para seguir construyendo el futuro.

A pesar del anonimato dominante, debido al colectivismo de los gremios artesanales, figuras como Pierre de Montreuil (1200-1267), autor de la capilla y refectorio de la abadía de Saint-Germain-des-Près, director de las obras de la catedral de Notre-Dame y posible autor de la Santa Capilla de París; Jean de Chelles (siglo XIII) y Pierre de Chelles (siglo XIII), también maestros de la Catedral de Notre Dame de París; Arnolfo di Cambio (1232 o 1245 – 1310), proyectista de las catedrales de Florencia,  Orvieto y la basílica de la Santa Cruz de Florencia; Juan Guas (1430-1496) maestro de las catedrales de Ávila, Segovia y la iglesia de San Juan de Los Reyes de Toledo, por mencionar algunos nombres que han trascendido, entre muchos otros anónimos, laborarán transfiriendo el conocimiento a sus discípulos, proceso que repetirán con la misma fórmula hasta los albores del Renacimiento.




Figuras 5, 6 y 7: Pierre de Montreuil (Harmonia Amanda, 2007. En Wikimedia Commons), Arnolfo di Cambio
 (Sailko, 2006. En Wikimedia Commons) y Juan Guas (José Luis Filpo Cabana, 2016. En Wikimedia Commons).


Del Renacimiento al Barroco:  reelaboraciones del lenguaje clásico


Las etapas del Renacimiento y el Barroco nos remiten nuevos testimonios exhaustivos de la misma directriz, aunque sin duda de manera más documentada que en las etapas precedentes. A través de las generaciones de mecenas y maestros se fueron forjando los noveles artistas y científicos que revolucionaron a la postre, sus respectivas disciplinas. No obstante, es una fase de gran contradicción, en tanto por un lado se valoraban los modelos de la antigüedad como fuentes de inspiración, por otro, se intervenían o destruían con cierta indiferencia obras originales en pro de la fábrica moderna (Ceschi, 1970).

El escultor italiano Nicola Pisano (1215/1220 - 1278/1284), considerado uno de los últimos representantes de la escultura medieval gótica y pionero del Renacimiento, formará a Arnolfo di Cambio, (1232 o 1245 – 1310), autor de la Catedral de Florencia, de cuya obra parte Filippo Brunelleschi (1377-1446), para concretar la cúpula sobre la estructura portante iniciada por su predecesor, conservando la preexistencia medieval. Las ideas novedosas de Brunelleschi serán continuadas y magnificadas por León Battista Alberti (1404-1472). Y este hilo continúa en la trayectoria de los siguientes maestros.

Leonardo Da Vinci (1452-1519) estudió con el célebre pintor florentino Andrea de Verrocchio; Miguel Angel Buonarroti (1475-1564) se formó con Domenico y Davide di Tomaso di Currado -los Ghirlandaio- y Rafaello Sancio -Rafael de Urbino- (1483-1520) se preparó con Giovanni Santi, Timoteo Viti y Pietro Perugino. Todos tuvieron importantes maestros, no obstante, los discípulos tomando la esencia del legado de sus tutores lo reelaboraron y magnificaron en sus obras hasta transformarlo en el símbolo de la época del Renacimiento. Figura clave de la valoración y defensa del patrimonio en esa época la constituye precisamente Rafael Sancio cuando en 1515, le fueron otorgados poderes como “Comisario o inspector de las Antigüedades de Roma", en pro de contener la depredación en ciernes sobre los monumentos romanos y preservar al menos, los epígrafes y obras de arte dispuestos sobre las edificaciones en proceso de desmantelamiento como el Coliseo.

Cuando Giorgio Vassari (1511-1574) publica “Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos” (1550 y 1568), primera Historia del Arte y la Arquitectura, esta deviene en virtuoso símbolo del tributo crítico realizado por un discípulo para valorar y glorificar el genio creador de aquellos, entre otros sus maestros y compañeros del Renacimiento (Chueca Goitia, 2000).

Y con el surgir del Manierismo surgen nuevas señales de este continuo devenir generacional. Giulio Romano (1499-1546), fue prominente alumno y asistente de Rafael. Siguiendo sus enseñanzas, a la postre concluye algunas de sus obras y Andrea di Pietro della Góndola -Palladio- (1508-1580), al ser motivado por su mentor, el humanista y arquitecto Gian Giorgio Trissino, le acompaña a Roma en 1551, quedando prendado por la magnificencia de la arquitectura romana, imagen que imprimiría el imperecedero sello clásico a su obra.

En el Barroco, las figuras de Bernini (1598-1680) y Borromini (1599-1667) nos aportan otros signos. Bernini se forma con su padre, el escultor Pedro Bernini y Borromini hace lo propio con su longevo pariente, Carlo Maderno (1556-1629). Ambos trascenderán a sus maestros elevando y connotando hasta el presente las disciplinas artísticas de la época de la Contrarreforma.



Figuras 8, 9 y 10: Leonardo Da Vinci (Anón., 1600 ca. En Wikimedia Commons),
Miguel Angel Buonarroti (Jacopino del Conte, d. 1535. En Wikimedia Commons) y
Rafael Sancio (Rafael, 1506 ca. En Wikimedia Commons, 2018).

Del Neoclasicismo al Romanticismo: El despertar al valor del amplio espectro cultural

De igual forma, en el siglo XVIII, el arqueólogo Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) se instruye en cultura griega de la mano de los docentes del Instituto Salzwedel de Brandeburgo y luego en la Universidad de Halle-Wittenberg, a partir de cuyas luces emprende su reivindicación de la cultura griega, en obras pioneras como Reflexiones sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y la escultura (1755) e Historia del arte de la Antigüedad (1764). Por su lado, el arquitecto oriundo del Véneto, Giovanni Battista Piranesi (1720 -1778) hace lo propio cuando se prepara en Venecia con su tío materno Matteo Lucchesi, que fungía de Magistrato delle Acque en la ciudad, para defender el legado etrusco y romano (Chueca Goitia, 2000).

Otro tanto aportará el arquitecto sueco-británico William Chambers (1723-1796), quien trabajando en la Compañía Sueca de las Indias Orientales, se aproxima al estudio de la arquitectura china y luego de laurearse en Arquitectura en París con Jacques-François Blondel (1705-1774) y los miembros del círculo de Jacques Germain Soufflot, seguiría la pauta, contribuyendo también a despertar el interés por el legado de las culturas orientales en obras como Designs of Chinese buildings, furniture, dresses, machines, and utensils: to which is annexed a description of their temples, houses, gardens, & c (1757).


Figuras 11, 12 y 13: Johann Joachim Winckelmann (Kauffman,1764. En Wikimedia Commons), Giovanni Battista Piranesi (Labruzzi, 1779. En Wikimedia Commons) y William Chambers (Cotes, 1764. En Wikimedia Commons).

También en Francia, los revolucionarios arquitectos Étienne-Louis Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806), se preparan en la École des Arts de París, de Jacques-François Blondel, quien les insuflará su atracción por el gusto clásico y la revalorización de aquellas formas de la antigüedad que tomarán como modelos para forjar una nueva arquitectura y a la vez valorar y preservar la preexistente, como lo hace Boullée en el Palacio del Eliseo. Este será maestro a la vez de Jean-Nicholas-Louis Durand (1760-1834), quien, formado en su taller, servirá luego de difusor de los tipos y formas clásicas para el resto de Europa y América con su Précis des lecons d'architecture (1802-1809).

Situaciones paralelas se darán en Alemania en las figuras de Langhans (1732-1808) y David Friedrich Gilly (1748-1808) y su hijo Friedrich Gilly (1772-1800), quienes a su vez contribuirán en la formación de Karl Friedrich Schinkel (1781-1841) y Leo Von Klenze (1784-1864); todos ellos defensores y difusores del gusto neoclásico en ciudades como Berlín y Múnich (Chueca Goitia, 2000).

Y en el siglo XIX, bajo el ideario del Romanticismo, la labor de Félix Duban (1789-1870), Prosper Mérimée (1803-1870) y Jean-Baptiste-Antoine Lassus (1803-1870), en la siembra de afecto hacia el patrimonio edificado francés, y en particular al de factura medieval, en el joven Eugene Viollet-Le-Duc (1814-1874), desconocían el impacto que su labor docente llegaría a alcanzar en forjar la obra de su pupilo en las décadas subsiguientes y para el resto de la historicidad. Lo dicho, tanto en aspectos dogmáticos en contenidos como Diccionario de la Arquitectura Francesa de los siglos XI al XVI (1854-1868), Mémoire sur la défense de Paris (1871) y Entretiens sur l'architecture (1863-1872), entre tantos otros, como en los pragmáticos, a través del vastísimo número de obras intervenidas, en el contexto de la Francia del Segundo Imperio (Chueca Goitia, 2000).


Otrora ocurriría en Inglaterra con John Ruskin (1819-1900), cuya labor crítica a favor de la conservación, diseminada en sus Siete Lámparas de la Arquitectura (1849) y Las Piedras de Venecia (1851-1853), obtendrían frutos concretos a la postre en el joven William Morris (1834-1896), quien desde la trinchera académica de Oxford y a pesar de fallecer antes que su maestro, ampliaría su legado al instalar la Sociedad para la protección de edificios antiguos (Society for the Protection of the Ancient Building) y el Movimiento de Artes y Oficios (Arts and Crafts), como instrumento para recuperar los saberes intangibles de los oficios artesanales del Medioevo, en miras a su aplicación en la conservación y como instrumento indirecto de reivindicación social.





Figuras 14 y 15: Eugene Viollet-Le-Duc (Nadar,s.f. En Wikimedia Commons) y
John Ruskin (Barraud, 1863. En Wikimedia Commons).

Entre siglos y entreguerras: tiempo de maduración disciplinar en tiempos de Modernidad

La transmisión del debate teórico de la conservación y la restauración del escenario galo y anglosajón a los confines itálicos, dará nuevos ejemplos de la cesión de principios y preocupación conservativa del patrimonio entre las figuras de Camilo Boito (1836-1914), Luca Beltrami (1854-1933), Adolfo Venturi (1856-1941), Gaetano Moretti (1860-1938) y Gustavo Giovannoni (1873-1947). Ellos, recibiendo el legado de sus predecesores, fueron sucesivamente reflexionando sobre el tema para ir acuñando nuevos términos y principios que decantan en las corrientes de la Restauración Filológica, la Restauración Histórica y la Restauración Científica respectivamente, además de contribuir con numerosos trabajos de restauración (González Varas, 2008). Todo este debate converge en la Conferencia Internacional de Atenas para la Restauración y su documento conclusivo, la Carta de Atenas (1931).


Y desde el contexto austrohúngaro, también aflora la figura de Alois Riegl (1858-1905) quien formado en la Escuela de Historia del Arte de la Universidad de Viena, de la mano de Franz Brentano, Alexius Meinong, Max Budinger y Robert Zimmerman, además de la impronta de Giovanni Morelli, llegará a ser presidente de la Comisión de Monumentos Históricos de Austria y entonces concentrar su aporte en El Culto Moderno a los Monumentos (1903), una obra visionaria que todavía, al día de hoy, mantiene vigencia respecto al juicio de los valores que en la época moderna reposan sobre los bienes culturales.



Figuras 16, 17, 18 y 19: Camilo Boito (Varischi, Artico e C.,1906. En Wikimedia commons), Luca Beltrami (Anon., 1930. En Wikimedia commons), Adolfo Venturi (Anón., 1930 ca. En Wikimedia commons) y Gustavo Giovannoni (s.a., 1863. En Wikimedia commons)

Progresivamente estos legados y posturas teórico-prácticas se van transfiriendo, absorbiendo y reelaborando en otros países, adecuándolas a sus propios contextos. En España, por ejemplo, surgen figuras como Vicente Lampérez y Romea (1861-1923), discípulo de Ricardo Velázquez Bosco y Leopoldo Torres Balbás (1888-1960) a su vez del anterior, quienes asumen estas doctrinas y las siguen desarrollando en su contexto.

En Venezuela también podemos encontrar el papel pionero en muchos arquitectos que, sin considerarse restauradores, ya desde el siglo XIX desempeñaron acciones equivalentes a las de Le Duc, Boito y Beltrami cuando les tocó intervenir sobre edificios preexistentes, conservando de ellos lo que valoraron, gracias a lo cual, en parte estos inmuebles han llegado hasta nuestros días. Ello, además de dedicarse a la formación de las nuevas generaciones. Ejemplos podemos hallar en Juan Hurtado Manrique (1837-1896) y su discípulo Alejandro Chataing (1873-1928) cuando comparten los trabajos de readecuación y ampliación del antiguo Mercado de San Jacinto (1896). Y de manera solitaria cuando el primero interviene sobre el antiguo Convento de San Francisco (1873-1875) para su adecuación como sede de la Universidad de Caracas o en la antigua cárcel y palacio de gobierno colonial, para adecuarlo como Palacio del Ejecutivo guzmancista, la llamada Casa Amarilla (1874-1875). Por su lado Alejandro Chataing sigue la pauta al diseñar el Palacio de Hacienda (1906) sobre el Convento de Carmelitas, o la Academia de Bellas Artes (1903-1906) sobre la casona colonial que fuera del Marqués de Solorzano y en tiempos republicanos residencia de Luisa Cáceres de Arismendi.

Otro ejemplo resalta en los hermanos arquitectos Pedro José (1868-1915) y Luis Beltrán Castillo (1883-1923), primeros titulados en Venezuela como tal, quienes se forman, primero en el Colegio Santa María y luego en la Escuela Nacional de Ingeniería, bajo la guía mentora de Agustín Aveledo (1837-1926). La conciencia de respeto insuflado en su educación se pone de manifiesto cuando a Luis le corresponde proyectar la ampliación de la abadía San José del Ávila (1926) sobre el Internado emprendido por su hermano Pedro José y más tarde al proyectar la nave central de Santa Capilla (1917-1921) sobre el complejo precedente concebido por Juan Hurtado Manrique. Otros casos podemos topar en Antonio Malaussena (1853-1919) y Alejandro Chataing cuando participan en equipo en la pseudo-restauración de la Casa Natal del Libertador Simón Bolívar (1914); en Ricardo Razetti (1868-1932), cuando interviene la Catedral de Maracay (1930), o Gustavo Wallis (1897-1979), en los dos momentos que actúa sobre la Catedral de Caracas (1931 y 1967), son testimonios que, sin ser restauraciones, constituyen los precedentes de la disciplina en nuestro país.

Volviendo al contexto externo, la destrucción masiva de ciudades y pueblos, edificios y obras de arte, causados por las dos guerras mundiales dará pie a nuevas reflexiones y defensores de la conservación del Patrimonio Natural y Cultural, situación que impulsará  el establecimiento  de la Organización de las Naciones Unidas -ONU- (1945) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura -Unesco- (1945), como instrumento para garantizar la paz a través del estímulo a la educación, la ciencia y la cultura.

En ese hilo, nuevos actores emergen en el contexto italiano. Siguiendo la puerta abierta por Renato Bonelli (1911-2004) y Roberto Pane (1897-1987), al acuñar el concepto de la Restauración Crítica, figuras como Cesare Brandi (1906-1988), Piero Gazzola (1908-1979), Carlo Ludovico Ragghianti (1910-1987) y Liliana Grassi (1923-1985) alimentarán con sucesivos aportes su cruzada sobre la misma línea, la cual conlleva a la redacción de la Carta de Venecia (1964) y a la publicación de la Teoría de la Restauración (1964) de Cesare Brandi, texto dogmático y riguroso para orientar y reconducir el deber ser de la disciplina, después de los tiempos aciagos inmediatos a la extendida reconstrucción como panacea, durante la segunda postguerra (González Varas, 2008).




Figuras 20, 21 y 22: Renato Bonelli (s.a.,1990. En Orvieto news),
Roberto Pane (s.a.,1980 ca. En Agora vox Italia) y Cesare Brandi (s.a.,1960 ca. En cesarebrandi.org.)

Pero de manera análoga, otros profesionales emergentes como Marco Dezzi Bardeschi (1934) y Amadeo Bellini (1940) harán lo propio en favor de otra vertiente, dirigida hacia la Conservación Integrada, mientras que un tercer grupo de disidentes como Paolo Marconi (1933-2013) abogan en la Segunda Carta del Restauro (1987) de la cual sería su coordinador y en L’architectura restaurata: Arte e cultura della manutenzione dei monumento (1984), Duplicazioni, copie, restauri (1994), Materia e significato, (1999), entre otras, su interés por una Cultura de Mantenimiento, la atención a la fábrica original y el trabajo sobre el monumento (González Varas, 2008).

Entre tanto, figuras como Umberto Baldini (1921-2006) con su Teoría del restauro e unitá di metodología (1978- 1981) y Giovanni Carbonara (1942) en su Avvicinamento al restauro. Teoría, storia e monumenti (1997), plantean la continuidad de la Restauración Crítica bajo una óptica revisionista.

Unos y otros retrotraen el debate al binomio ideológico decimonónico entre Le Duc y Ruskin, restauración y conservación, una centuria después, pero agregando los saberes que el tiempo ha ido madurando y decantando sobre la disciplina de la conservación.



Figuras 23, 24, 25 y 26: Marco Dezzi Bardeschi (Emanzamp, 2013. En Wikimedia Commons),
Paolo Marconi (Anón., 1906. En Portal de Restauración), Umberto Baldini (Anón., 1970 ca. En Stamp Toscana) y Giovanni Carbonara (Anón., 1990 ca. En Portal de Restauración).

Fin del siglo XX y umbral del nuevo milenio: entre la esperanza y la sustentabilidad


Y el pase de testigo continuará entre las generaciones siguientes, durante las décadas finales del siglo XX y las iniciales del XXI, cuando nuevos escenarios se fueron gestando, globalizándose gracias a la labor de instituciones como el Consejo Internacional de Museos -ICOM- (1946), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza -IUCN- (1948), el Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de los Bienes Culturales -ICCROM- (1956), el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios -ICOMOS- (1965) y el Comité Internacional para la documentación y conservación de la arquitectura y el urbanismo del movimiento moderno -DOCOMOMO- (1988), entre otras, en cuyas filas se han ido incorporando los nuevos profesionales para seguir en esa labor de sinapsis entre unas generaciones y otras.

El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios -ICOMOS- por otro lado, a través de sus miembros organizados en comités nacionales y comités científicos ha ido desarrollando nuevas cartas temáticas especificas por regiones, tipologías edilicias y/o técnicas constructivas, que basadas en los preceptos de la Carta de Venecia han ampliado y aclarado su aplicación a casos específicos.


En España, figuras como Antoni González Moreno Navarro (1943) con su Restauración Objetiva y el Método SCCM de restauración monumental (1999) y Antón Capitel (1947) con Metamorfosis de monumentos y teorías de la restauración (1988) o de generaciones más recientes como Salvador Muñoz Viñas (1963), con la conceptualización de una Teoría Contemporánea de la Restauración (2004) e Ignacio González Varas (1967) con su Conservación de bienes culturales. Teoría, historia, principios y normas (1999) y Patrimonio Cultural: Conceptos, debates y problemas (2015), han incorporado aspectos novedosos al debate de la Conservación y la Restauración como disciplina.




Figuras 27, 28 y 29: Antoni González Moreno Navarro (Anón., 1999 ca. En Diputació de Barcelona),
Antón Capitel (Prensacah20, 2011. En Flickr) y
Salvador Muñoz Viñas (Anón., 2000 ca. En Institut Universitari de Restauració del Patrimoni, UPV).


Y en América, profesionales de las áreas de la Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, del Arte y de la Conservación y Restauración de bienes culturales también contribuirán con la valoración, defensa y preservación del patrimonio cultural. Desde las generaciones pioneras donde podemos encontrar a figuras como Martin Noel (1888-1963), Gérard Morisset (1898- 1970), Emilio Harth Terre (1899-1983), Ángel Francisco Guido (1896-1960), Manuel Toussaint y Ritter (1890-1955), Diego Angulo Iñiguez (1901-1986), Mario José Buschiazzo (1902-1970), Max Ludwig Cetto Day (1903-1980), Enrique Marco Dorta (1911-1980), Henrique Ephim Mindlin (1911-1971), Paul Damaz (1917-2008), Marina Waisman (1920-1997), Israel Katzman (1930), Manuel Mijares y Mijares (1930-2012), Daniel Taboada Espiniella (1931), Sylvio Mutal (1932-2017), Jaime Ortiz Lajous (1933-2017), Alberto Corradine Angulo (1933), Sergio Zaldivar Guerra (1934), Jacques Dalibard (1935-2007), Jorge Alberto Manrique (1936-2016), Hernán Crespo Toral (1937-2008), Carlos Flores Marini (1937-2015), Salvador Díaz Berrio (1940-2013), Javier Villalobos Jaramillo (1941-2017), Robin Letellier (1944-2007), Herb Stovel (1948-2012), Alfonso Ortiz Crespo (1948), entre otros, sembrarán sucesivamente en las nuevas generaciones, el interés por la valoración y conservación del patrimonio, las cuales, focalizadas en cada uno de los países del continente americano irán consolidándose y gestando sus propios grupos de relevo.

En Norteamérica, podemos referir a Dinu Bumbaru,Guy Mason, François LeBlanc, Robert Lemon y Christina Cameron en Canadá; a Gustavo Araoz, Jan C. K. Anderson, Jeanne Marie Teutónico, Frank G. Matero, Pamela Jerome y Michael Taylor en Estados Unidos y en México a Ramón Bonfil Castro, Alberto González Pozo, Francisco Javier López Morales, Olga Orive, Rocío Acosta Chávez, Patricia Correa y Rocío Garza-Leonard.

En Centroamérica son de mencionar, en Guatemala, profesionales como José Alejandro Flores, Donald del Cid, José María Magaña y Blanca Niño Norton. En Nicaragua Nelson Brown Baquero; en Honduras Gloria Lara Pinto. En El Salvador Joaquín Aguilar, Miguel Ángel Rosales, Óscar Alfredo Sosa González, Irma Etelvina Flores Urrutia y Bertha Marina Meléndez Zelaya. En Costa Rica, William Monge y Ofelia Sanou y en Panamá Manuel Choy y Ester Navarro Brin.

En las islas del Caribe, en el caso de República Dominicana podemos referir los nombres de Eugenio Pérez Montás y de Esteban Prieto Vicioso, en tanto en su vecino país, Haití, a Albert Mangonés, su hijo Frederick Mangonés, Patrick Delatour, Daniel Elie y Didier Dominique. En Cuba a Daniel Taboada Espiniella, Isabel Rigol Savio, Ángela Rojas Ávalos, Nelson Melero Lazo, Enrique Capablanca y Carlos Dunn. En Puerto Rico a Efraín Pérez-Chanis, Ricardo Alegría, Beatriz del Cueto López, Agamemnon Gus Pantel, Magda Bardina-García, Doris Maza García y Milagros Flores, así como en Jamaica a Patricia Elaine Green y en Curazao a Fernando Julián.

Para cerrar con Suramérica, además del caso de Venezuela, podemos hallar en la vecina Colombia figuras como German Téllez, Alberto Corradine Angulo, Guillermo Trimmiño Arango, Rodolfo Ulloa Vergara, Roberto de la Vega, Silvia Arango, Juan Luis Isaza Londoño y Alberto Samudio. En Ecuador a Alfonso Ortiz Crespo, Wilson Herdoiza y Antonela Fustillos. En Perú a Víctor Pimentel, Ruth Shady Solís, Patricia Navarro Grau, Julio Vargas Neumann, Alejandro Alba Valderrama. En Bolivia José de Mesa, Teresa Gisbert, Mireya Muñoz, Pedro Querejazu y Elizabeth Torres. En Brasil a Augusto da Silva Telles, Suzanna do Amaral Cruz Sampaio, Paulo Ormindo de Azevedo, Mário Mendonça de Oliveira y María Isabel Kanan. En Argentina a Ramón Gutiérrez, Graciela María Viñuales, María de las Nieves Arias Incolla, Alfredo Conti, Luis María Calvo y Jorge Tartarini. En Paraguay, María Teresa Gaona. En Uruguay Rubén García y Mariella Russi Podesta, y en Chile a Edwin Binda Compton, Mónica Bahamondez Prieto, Jorge Atria Lannefranque y José de Nordenflycht.

Valga esta revisión histórica para honrar también a las generaciones pasadas y presentes de Venezuela, en las disciplinas de la Arquitectura, el Urbanismo, la Conservación, las Artes, la Ingeniería, la Arqueología, el Diseño, la Historia del Arte y de la Arquitectura, la Geografía, la Biología, la Literatura, entre tantas otras, que han contribuido con su conocimiento a la valoración y preservación del patrimonio cultural y natural.

Profesionales como Leoncio Martínez -Leo- (1888-1941), Armando Reverón (1889-1954), Carlos Manuel Möller (1896-1966), Carlos Raúl Villanueva (1900-1975), Francisco Narváez (1905-1982), Arturo Uslar Pietri (1906-2001), Armando Planchart (1906-1978), Alfredo Boulton (1908-1995), Isabel Aretz (1909-2005), Guillermo Meneses (1911-1978), Josep María Cruxent (1911-2005), Juan Manuel Zapatero y López-Ayala (1918-2004), Guillermo José Schael (1919-1989), Aquiles Nazoa (1920-1976), Leszek Zawisza (1920-2014), Alejandro Otero (1921-1990), Tomas José Sanabria (1922-2008), Mauro Páez Pumar (1923-1974), Sofía Imber (1924-2017), Graziano Gasparini (1924), Margot Benacerraf (1926), Víctor Manuel Fossi Belloso (1928-2014), Juan Pedro Posani (1931), Erika Wagner Koppelt (1937), José Antonio Abreu (1939-2018), Carlos Federico Duarte Gaillard (1939), Paolo D’Onghia (.s.f-2007), Gustavo Diaz Spinetti (s.f.), Marcos París del Gallego (s.f.), entre otros, abrieron el camino a las sucesivas generaciones de profesionales.

La lista se extiende en orden generacional y hasta los diferentes ámbitos de la geografía nacional en los nombres de Rudolph Moreno, Leoncio Martínez, Omar Hernández, Ramón Paolini, Eligia Calderón Trejo, Manuel López Vila, Luis Guillermo Marcano, Ciro Caraballo, Mariela Maiz Russian, Anders K. Noorgard W., María Eugenia Carrasquel, Germán Mantilla Monagas, Milagros Ochea, Mildred Egui Boccardo, Sara Atienzar, María Carlota Ibáñez, Rafael Loreto, Silvia Hernández de Lasala, María Eugenia Bacci, Lorenzo González Casas, Ileana Vásquez de La Torre, Ana María Monzón, Mercedes Fuenmayor, Juan José Pérez Rancel, Vilma Nobile, María Fernanda Jaua, Henry Vicente Garrido, Maya Felice, Hannia Gómez, Beatriz Meza, Enrique Cerón, Milagros Aldana, Antonieta Álvarez Herrera, Luis Polito, María Ortiz, Lesmes Castañeda, Carlos Rodríguez, Alfonso Olivares, Juan Borges, José Antonio Arrieta, Virginia Vivas, Luis Molina, Fabiola Velasco, Orlando Araque, Solvey Romero, Claudia Rodríguez, Josennya Noroño, Patricia Morales, María Victoria Herrera, Fabiola López Durán, Thamaira Caraballo, Francisco Pérez Gallego, Simón Cruz, Carolina Cotto, Jesús Galíndez, Nelly del Castillo, Carmen Dali, Juan Carlos León, Melín Nava, Orlando Marín, Mario Santana, Luis Guillermo Román, Javier Cerisola, Pablo Ballini, Soraya Nweihed, Roberto Stiuv, Anabella Spagnolo, Mariela Cavalieri, Cynthia Bakos, Marnie Soto, Ana Cecilia Flores, Debby Avendaño, Gregory Vertullo, Hersilia Barbosa, Maritza Angarita, Hernán Lameda, Valeria Ragone, Blanca Rivero y Luis La Rosa, entre otros, quienes desde sus diversas disciplinas en el ámbito del ejercicio profesional, institucional, gubernamental, artístico, científico, académico, docente, investigativo, y/o editorial, han contribuido a construir y a preservar la venezolanidad y cuyo fanal, todavía en el presente, ilumina y se proyecta hacia el futuro como norte, en la permanente construcción de la identidad nacional y la preservación del patrimonio cultural y natural.

Y de igual forma, debemos señalar a las jóvenes generaciones en formación, ya que ellas representan el germen de los líderes del futuro, y quienes, pese a todos los obstáculos, han de perseverar por formarse y prepararse para contribuir con su trabajo a la defensa del patrimonio cultural y natural actual y a la construcción del patrimonio cultural del futuro, para que dicho legado pueda permanecer y ser disfrutado en los milenios porvenir. Mantengamos la esperanza.







Comité Venezolano del 

Consejo Internacional de Monumentos y Sitios