Figura 1: La Escuela
de Atenas
(Sancio, 1510-1512, En Wikimedia
Commons). |
“Y nosotros los arquitectos que nos encargamos de los monumentos arquitectónicos, que aprendemos a leer esta historia en las estructuras de los edificios, en sus ornamentos, en las transformaciones, en la estratigrafía y en las superposiciones de las intervenciones que representan cada generación de individuos lejanos y cercanos…, necesitamos conocer cómo cada época encuentra o niega su pasado de acuerdo a su propia visión, con el presupuesto de definir su propia posición en su presente particular y con miras a su continuidad en el futuro…(Ceschi, 1970).
|
Introducción
El Día Internacional de los Monumentos y Sitios se
celebra desde 1983. Su origen se remonta al 18 de abril de 1982, cuando la
reunión de la directiva del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios –
ICOMOS, coincidió en Hammamet con el Coloquio organizado por el Comité Nacional
de ICOMOS de Túnez. En esa ocasión se decidió instituir el Día Internacional de
los Monumentos y Sitios, con la idea de conmemorarlo cada año a nivel mundial,
como una oportunidad para despertar la conciencia colectiva sobre la diversidad
del patrimonio mundial y los esfuerzos requeridos para su protección y
conservación, así como para hacer un llamado de atención hacia su
vulnerabilidad. Esta propuesta fue planteada por el Comité Ejecutivo de ICOMOS
a la UNESCO y aprobada por la Conferencia General de este organismo en su 22ª
Sesión, en noviembre de 1983.
Desde entonces, el ICOMOS sugiere un tema anual para
analizar y desarrollar por parte de los comités y sus miembros esta fecha,
favoreciendo la realización de actividades con el fin de propagar y enriquecer
el conocimiento sobre el patrimonio cultural entre los propietarios, los entes
públicos y privados, involucrados en la materia, así como en el público en
general, relacionando de esta manera un tema global con las realidades
nacionales y/o locales.
Este año, el tema seleccionado para su conmemoración es “Patrimonio para nuestras Generaciones”.
Encarna un tema que en el caso venezolano se torna notablemente sensible, ante
la situación general que vive el país, promotora de la diáspora de sus ciudadanos,
y en especial de las generaciones más jóvenes; el relevo generacional de todas
sus áreas, dentro de las cuales la Conservación del Patrimonio Cultural no es
una excepción.
Alarma ver como los jóvenes egresados, preparados en
áreas como la Arquitectura, el Urbanismo, la Ingeniería, las Artes, la
Literatura, la Historia, la Arqueología, la Antropología, la Geografía, la
Biología, la Música entre otras, emprenden nuevos rumbos en pro de anclar su
destino en otras tierras, donde poder ejercer las disciplinas que con esfuerzo
y pasión lograron coronar y el Estado y sus familias apoyar. En el mejor de los
casos, esas generaciones siguen nuevas vías para continuar estudios de cuarto
nivel, en espera de perfeccionar su formación para regresar al país a ejercer
los saberes para los cuales se han preparado. Pero en otro, permanecen en los
nuevos destinos que se verán favorecidos por la llegada de emigrantes
preparados. Es triste ver como los
discípulos que han transitado por las aulas se gradúan e inmediatamente
despegan buscado forjarse el futuro que el suelo natal les niega.
Esperamos que este clamor induzca un llamado de atención
a la opinión pública y en especial a las clases dirigentes, porque el principal
patrimonio de un país es su gente, sus ciudadanos; sin ellos no hay patrimonio
tangible, ni intangible que conservar, ni seguir cimentando para enriquecer las
listas del legado cultural en germen; aquel que las próximas generaciones
futuras han de disfrutar, usufructuar y seguir conservando para su transferencia
a las venideras hasta la perpetuidad.
Tal vez una contribución para hacer comprender lo que
significa esta situación podemos encontrarla en la misma Historia de la
disciplina de la Conservación, donde el traspaso de saberes entre unos autores
y otros, a través del tiempo fue consolidándola y perfeccionándola, con todos
sus matices y bemoles, hasta hacer de ella el complejo mundo que en la
actualidad ocupa a múltiples disciplinas a nivel mundial, en favor de la
preservación de la herencia natural y cultural, como instrumento de resguardo
de la paz mundial y por añadidura, de la elevación de la calidad de vida de la
Humanidad.
La Antigüedad clásica: las primigenias generaciones de la conservación
La Historia nos señala cómo a través del tiempo, durante
las diversas épocas y estilos de su devenir, las sociedades, en sus variadas
formas de vida, a través de sus generaciones han ido transfiriendo su legado
natural y cultural, además de la modalidad de valorarlo e interpretarlo a las
siguientes, quienes a su vez las adoptan, las enriquecen o reducen, en función
de nuevas realidades, para de nuevo devolverlas a la cadena del tiempo hasta
perderse en la eternidad.
Desde la antigüedad clásica, la transferencia de saberes
de los maestros, filósofos, artistas y científicos a sus discípulos permitió su
persistencia en el tiempo, quienes, al heredarlos, los siguieron
engrandeciendo, incorporando nuevas visiones que permitieron forjar otros
horizontes. Claro ejemplo de la cesión de saberes y tradiciones lo representa
la figura del filósofo griego Platón (c. 427 - 347 a. C.) quien fue seguidor de
Sócrates, pero a su vez maestro de Aristóteles, Eudoxo de Cnido, Jenócrates,
Heráclides Póntico, Espeusipo, Filippo de Opunte y León de Bizancio (Delius et
al, 2005).
Otra figura clave de la cultura griega es la de Fidias (Atenas, h. 490 a.C.- 431 a.C.), discípulo de Egia y de Agéladas de Argos. Fue el arquitecto responsable de la reconstrucción de la Acrópolis de Atenas en tiempos de Pericles y junto a sus educandos, Alcámenes, Colotes y Agorácrito, además de coetáneos como Praxíteles, Lisipo y Escopas, forjaron la etapa dorada del Helenismo (Azcárate Ristori, 1986:73). Su legado se transfirió a las generaciones sucesivas, quienes a su vez las reelaboraron, procediendo a realizar acciones de reparación, reintegración de partes, reconstrucción y reproducción de obras, que eran las técnicas que conceptualmente empleaban para la preservación de la memoria de sus precursores.
En Roma, por su lado, Marco Vitruvio Polión (c. 80-70 a. C.-15 a. C.) fue receptor en parte y transmisor de ese legado, a través de los diez libros que conforman su obra De Architectura (27 a. C. - 23 a. C.), inspirada en los teóricos helenísticos, y dedicados a la difusión de los valores de las obras de aquel periodo al emperador Augusto.
Figuras 2, 3 y 4: Platón (Marie-Lan Nguyen, 2006. En Wikimedia Commons), |
Entre el Paleocristiano y el Gótico: un largo tránsito entre mutaciones y nuevas creaciones
La Edad Media representa un largo periodo de más de diez
siglos, que se extienden desde el siglo V, en el año 476, con la caída del
Imperio Romano de Occidente hasta al siglo XV, en el año 1492, con la llegada
de Colón a América, durante los cuales se continuaron traspasando los
conocimientos de forma anónima de los maestros mayores de los gremios de
artesanos, a sus discípulos. Los conocimientos de cantería, albañilería,
carpintería y forja, y con ellos las sabidurías para perfeccionar la
elaboración, pero a la vez su conservación y restauración, se resguardaban en
la medida que estas actividades se hacían necesarias para preservar la
remembranza de sus sitios, edificios y obras de arte.
A ello hay que agregar que durante la Edad Media los
vestigios del pasado antiguo fueron considerados como “los lazos que mantenían la identidad y el prestigio de una edad
asimilada y apropiada como substancia necesaria para alimento y desarrollo de
una nueva cosmovisión, pero sin intervenir en ello la ruptura irreflexiva de la
historia” (González Varas, 2008). En consecuencia, la adopción de lo
heredado y la transmisión entre generaciones generó una conexión con la
antigüedad, reinterpretada como sustento para seguir construyendo el futuro.
A pesar del anonimato dominante, debido al colectivismo de los gremios artesanales, figuras como Pierre de Montreuil (1200-1267), autor de la capilla y refectorio de la abadía de Saint-Germain-des-Près, director de las obras de la catedral de Notre-Dame y posible autor de la Santa Capilla de París; Jean de Chelles (siglo XIII) y Pierre de Chelles (siglo XIII), también maestros de la Catedral de Notre Dame de París; Arnolfo di Cambio (1232 o 1245 – 1310), proyectista de las catedrales de Florencia, Orvieto y la basílica de la Santa Cruz de Florencia; Juan Guas (1430-1496) maestro de las catedrales de Ávila, Segovia y la iglesia de San Juan de Los Reyes de Toledo, por mencionar algunos nombres que han trascendido, entre muchos otros anónimos, laborarán transfiriendo el conocimiento a sus discípulos, proceso que repetirán con la misma fórmula hasta los albores del Renacimiento.
A pesar del anonimato dominante, debido al colectivismo de los gremios artesanales, figuras como Pierre de Montreuil (1200-1267), autor de la capilla y refectorio de la abadía de Saint-Germain-des-Près, director de las obras de la catedral de Notre-Dame y posible autor de la Santa Capilla de París; Jean de Chelles (siglo XIII) y Pierre de Chelles (siglo XIII), también maestros de la Catedral de Notre Dame de París; Arnolfo di Cambio (1232 o 1245 – 1310), proyectista de las catedrales de Florencia, Orvieto y la basílica de la Santa Cruz de Florencia; Juan Guas (1430-1496) maestro de las catedrales de Ávila, Segovia y la iglesia de San Juan de Los Reyes de Toledo, por mencionar algunos nombres que han trascendido, entre muchos otros anónimos, laborarán transfiriendo el conocimiento a sus discípulos, proceso que repetirán con la misma fórmula hasta los albores del Renacimiento.
Del Renacimiento al Barroco: reelaboraciones del lenguaje clásico
Las etapas del Renacimiento y el Barroco nos remiten
nuevos testimonios exhaustivos de la misma directriz, aunque sin duda de manera
más documentada que en las etapas precedentes. A través de las generaciones de
mecenas y maestros se fueron forjando los noveles artistas y científicos que
revolucionaron a la postre, sus respectivas disciplinas. No obstante, es una
fase de gran contradicción, en tanto por un lado se valoraban los modelos de la
antigüedad como fuentes de inspiración, por otro, se intervenían o destruían
con cierta indiferencia obras originales en pro de la fábrica moderna (Ceschi,
1970).
El escultor italiano Nicola Pisano (1215/1220 -
1278/1284), considerado uno de los últimos representantes de la escultura
medieval gótica y pionero del Renacimiento, formará a Arnolfo di Cambio, (1232
o 1245 – 1310), autor de la Catedral de Florencia, de cuya obra parte Filippo
Brunelleschi (1377-1446), para concretar la cúpula sobre la estructura portante
iniciada por su predecesor, conservando la preexistencia medieval. Las ideas
novedosas de Brunelleschi serán continuadas y magnificadas por León Battista
Alberti (1404-1472). Y este hilo continúa en la trayectoria de los siguientes
maestros.
Leonardo
Da Vinci (1452-1519) estudió con el célebre pintor florentino Andrea de
Verrocchio; Miguel Angel Buonarroti (1475-1564) se formó con Domenico y Davide
di Tomaso di Currado -los Ghirlandaio- y Rafaello Sancio -Rafael de Urbino-
(1483-1520) se preparó con Giovanni Santi, Timoteo Viti y Pietro Perugino. Todos
tuvieron importantes maestros, no obstante, los discípulos tomando la esencia
del legado de sus tutores lo reelaboraron y magnificaron en sus obras hasta
transformarlo en el símbolo de la época del Renacimiento. Figura clave de la
valoración y defensa del patrimonio en esa época la constituye precisamente
Rafael Sancio cuando en 1515, le fueron otorgados poderes como “Comisario o
inspector de las Antigüedades de Roma", en pro de contener la depredación
en ciernes sobre los monumentos romanos y preservar al menos, los epígrafes y
obras de arte dispuestos sobre las edificaciones en proceso de desmantelamiento
como el Coliseo.
Cuando Giorgio Vassari (1511-1574) publica “Las vidas de
los más excelentes pintores, escultores y arquitectos italianos desde Cimabue
hasta nuestros tiempos” (1550 y 1568), primera Historia del Arte y la
Arquitectura, esta deviene en virtuoso símbolo del tributo crítico realizado
por un discípulo para valorar y glorificar el genio creador de aquellos, entre
otros sus maestros y compañeros del Renacimiento (Chueca Goitia, 2000).
Y con el surgir del Manierismo surgen nuevas señales de
este continuo devenir generacional. Giulio Romano (1499-1546), fue prominente
alumno y asistente de Rafael. Siguiendo sus enseñanzas, a la postre concluye
algunas de sus obras y Andrea di Pietro della Góndola -Palladio- (1508-1580),
al ser motivado por su mentor, el humanista y arquitecto Gian Giorgio Trissino,
le acompaña a Roma en 1551, quedando prendado por la magnificencia de la
arquitectura romana, imagen que imprimiría el imperecedero sello clásico a su
obra.
En el Barroco, las figuras de Bernini (1598-1680) y Borromini (1599-1667) nos aportan otros signos. Bernini se forma con su padre, el escultor Pedro Bernini y Borromini hace lo propio con su longevo pariente, Carlo Maderno (1556-1629). Ambos trascenderán a sus maestros elevando y connotando hasta el presente las disciplinas artísticas de la época de la Contrarreforma.
En el Barroco, las figuras de Bernini (1598-1680) y Borromini (1599-1667) nos aportan otros signos. Bernini se forma con su padre, el escultor Pedro Bernini y Borromini hace lo propio con su longevo pariente, Carlo Maderno (1556-1629). Ambos trascenderán a sus maestros elevando y connotando hasta el presente las disciplinas artísticas de la época de la Contrarreforma.
De igual forma, en el siglo XVIII, el arqueólogo Johann
Joachim Winckelmann (1717-1768) se instruye en cultura griega de la mano de los
docentes del Instituto Salzwedel de Brandeburgo y luego en la Universidad de
Halle-Wittenberg, a partir de cuyas luces emprende su reivindicación de la
cultura griega, en obras pioneras como Reflexiones
sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y la escultura (1755)
e Historia del arte de la Antigüedad
(1764). Por su lado, el arquitecto oriundo del Véneto, Giovanni Battista
Piranesi (1720 -1778) hace lo propio cuando se prepara en Venecia con su tío
materno Matteo Lucchesi, que fungía de Magistrato delle Acque en la ciudad,
para defender el legado etrusco y romano (Chueca Goitia, 2000).
Otro tanto aportará el arquitecto sueco-británico William Chambers (1723-1796), quien trabajando en la Compañía Sueca de las Indias Orientales, se aproxima al estudio de la arquitectura china y luego de laurearse en Arquitectura en París con Jacques-François Blondel (1705-1774) y los miembros del círculo de Jacques Germain Soufflot, seguiría la pauta, contribuyendo también a despertar el interés por el legado de las culturas orientales en obras como Designs of Chinese buildings, furniture, dresses, machines, and utensils: to which is annexed a description of their temples, houses, gardens, & c (1757).
Otro tanto aportará el arquitecto sueco-británico William Chambers (1723-1796), quien trabajando en la Compañía Sueca de las Indias Orientales, se aproxima al estudio de la arquitectura china y luego de laurearse en Arquitectura en París con Jacques-François Blondel (1705-1774) y los miembros del círculo de Jacques Germain Soufflot, seguiría la pauta, contribuyendo también a despertar el interés por el legado de las culturas orientales en obras como Designs of Chinese buildings, furniture, dresses, machines, and utensils: to which is annexed a description of their temples, houses, gardens, & c (1757).
También en Francia, los revolucionarios arquitectos Étienne-Louis Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806), se preparan en la École des Arts de París, de Jacques-François Blondel, quien les insuflará su atracción por el gusto clásico y la revalorización de aquellas formas de la antigüedad que tomarán como modelos para forjar una nueva arquitectura y a la vez valorar y preservar la preexistente, como lo hace Boullée en el Palacio del Eliseo. Este será maestro a la vez de Jean-Nicholas-Louis Durand (1760-1834), quien, formado en su taller, servirá luego de difusor de los tipos y formas clásicas para el resto de Europa y América con su Précis des lecons d'architecture (1802-1809).
Situaciones paralelas se darán en Alemania en las figuras
de Langhans (1732-1808) y David Friedrich Gilly (1748-1808) y su hijo Friedrich
Gilly (1772-1800), quienes a su vez contribuirán en la formación de Karl
Friedrich Schinkel (1781-1841) y Leo Von Klenze (1784-1864); todos ellos
defensores y difusores del gusto neoclásico en ciudades como Berlín y Múnich
(Chueca Goitia, 2000).
Y en el siglo XIX, bajo el ideario del Romanticismo, la
labor de Félix Duban (1789-1870), Prosper Mérimée (1803-1870) y
Jean-Baptiste-Antoine Lassus (1803-1870), en la siembra de afecto hacia el
patrimonio edificado francés, y en particular al de factura medieval, en el
joven Eugene Viollet-Le-Duc (1814-1874), desconocían el impacto que su labor
docente llegaría a alcanzar en forjar la obra de su pupilo en las décadas
subsiguientes y para el resto de la historicidad. Lo dicho, tanto en aspectos
dogmáticos en contenidos como Diccionario
de la Arquitectura Francesa de los siglos XI al XVI (1854-1868), Mémoire sur la défense de Paris (1871) y
Entretiens sur l'architecture
(1863-1872), entre tantos otros, como en los pragmáticos, a través del
vastísimo número de obras intervenidas, en el contexto de la Francia del
Segundo Imperio (Chueca Goitia, 2000).
Otrora ocurriría en Inglaterra con John Ruskin
(1819-1900), cuya labor crítica a favor de la conservación, diseminada en sus Siete Lámparas de la Arquitectura (1849)
y Las Piedras de Venecia (1851-1853),
obtendrían frutos concretos a la postre en el joven William Morris (1834-1896),
quien desde la trinchera académica de Oxford y a pesar de fallecer antes que su
maestro, ampliaría su legado al instalar la Sociedad para la protección de
edificios antiguos (Society for the Protection of the Ancient Building) y el
Movimiento de Artes y Oficios (Arts and Crafts), como instrumento para
recuperar los saberes intangibles de los oficios artesanales del Medioevo, en
miras a su aplicación en la conservación y como instrumento indirecto de
reivindicación social.
Figuras 14 y 15: Eugene Viollet-Le-Duc (Nadar,s.f. En Wikimedia Commons) y |
Entre siglos y entreguerras: tiempo de maduración disciplinar en tiempos de Modernidad
La transmisión del debate teórico de la conservación y la
restauración del escenario galo y anglosajón a los confines itálicos, dará
nuevos ejemplos de la cesión de principios y preocupación conservativa del
patrimonio entre las figuras de Camilo Boito (1836-1914), Luca Beltrami
(1854-1933), Adolfo Venturi (1856-1941), Gaetano Moretti (1860-1938) y Gustavo
Giovannoni (1873-1947). Ellos, recibiendo el legado de sus predecesores, fueron
sucesivamente reflexionando sobre el tema para ir acuñando nuevos términos y
principios que decantan en las corrientes de la Restauración Filológica, la
Restauración Histórica y la Restauración Científica respectivamente, además de
contribuir con numerosos trabajos de restauración (González Varas, 2008). Todo
este debate converge en la Conferencia Internacional de Atenas para la
Restauración y su documento conclusivo, la Carta de Atenas (1931).
Y desde el contexto austrohúngaro, también aflora la
figura de Alois Riegl (1858-1905) quien formado en la Escuela de Historia del
Arte de la Universidad de Viena, de la mano de Franz Brentano, Alexius Meinong,
Max Budinger y Robert Zimmerman, además de la impronta de Giovanni Morelli,
llegará a ser presidente de la Comisión de Monumentos Históricos de Austria y
entonces concentrar su aporte en El Culto Moderno a los Monumentos (1903), una
obra visionaria que todavía, al día de hoy, mantiene vigencia respecto al
juicio de los valores que en la época moderna reposan sobre los bienes
culturales.
Progresivamente estos legados y posturas teórico-prácticas se van transfiriendo, absorbiendo y reelaborando en otros países, adecuándolas a sus propios contextos. En España, por ejemplo, surgen figuras como Vicente Lampérez y Romea (1861-1923), discípulo de Ricardo Velázquez Bosco y Leopoldo Torres Balbás (1888-1960) a su vez del anterior, quienes asumen estas doctrinas y las siguen desarrollando en su contexto.
En Venezuela también podemos encontrar el papel pionero
en muchos arquitectos que, sin considerarse restauradores, ya desde el siglo
XIX desempeñaron acciones equivalentes a las de Le Duc, Boito y Beltrami cuando
les tocó intervenir sobre edificios preexistentes, conservando de ellos lo que
valoraron, gracias a lo cual, en parte estos inmuebles han llegado hasta
nuestros días. Ello, además de dedicarse a la formación de las nuevas
generaciones. Ejemplos podemos hallar en Juan Hurtado Manrique (1837-1896) y su
discípulo Alejandro Chataing (1873-1928) cuando comparten los trabajos de
readecuación y ampliación del antiguo Mercado de San Jacinto (1896). Y de
manera solitaria cuando el primero interviene sobre el antiguo Convento de San
Francisco (1873-1875) para su adecuación como sede de la Universidad de Caracas
o en la antigua cárcel y palacio de gobierno colonial, para adecuarlo como
Palacio del Ejecutivo guzmancista, la llamada Casa Amarilla (1874-1875). Por su
lado Alejandro Chataing sigue la pauta al diseñar el Palacio de Hacienda (1906)
sobre el Convento de Carmelitas, o la Academia de Bellas Artes (1903-1906)
sobre la casona colonial que fuera del Marqués de Solorzano y en tiempos
republicanos residencia de Luisa Cáceres de Arismendi.
Otro ejemplo resalta en los hermanos arquitectos Pedro
José (1868-1915) y Luis Beltrán Castillo (1883-1923), primeros titulados en
Venezuela como tal, quienes se forman, primero en el Colegio Santa María y
luego en la Escuela Nacional de Ingeniería, bajo la guía mentora de Agustín
Aveledo (1837-1926). La conciencia de respeto insuflado en su educación se pone
de manifiesto cuando a Luis le corresponde proyectar la ampliación de la abadía
San José del Ávila (1926) sobre el Internado emprendido por su hermano Pedro
José y más tarde al proyectar la nave central de Santa Capilla (1917-1921)
sobre el complejo precedente concebido por Juan Hurtado Manrique. Otros casos
podemos topar en Antonio Malaussena (1853-1919) y Alejandro Chataing cuando
participan en equipo en la pseudo-restauración de la Casa Natal del Libertador
Simón Bolívar (1914); en Ricardo Razetti (1868-1932), cuando interviene la
Catedral de Maracay (1930), o Gustavo Wallis (1897-1979), en los dos momentos
que actúa sobre la Catedral de Caracas (1931 y 1967), son testimonios que, sin
ser restauraciones, constituyen los precedentes de la disciplina en nuestro
país.
Volviendo al contexto externo, la destrucción masiva de
ciudades y pueblos, edificios y obras de arte, causados por las dos guerras
mundiales dará pie a nuevas reflexiones y defensores de la conservación del
Patrimonio Natural y Cultural, situación que impulsará el establecimiento de la Organización de las Naciones Unidas
-ONU- (1945) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura -Unesco- (1945), como instrumento para garantizar la paz a
través del estímulo a la educación, la ciencia y la cultura.
En ese hilo, nuevos actores emergen en el contexto italiano. Siguiendo la puerta abierta por Renato Bonelli (1911-2004) y Roberto Pane (1897-1987), al acuñar el concepto de la Restauración Crítica, figuras como Cesare Brandi (1906-1988), Piero Gazzola (1908-1979), Carlo Ludovico Ragghianti (1910-1987) y Liliana Grassi (1923-1985) alimentarán con sucesivos aportes su cruzada sobre la misma línea, la cual conlleva a la redacción de la Carta de Venecia (1964) y a la publicación de la Teoría de la Restauración (1964) de Cesare Brandi, texto dogmático y riguroso para orientar y reconducir el deber ser de la disciplina, después de los tiempos aciagos inmediatos a la extendida reconstrucción como panacea, durante la segunda postguerra (González Varas, 2008).
En ese hilo, nuevos actores emergen en el contexto italiano. Siguiendo la puerta abierta por Renato Bonelli (1911-2004) y Roberto Pane (1897-1987), al acuñar el concepto de la Restauración Crítica, figuras como Cesare Brandi (1906-1988), Piero Gazzola (1908-1979), Carlo Ludovico Ragghianti (1910-1987) y Liliana Grassi (1923-1985) alimentarán con sucesivos aportes su cruzada sobre la misma línea, la cual conlleva a la redacción de la Carta de Venecia (1964) y a la publicación de la Teoría de la Restauración (1964) de Cesare Brandi, texto dogmático y riguroso para orientar y reconducir el deber ser de la disciplina, después de los tiempos aciagos inmediatos a la extendida reconstrucción como panacea, durante la segunda postguerra (González Varas, 2008).
Figuras
20, 21 y 22: Renato Bonelli (s.a.,1990. En Orvieto news),
Roberto Pane (s.a.,1980 ca. En Agora vox Italia) y
Cesare Brandi (s.a.,1960 ca. En cesarebrandi.org.) |
Pero de manera análoga, otros profesionales emergentes
como Marco Dezzi Bardeschi (1934) y Amadeo Bellini (1940) harán lo propio en
favor de otra vertiente, dirigida hacia la Conservación Integrada, mientras que
un tercer grupo de disidentes como Paolo Marconi (1933-2013) abogan en la Segunda Carta del Restauro (1987) de la
cual sería su coordinador y en L’architectura
restaurata: Arte e cultura della manutenzione dei monumento (1984), Duplicazioni, copie, restauri (1994), Materia e significato, (1999), entre
otras, su interés por una Cultura de Mantenimiento, la atención a la fábrica
original y el trabajo sobre el monumento (González Varas, 2008).
Entre tanto, figuras como Umberto Baldini (1921-2006) con
su Teoría del restauro e unitá di
metodología (1978- 1981) y Giovanni Carbonara (1942) en su Avvicinamento al restauro. Teoría, storia e
monumenti (1997), plantean la continuidad de la Restauración Crítica bajo
una óptica revisionista.
Unos y otros retrotraen el debate al binomio ideológico
decimonónico entre Le Duc y Ruskin, restauración y conservación, una centuria
después, pero agregando los saberes que el tiempo ha ido madurando y decantando
sobre la disciplina de la conservación.
Fin
del siglo XX y umbral del nuevo milenio: entre la esperanza y la sustentabilidad
Y el pase de testigo continuará entre las generaciones
siguientes, durante las décadas finales del siglo XX y las iniciales del XXI,
cuando nuevos escenarios se fueron gestando, globalizándose gracias a la labor
de instituciones como el Consejo Internacional de Museos -ICOM- (1946), la
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza -IUCN- (1948), el
Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de los
Bienes Culturales -ICCROM- (1956), el Consejo Internacional de Monumentos y
Sitios -ICOMOS- (1965) y el Comité Internacional para la documentación y
conservación de la arquitectura y el urbanismo del movimiento moderno
-DOCOMOMO- (1988), entre otras, en cuyas filas se han ido incorporando los
nuevos profesionales para seguir en esa labor de sinapsis entre unas
generaciones y otras.
El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios -ICOMOS-
por otro lado, a través de sus miembros organizados en comités nacionales y
comités científicos ha ido desarrollando nuevas cartas temáticas especificas
por regiones, tipologías edilicias y/o técnicas constructivas, que basadas en
los preceptos de la Carta de Venecia han ampliado y aclarado su aplicación a
casos específicos.
En España, figuras como Antoni González Moreno Navarro
(1943) con su Restauración Objetiva y el Método
SCCM de restauración monumental (1999) y Antón Capitel (1947) con Metamorfosis de monumentos y teorías de la
restauración (1988) o de generaciones más recientes como Salvador Muñoz
Viñas (1963), con la conceptualización de una Teoría Contemporánea de la Restauración (2004) e Ignacio González
Varas (1967) con su Conservación de
bienes culturales. Teoría, historia, principios y normas (1999) y Patrimonio Cultural: Conceptos, debates y
problemas (2015), han incorporado aspectos novedosos al debate de la
Conservación y la Restauración como disciplina.
Y en América, profesionales de las áreas de la Historia
de la Arquitectura y del Urbanismo, del Arte y de la Conservación y
Restauración de bienes culturales también contribuirán con la valoración,
defensa y preservación del patrimonio cultural. Desde las generaciones pioneras
donde podemos encontrar a figuras como Martin Noel (1888-1963), Gérard Morisset
(1898- 1970), Emilio Harth Terre (1899-1983), Ángel Francisco Guido
(1896-1960), Manuel Toussaint y Ritter (1890-1955), Diego Angulo Iñiguez
(1901-1986), Mario José Buschiazzo (1902-1970), Max Ludwig Cetto Day
(1903-1980), Enrique Marco Dorta (1911-1980), Henrique Ephim Mindlin
(1911-1971), Paul Damaz (1917-2008), Marina Waisman (1920-1997), Israel Katzman
(1930), Manuel Mijares y Mijares (1930-2012), Daniel Taboada Espiniella (1931),
Sylvio Mutal (1932-2017), Jaime Ortiz Lajous (1933-2017), Alberto Corradine
Angulo (1933), Sergio Zaldivar Guerra (1934), Jacques Dalibard (1935-2007),
Jorge Alberto Manrique (1936-2016), Hernán Crespo Toral (1937-2008), Carlos
Flores Marini (1937-2015), Salvador Díaz Berrio (1940-2013), Javier Villalobos
Jaramillo (1941-2017), Robin Letellier (1944-2007), Herb Stovel (1948-2012),
Alfonso Ortiz Crespo (1948), entre otros, sembrarán sucesivamente en las nuevas
generaciones, el interés por la valoración y conservación del patrimonio, las
cuales, focalizadas en cada uno de los países del continente americano irán
consolidándose y gestando sus propios grupos de relevo.
En Norteamérica, podemos referir a Dinu Bumbaru,Guy Mason, François LeBlanc, Robert Lemon y Christina Cameron en Canadá; a Gustavo Araoz, Jan C. K. Anderson, Jeanne Marie Teutónico, Frank G. Matero, Pamela Jerome y Michael Taylor en Estados Unidos y en México a Ramón Bonfil Castro, Alberto González Pozo, Francisco Javier López Morales, Olga Orive, Rocío Acosta Chávez, Patricia Correa y Rocío Garza-Leonard.
En Centroamérica son de mencionar, en Guatemala, profesionales como José Alejandro Flores, Donald del Cid, José María Magaña y Blanca Niño Norton. En Nicaragua Nelson Brown Baquero; en Honduras Gloria Lara Pinto. En El Salvador Joaquín Aguilar, Miguel Ángel Rosales, Óscar Alfredo Sosa González, Irma Etelvina Flores Urrutia y Bertha Marina Meléndez Zelaya. En Costa Rica, William Monge y Ofelia Sanou y en Panamá Manuel Choy y Ester Navarro Brin.
En las islas del Caribe, en el caso de República Dominicana podemos referir los nombres de Eugenio Pérez Montás y de Esteban Prieto Vicioso, en tanto en su vecino país, Haití, a Albert Mangonés, su hijo Frederick Mangonés, Patrick Delatour, Daniel Elie y Didier Dominique. En Cuba a Daniel Taboada Espiniella, Isabel Rigol Savio, Ángela Rojas Ávalos, Nelson Melero Lazo, Enrique Capablanca y Carlos Dunn. En Puerto Rico a Efraín Pérez-Chanis, Ricardo Alegría, Beatriz del Cueto López, Agamemnon Gus Pantel, Magda Bardina-García, Doris Maza García y Milagros Flores, así como en Jamaica a Patricia Elaine Green y en Curazao a Fernando Julián.
Para cerrar con Suramérica, además del caso de Venezuela, podemos hallar en la vecina Colombia figuras como German Téllez, Alberto Corradine Angulo, Guillermo Trimmiño Arango, Rodolfo Ulloa Vergara, Roberto de la Vega, Silvia Arango, Juan Luis Isaza Londoño y Alberto Samudio. En Ecuador a Alfonso Ortiz Crespo, Wilson Herdoiza y Antonela Fustillos. En Perú a Víctor Pimentel, Ruth Shady Solís, Patricia Navarro Grau, Julio Vargas Neumann, Alejandro Alba Valderrama. En Bolivia José de Mesa, Teresa Gisbert, Mireya Muñoz, Pedro Querejazu y Elizabeth Torres. En Brasil a Augusto da Silva Telles, Suzanna do Amaral Cruz Sampaio, Paulo Ormindo de Azevedo, Mário Mendonça de Oliveira y María Isabel Kanan. En Argentina a Ramón Gutiérrez, Graciela María Viñuales, María de las Nieves Arias Incolla, Alfredo Conti, Luis María Calvo y Jorge Tartarini. En Paraguay, María Teresa Gaona. En Uruguay Rubén García y Mariella Russi Podesta, y en Chile a Edwin Binda Compton, Mónica Bahamondez Prieto, Jorge Atria Lannefranque y José de Nordenflycht.
Valga esta revisión histórica para honrar también a las generaciones pasadas y presentes de Venezuela, en las disciplinas de la Arquitectura, el Urbanismo, la Conservación, las Artes, la Ingeniería, la Arqueología, el Diseño, la Historia del Arte y de la Arquitectura, la Geografía, la Biología, la Literatura, entre tantas otras, que han contribuido con su conocimiento a la valoración y preservación del patrimonio cultural y natural.
Profesionales como Leoncio Martínez -Leo- (1888-1941), Armando Reverón (1889-1954), Carlos Manuel Möller (1896-1966), Carlos Raúl Villanueva (1900-1975), Francisco Narváez (1905-1982), Arturo Uslar Pietri (1906-2001), Armando Planchart (1906-1978), Alfredo Boulton (1908-1995), Isabel Aretz (1909-2005), Guillermo Meneses (1911-1978), Josep María Cruxent (1911-2005), Juan Manuel Zapatero y López-Ayala (1918-2004), Guillermo José Schael (1919-1989), Aquiles Nazoa (1920-1976), Leszek Zawisza (1920-2014), Alejandro Otero (1921-1990), Tomas José Sanabria (1922-2008), Mauro Páez Pumar (1923-1974), Sofía Imber (1924-2017), Graziano Gasparini (1924), Margot Benacerraf (1926), Víctor Manuel Fossi Belloso (1928-2014), Juan Pedro Posani (1931), Erika Wagner Koppelt (1937), José Antonio Abreu (1939-2018), Carlos Federico Duarte Gaillard (1939), Paolo D’Onghia (.s.f-2007), Gustavo Diaz Spinetti (s.f.), Marcos París del Gallego (s.f.), entre otros, abrieron el camino a las sucesivas generaciones de profesionales.
En Norteamérica, podemos referir a Dinu Bumbaru,Guy Mason, François LeBlanc, Robert Lemon y Christina Cameron en Canadá; a Gustavo Araoz, Jan C. K. Anderson, Jeanne Marie Teutónico, Frank G. Matero, Pamela Jerome y Michael Taylor en Estados Unidos y en México a Ramón Bonfil Castro, Alberto González Pozo, Francisco Javier López Morales, Olga Orive, Rocío Acosta Chávez, Patricia Correa y Rocío Garza-Leonard.
En Centroamérica son de mencionar, en Guatemala, profesionales como José Alejandro Flores, Donald del Cid, José María Magaña y Blanca Niño Norton. En Nicaragua Nelson Brown Baquero; en Honduras Gloria Lara Pinto. En El Salvador Joaquín Aguilar, Miguel Ángel Rosales, Óscar Alfredo Sosa González, Irma Etelvina Flores Urrutia y Bertha Marina Meléndez Zelaya. En Costa Rica, William Monge y Ofelia Sanou y en Panamá Manuel Choy y Ester Navarro Brin.
En las islas del Caribe, en el caso de República Dominicana podemos referir los nombres de Eugenio Pérez Montás y de Esteban Prieto Vicioso, en tanto en su vecino país, Haití, a Albert Mangonés, su hijo Frederick Mangonés, Patrick Delatour, Daniel Elie y Didier Dominique. En Cuba a Daniel Taboada Espiniella, Isabel Rigol Savio, Ángela Rojas Ávalos, Nelson Melero Lazo, Enrique Capablanca y Carlos Dunn. En Puerto Rico a Efraín Pérez-Chanis, Ricardo Alegría, Beatriz del Cueto López, Agamemnon Gus Pantel, Magda Bardina-García, Doris Maza García y Milagros Flores, así como en Jamaica a Patricia Elaine Green y en Curazao a Fernando Julián.
Para cerrar con Suramérica, además del caso de Venezuela, podemos hallar en la vecina Colombia figuras como German Téllez, Alberto Corradine Angulo, Guillermo Trimmiño Arango, Rodolfo Ulloa Vergara, Roberto de la Vega, Silvia Arango, Juan Luis Isaza Londoño y Alberto Samudio. En Ecuador a Alfonso Ortiz Crespo, Wilson Herdoiza y Antonela Fustillos. En Perú a Víctor Pimentel, Ruth Shady Solís, Patricia Navarro Grau, Julio Vargas Neumann, Alejandro Alba Valderrama. En Bolivia José de Mesa, Teresa Gisbert, Mireya Muñoz, Pedro Querejazu y Elizabeth Torres. En Brasil a Augusto da Silva Telles, Suzanna do Amaral Cruz Sampaio, Paulo Ormindo de Azevedo, Mário Mendonça de Oliveira y María Isabel Kanan. En Argentina a Ramón Gutiérrez, Graciela María Viñuales, María de las Nieves Arias Incolla, Alfredo Conti, Luis María Calvo y Jorge Tartarini. En Paraguay, María Teresa Gaona. En Uruguay Rubén García y Mariella Russi Podesta, y en Chile a Edwin Binda Compton, Mónica Bahamondez Prieto, Jorge Atria Lannefranque y José de Nordenflycht.
Valga esta revisión histórica para honrar también a las generaciones pasadas y presentes de Venezuela, en las disciplinas de la Arquitectura, el Urbanismo, la Conservación, las Artes, la Ingeniería, la Arqueología, el Diseño, la Historia del Arte y de la Arquitectura, la Geografía, la Biología, la Literatura, entre tantas otras, que han contribuido con su conocimiento a la valoración y preservación del patrimonio cultural y natural.
Profesionales como Leoncio Martínez -Leo- (1888-1941), Armando Reverón (1889-1954), Carlos Manuel Möller (1896-1966), Carlos Raúl Villanueva (1900-1975), Francisco Narváez (1905-1982), Arturo Uslar Pietri (1906-2001), Armando Planchart (1906-1978), Alfredo Boulton (1908-1995), Isabel Aretz (1909-2005), Guillermo Meneses (1911-1978), Josep María Cruxent (1911-2005), Juan Manuel Zapatero y López-Ayala (1918-2004), Guillermo José Schael (1919-1989), Aquiles Nazoa (1920-1976), Leszek Zawisza (1920-2014), Alejandro Otero (1921-1990), Tomas José Sanabria (1922-2008), Mauro Páez Pumar (1923-1974), Sofía Imber (1924-2017), Graziano Gasparini (1924), Margot Benacerraf (1926), Víctor Manuel Fossi Belloso (1928-2014), Juan Pedro Posani (1931), Erika Wagner Koppelt (1937), José Antonio Abreu (1939-2018), Carlos Federico Duarte Gaillard (1939), Paolo D’Onghia (.s.f-2007), Gustavo Diaz Spinetti (s.f.), Marcos París del Gallego (s.f.), entre otros, abrieron el camino a las sucesivas generaciones de profesionales.
La lista se extiende en orden generacional y hasta los
diferentes ámbitos de la geografía nacional en los nombres de Rudolph Moreno,
Leoncio Martínez, Omar Hernández, Ramón Paolini, Eligia Calderón Trejo, Manuel
López Vila, Luis Guillermo Marcano, Ciro Caraballo, Mariela Maiz Russian,
Anders K. Noorgard W., María Eugenia Carrasquel, Germán Mantilla Monagas,
Milagros Ochea, Mildred Egui Boccardo, Sara Atienzar, María Carlota Ibáñez,
Rafael Loreto, Silvia Hernández de Lasala, María Eugenia Bacci, Lorenzo
González Casas, Ileana Vásquez de La Torre, Ana María Monzón, Mercedes
Fuenmayor, Juan José Pérez Rancel, Vilma Nobile, María Fernanda Jaua, Henry
Vicente Garrido, Maya Felice, Hannia Gómez, Beatriz Meza, Enrique Cerón,
Milagros Aldana, Antonieta Álvarez Herrera, Luis Polito, María Ortiz, Lesmes
Castañeda, Carlos Rodríguez, Alfonso Olivares, Juan Borges, José Antonio
Arrieta, Virginia Vivas, Luis Molina, Fabiola Velasco, Orlando Araque, Solvey Romero,
Claudia Rodríguez, Josennya Noroño, Patricia Morales, María Victoria Herrera,
Fabiola López Durán, Thamaira Caraballo, Francisco Pérez Gallego, Simón Cruz,
Carolina Cotto, Jesús Galíndez, Nelly del Castillo, Carmen Dali, Juan Carlos
León, Melín Nava, Orlando Marín, Mario Santana, Luis Guillermo Román, Javier
Cerisola, Pablo Ballini, Soraya Nweihed, Roberto Stiuv, Anabella Spagnolo,
Mariela Cavalieri, Cynthia Bakos, Marnie Soto, Ana Cecilia Flores, Debby
Avendaño, Gregory Vertullo, Hersilia Barbosa, Maritza Angarita, Hernán Lameda,
Valeria Ragone, Blanca Rivero y Luis La Rosa, entre otros, quienes desde sus
diversas disciplinas en el ámbito del ejercicio profesional, institucional,
gubernamental, artístico, científico, académico, docente, investigativo, y/o
editorial, han contribuido a construir y a preservar la venezolanidad y cuyo
fanal, todavía en el presente, ilumina y se proyecta hacia el futuro como
norte, en la permanente construcción de la identidad nacional y la preservación
del patrimonio cultural y natural.
Y de igual forma, debemos señalar a las jóvenes generaciones en formación, ya que ellas representan el germen de los líderes del futuro, y quienes, pese a todos los obstáculos, han de perseverar por formarse y prepararse para contribuir con su trabajo a la defensa del patrimonio cultural y natural actual y a la construcción del patrimonio cultural del futuro, para que dicho legado pueda permanecer y ser disfrutado en los milenios porvenir. Mantengamos la esperanza.
Y de igual forma, debemos señalar a las jóvenes generaciones en formación, ya que ellas representan el germen de los líderes del futuro, y quienes, pese a todos los obstáculos, han de perseverar por formarse y prepararse para contribuir con su trabajo a la defensa del patrimonio cultural y natural actual y a la construcción del patrimonio cultural del futuro, para que dicho legado pueda permanecer y ser disfrutado en los milenios porvenir. Mantengamos la esperanza.