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domingo, 17 de abril de 2016

18 de abril de 2016: Día Internacional de los Monumentos y Sitios: Venezuela y su patrimonio asociado al deporte


Como ya es tradición, el Día Internacional de los Monumentos y Sitios se celebra desde 1983. La conmemoración se remonta al 18 de abril de 1982, cuando la directiva del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios – ICOMOS, se reunió en Hammamet en el marco del Coloquio organizado por el Comité Nacional de ICOMOS de Túnez. Como resultado del encuentro se decidió instituir el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, con la idea de emplazar anualmente la conciencia de la comunidad mundial sobre la diversidad del patrimonio natural y cultural y su necesaria protección y conservación. La propuesta fue planteada por el Comité Ejecutivo de ICOMOS a la UNESCO y aprobada por la Conferencia General de este organismo en su 22ª Sesión, en noviembre de 1983.
 
Desde entonces, el ICOMOS propone un tema anual para estudiar, valorar y desarrollar por parte de los comités y sus miembros la fecha, favoreciendo la realización de actividades con el fin de propagar y enriquecer el conocimiento sobre el patrimonio. Este año el tema considerará el patrimonio del deporte, cuyos orígenes se remontan a los de la civilización.
 
Partiendo de la definición de deporte establecida en el artículo 1 de la Carta Europea del Deporte, se entiende como “todo tipo de actividades físicas que, mediante una participación, organizada o de otro tipo, tengan por finalidad la expresión o la mejora de la condición física y psíquica, el desarrollo de las relaciones sociales o el logro de resultados en competiciones de todos los niveles” (CDDS, 1992). En virtud de ello, el deporte como actividad aglutina un imbricado número de manifestaciones culturales inmateriales y materiales, las primeras derivadas de las prácticas individuales y colectivas de la actividad; las segundas emanadas de los ámbitos edificados por el hombre para albergarlas.
 
Ya desde las culturas antiguas, las actividades lúdico-recreativas y culturales se asociaban a las deportivas en prácticas generalmente grupales. Permitían desarrollar el cuerpo y el alma como un todo, estimular la superación de las capacidades resistentes del individuo y los grupos sociales, aupando la sana competencia en esta dirección. 
 
En el escenario mundial en China, existen testimonios del desarrollo temprano de prácticas deportivas asociadas a la gimnasia alrededor del año 4000 a.C, al igual que en el período de la dinastía occidental de Zhou (1066-771 a.C.) donde se han encontrado evidencias del desarrollo del tiro con arco.
 
Igualmente, en el Antiguo Egipto, gráficos murales e inscripciones existentes en los  monumentos testifican el desarrollo de deportes tales como la lucha, el levantamiento de pesas, el salto de longitud, la natación, el remo, el tiro, la pesca y el atletismo, así como diversos tipos de juegos de pelota (Egipto, State Information Service, 2009). También se tienen evidencias de la práctica de actividades deportivas en la Antigua Persia como el “Pahlevani y zoorkhaneh" conocido como Varzesh-e Bastani, arte marcial iraní asociado a las destrezas defensivas, reconocido por la Unesco como Patrimonio Mundial Intangible (Beizai, 1967) o el polo y la justala, cuyos orígenes también se remontan a Persia.
 
Es conocida universalmente la importancia que tuvo el deporte en las culturas de la Antigüedad Clásica del Mediterráneo, especialmente en Grecia y en Roma.
 
En la Antigua Grecia las diversas prácticas deportivas vinculadas con labores castrenses originaron contiendas que derivaron en los Juegos Olímpicos, encuentros competitivos sostenidos cada cuatro años entre los años 776 a. C. y 393 d. C., en la ciudad de Olimpia. Emplazada al oeste del Peloponeso griego (Olympic Movement, 2105), en un sitio de singular belleza natural y mística, en su seno se agruparon “imponentes templos, edificios votivos, sofisticados santuarios y antiguas instalaciones deportivas” como escenario para el desarrollo de prácticas deportivas asociadas con el culto religioso a los dioses del Olimpo. La importancia otorgada al deporte dio origen al Gimnasium, conjunto edificado que reunía áreas de ejercicio, cubiertas y al aire libre para el desempeño de tales actividades, asociadas a templos y estoas en la periferia de la polis griega (Rodríguez López, 2000).
 
Por su lado, en la Antigua Roma, también se practicaron deportes vinculados con las labores defensivas, aunque de manera discriminada entre el ejercicio atlético y el orientado a la salubridad. Llegó a adquirir el carácter de espectáculo, en el cual los jóvenes contemplaban competencias de gimnasia atlética y profesional, lucha y carreras entre profesionales reclutados para ese fin, procedentes de los pueblos bárbaros. El escenario especializado para ello fue el “Campus”, recinto ubicado cerca del río Tíber, al borde de la urbis romana, destinado al entrenamiento de los soldados romanos, que más tarde fue dedicado al desarrollo de juegos de pista y campo, a los cuales asistían los emperadores.
 
Con la expansión del Imperio romano el modelo de campus se fue extendiendo a las nuevas ciudades fundadas, asumiendo un papel más participativo. En los nuevos campus los jóvenes se congregaban para jugar y practicar ejercicios; entre otros lucha libre, boxeo, saltos, carrera, montar, tiro, natación y diversos juegos de pelota afines con el balón mano -Expulsim ludere- y el fútbol. En los ámbitos rurales también incluían la pesca y la caza. Con el tiempo, el deporte se consolidó como espectáculo público, imbricándose con las actividades lúdico-culturales. Se suman entonces las carreras de circo de aurigas y cuadrigas, los combates entre gladiadores, las batallas navales y las actividades de las termas. Para satisfacer tan diversas prácticas innovan los tipos arquitectónicos a partir de lo iniciado por los griegos en programas tan diversos como el circo, el anfiteatro, el teatro y las termas, cada uno con una función específica (Rodríguez López, 2000).
 
En las culturas americanas también el deporte emergió tempranamente teniéndose registro del juego de pelota mesoamericano (en náhuatl: tlachtli o ōllamalīztli) practicado por las culturas mesoamericanas desde 1400 a. C., actividad que fusionaba las destrezas deportivas con las prácticas religiosas. Para ello construyeron campos, de los cuales el más antiguo hallado se encuentra en Paso de la Amada, que data de aproximadamente esa fecha.
 
EL DEPORTE EN LA VENEZUELA PREHISPÁNICA
 
Fig. 1 El arco y la flecha, una de las prácticas 
de varias etnias indígenas venezolanas
 
 
Las etnias nativas han practicado juegos deportivos desde tiempos ancestrales. Consistían en diferentes manifestaciones físicas que contribuían a su desarrollo integral. Basadas en distintas formas de juegos rituales, competencias, bailes y danzas representan testimonios del valor que la actividad física ocupó en la sociedad indígena, como instrumento de recreación y expresión social. Estas actividades se desarrollaban de manera comunitaria, en las cuales todos tenían el derecho de participar.
 
Las expresiones deportivas de las etnias venezolanas se asocian a sus actividades económicas en especial con la práctica de la caza y la pesca. Poseían destreza en el manejo del arco, la flecha y la jabalina, además de la navegación en piraguas. También realizaban carreras por competencias en función de las comunicaciones y juegos afines al combate, a la cacería de presas o a manera de distracción y divertimento al término de las labores cotidianas.

Buena parte de los juegos hacían uso de la pelota, asumiendo variantes de acuerdo a la etnia que la practicaba. Una de las más comunes era la pelota criolla, elaborada con el látex del árbol de caucho y efectuada por los indios xaguas de la región centro-occidental del país, quienes la jugaban con fines mítico-religiosos. También los guajiros y los otomacos practicaron actividades lúdicas colectivas con pelotas hechas con cuero de venado relleno con fibras de algodón, en ritos consistentes en mantener la pelota en el aire durante el mayor tiempo posible (Elorza Garrido, 2009). 
 
Además de las actividades terrestres las etnias vinculadas con el ambiente acuático desarrollaron actividades armónicas con su hábitat. Los pemones, por ejemplo debido a su estrecho vínculo con el agua, fueron por tradición excelentes navegadores y nadadores, efectuando deportes como el weu weu pe, competencia acuática en la que medían la rapidez de nado y la resistencia temporal de sumersión. Otras de sus prácticas incluían el tiro con arco y flecha a la rueta, una fruta arrojada al piso y el tumorö, que consistía también en el tino de apuntar con una pelota de resina vegetal. Otras prácticas son el Ka su, una especie de entrenamiento de resistencia en carreras de largas distancias efectuadas a lo largo del día, con retorno al lugar de partida; el wüi na’pok wenkarünno tok, ejercicio de atletismo consistente en carreras; el te-ta poi, un tipo de lucha libre cuerpo a cuerpo donde vence el que levanta al contrincante y el chin-ko-koy, consistente en la realización de saltos entre árboles mediante bejucos (Navarro y Hernández, 2009).
 
También los añú o paraujano, de filiación lingüística arawak, vinculados con el medio acuático desarrollaron actividades vinculadas con su vocación de pescadores y navegadores. Actividades análogas realizaron los yekuana o makiritare, de la familia Caribe, cuyas prácticas cotidianas de horticultura, caza, recolección, pesca y navegación en curiaras marcaron sus quehaceres lúdicos y deportivos.
 
Los guaraúnos por su lado practican juegos heredados de sus antepasados, a los cuales fusionaron otras ceremonias de origen hispánico; algunos parten de actividades en grupos en forma de rueda como el gato y el ratón, el acure, el tigre y los zamuros y otros en filas o hileras, como la culebra, el simoku, la casita y el gavilán y la gallina, además de algunos juegos individuales como el salto del sapo, el topo y la casa del báquiro (Elorza Garrido, 2009).
 
Los yanomamis inducían a sus hijos en la práctica del arco y la flecha, con equipos de pequeña escala. Los menores jugaban con frutos del entorno como el hueso del corozo con el que hacían trompos o la palma de cucurito con la que formaban canoas con canaletes. Los adultos por su lado jugaban una especie de volibol, con pelotas realizadas con la vejiga inflada de animales mamíferos (Elorza Garrido, 2009).
 
EL DEPORTE EN LA VENEZUELA COLONIAL

Fig. 2 Plaza de Toros de San Juan (1793)
D
urante la época colonial, los deportes ejercitados se asociaban al carácter híbrido de la sociedad, en la cual, cada uno de los grupos étnicos conservó sus tradiciones culturales y en tanto deportivas, hasta que la paulatina fusión fue generando prácticas sincréticas, al igual que pasara con la religión.
 
Desde el siglo XVI durante el dominio de la familia de los Austrias se introducen ejercicios físicos de destreza y fuerza, además de ciertas actividades  consideradas pasatiempos, como el juego de la bola, el ajedrez y la baraja, a las cuales “eran muy aficionados los habitantes de Nueva Cádiz de Cubagua durante las décadas de 1520 a 1540”(Elorza Garrido, 2009). De allí pasaron a Tierra Firme, a la par de la fundación de nuevas ciudades. Estas prácticas estáticas se acompañaban de otras actividades intensas como la lidia de toros, el juego de cañas o las peleas de gallos (Elorza Garrido, 2009).
 
El primero, inspirado en las contiendas de los romanos, al igual que en la España de la época,  consistía en  que los rejoneadores montados a caballo picaban al toro hasta su desvanecimiento. En el segundo, derivado de los torneos caballerescos medievales, varios jinetes armados de una vara o caña, a manera de lanza y un escudo, intentaban atacar al adversario hasta su caída, lo cual significaba la victoria del atacante. Ambas prácticas se remontan a la campaña fundacional de Caracas, cuando en la Villa Rica de Nirgua, donde habían acampado, lidiaron toros y jugaron cañas en honor a San Sebastián, a quien Diego de Losada había consagrado la conquista del valle de los Caracas (Oviedo y Baños, 1723).
 
Estas artes inmateriales requerían para su desarrollo de espacio físico tangible, para lo cual se empleaba la plaza mayor de los centros poblados. Las Leyes de Indias recomendaban que las plazas de armas deberían cumplir con unas proporciones más  cercanas a la planta rectangular, que a la  cuadrangular que en la práctica dominara, para facilitar el desempeño de competencias a la usanza medieval.
 
Además de las plazas de armas se improvisaron plazas de toros en la periferia de la ciudad, en los barrios de Altagracia, La Candelaria y Santa Rosalía, mediante empalizadas y graderías portátiles de tablas, que conforme avanzó el periodo colonial se fueron formalizando en edificaciones diseñadas ad hoc. En Caracas se levantó la plaza de toros de San Juan, de planta octogonal con gradas perimetrales, ubicada al noreste del hospicio de Los Capuchinos. Al ruedo se adosaría en 1796 una serie de talleres artesanales intercomunicados por una galería perimetral aporticada (Salazar, 2012).
 
Otro edificio emblemático de esta etapa que debió servir para ciertas actividades deportivas amalgamadas a funciones culturales fue el Coliseo o Corral de Comedias, levantado en 1784, bajo el gobierno de González Torres de Navarra. La edificación de dos pisos e implantada en una parcela irregular entre medianeras, seguía un esquema de planta semi-ovalada formada por palcos adosados cubiertos. Éstos enmarcaban el recinto oval del patio  destechado y piso de tierra, cortado al fondo por un volumen cuadrangular que contenía el escenario y el proscenio (Salazar, 2012).    
 
Los gallos de pelea fue otra actividad lúdico-deportiva del periodo colonial que solía arrastrar seguidores. Fue reglamentada por Carlos II en 1688 y Felipe V en 1727, deviniendo en un monopolio de la Corona, que lo arrendaba a particulares para beneficio de la Hacienda Real. La referencia más antigua de una gallera en Venezuela la proporciona una real cédula de Fernando VI de 15 de febrero de 1753, en la cual se aprueba el establecimiento de un recinto en Caracas a condición de que se instalase en lugar cerrado, funcionando como «honesta diversión» sólo los días festivos (Pérez, 1984).
 
La llegada del siglo XVIII, bajo el ideario de la Ilustración, trajo de la mano de la Casa Real de los Borbones y sus nexos culturales con otras casas reales la introducción de nuevas prácticas como el frontón, las bolas criollas, la natación y el remo. La creación de la Real Compañía Guipuzcoana y sus vínculos con la cultura vasca influyó en la llegada del frontón, en tal grado, que en 1803 existían en Caracas 3 frontones de pelota vasca. Igualmente el juego de las “pelotas y bochas”, conocido como “bolas criollas” en Venezuela o “petanca” en España, derivado de una versión primitiva realizada con bolas de piedra por los antiguos romanos también era practicado, entre otros por los sacerdotes de San Felipe Neri. Asimismo la natación y el remo eran actividades favoritas de los grupos de la élite política y social de Caracas quienes los realizaban en el gran estanque de la Casa del Real Amparo, levantada como frustrado lazareto en la actual zona de Sarría, cerca de San Bernardino (Elorza Garrido, 2009).
 
EL DEPORTE EN LA VENEZUELA REPUBLICANA
 
Fig. 3 Circo Metropolitano (1894-1896)
Durante la etapa de la Independencia y primeros años de la República, las condiciones adversas no estimularon en gran medida la práctica deportiva. No obstante, se desplegaron algunas expresiones afines a las labores defensivas, tales como las carreras de caballos y los toros coleados, tradiciones que han sobrevivido hasta nuestros días. 
 
Como consecuencia, se fueron levantando edificaciones en los bordes de las ciudades para la práctica de tales actividades. Eran todavía muy estrechas las relaciones entre las funciones deportivas y culturales, por lo que a veces una misma edificación servía tanto para actos teatrales y musicales como deportivos. Los escenarios que albergan tales acciones serán los cosos taurinos y los teatros.
 
Después de la plaza de toros de Capuchinos, se levantó el Circo Metropolitano (1894-1896), entre las esquinas de Miranda a Puerto Escondido, por iniciativa del empresario Pedro Salas Camacho según proyecto del arquitecto Antonio Malaussena. El edificio construido en madera sobre estructura de hierro poseía un ruedo de 36 metros de diámetro y capacidad para 4.000 espectadores en tendidos, palcos y pasillo. Fue la principal plaza de toros de la ciudad hasta que se construye el Nuevo Circo de Caracas.  Allí permaneció hasta el 19 de abril 1945 cuando fue clausurado y luego demolido para levantar en su lugar en 1959, el Teatro Metropolitano (Hernández de Lasala, 1990). Además de las funciones tauromáquicas, también sirvió de escenario para representaciones circenses, teatrales y competencias diversas. El crecimiento desmesurado de la capital hacia el este incita el emprendimiento del Nuevo Circo de Caracas (1916-1919), un novísimo coso taurino diseñado por los ingenieros Alejandro Chataing y Luis Muñoz Tébar en la esquina de San Martín de la parroquia Santa Rosalía (Marín, 2006). Ambas edificaciones hacían gala del historicismo dominante, ecléctico el Metropolitano y neo-morisco el Nuevo Circo.
 
Fig. 4 Nuevo Circo de Caracas (1916-1919)
Siguiendo la senda caraqueña se agregan durante esta etapa otros ruedos; uno en la ciudad de La Victoria (1929), proyectado por Rafael Seijas Cook y otro en  la ciudad de Maracay, donde Carlos Raúl Villanueva diseña la Maestranza César Girón (1931-1933), inspirada en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
 
Desde finales del siglo XIX, bajo la influencia de las corrientes migratorias de familias europeas y norteamericanas comienzan a asimilarse otras manifestaciones deportivas que decantan en obras materiales para su desarrollo.
 
En 1895 se introduce el béisbol, por parte de un grupo de estudiantes venezolanos residentes en Estados Unidos, que a su regreso traen consigo el equipo necesario para su praxis. Como consecuencia, en  mayo de 1895 Amenodoro Franklin y sus hermanos Emilio, Gustavo y Augusto establecieron el primer club de Base Ball organizado, el “Caracas B.B.C.”, en un campo abierto frente a la estación de tren de Quebrada Honda. Ello motivó a Alfredo Mosquera, dueño de la Cervecería Caracas y padre de uno de los jugadores del club, a construir el Stand del Este primer estadio oficial de béisbol del país con gradas y tribunas de medidas reglamentarias, ubicado cerca de la estación de tren de Petare (Landino, 2007-2).
 
En 1902 se refunda el equipo Caracas con sede en la zona de San Bernardino y de allí en adelante el deporte fue arraigándose, impulsándose durante el periodo gomecista gracias a la oleada de profesionales y técnicos norteamericanos venidos al país para laborar en la explotación petrolera. Nuevos equipos y clubes y con ellos sus instalaciones se fueron formando, movilizando a todas las clases sociales, quienes van a segregarse en varios centros en la ciudad. Los Samanes reunía a jóvenes de las familias de más poder económico en El Paraíso, Independencia en la Sabana del Blanco, de la parroquia Candelaria congregaba a la clase media, y los clubes Girardot y Paz Unión a los de extracción popular (Elorza Garrido, 2009).
 
Entre 1902 y 1905 también se introduce el fútbol de la mano de los trabajadores ingleses del Ferrocarril Central, quienes promueven los primeros juegos en el mismo campo de San Bernardino empleado para el béisbol. No obstante, serán miembros de la orden de los salesianos y los jesuitas procedentes de Italia y España, respectivamente, así como la colonia de alemanes residentes, quienes constituyeron los primeros equipos de fútbol. Uno de ellos fue el Deutscher Sport Verein Caribbean, al que se suma en 1915 el Centro Atlético de Gimnasia y Deportes (Elorza Garrido, 2009).
 

El tenis también se incorpora a finales del siglo XIX, por iniciativa de los emigrantes ingleses, cobrando impulso en las primeras décadas de siglo como lo certifica lo referido en enero de 1921 por Raúl Carrasquel y Valverde en la revista Caracas Sport que “el law tennis, sin embargo, ha tomado gran arraigo en Caracas; varias canchas son frecuentadas por garridas damiselas”. La difusión induce a que se instale el Ávila Tennis Club (1925), en Los Caobos, acción que terminó por darle un impulso definitivo (Elorza Garrido, 2009).


Fig. 5 Hipódromo Nacional de El Paraíso (1908)
El hipismo, que venía realizándose desde el periodo colonial de manera informal, se formaliza con la construcción del Hipódromo del Distrito (1881-1882), el primer ruedo hípico de Caracas. Estuvo localizado en Sarría, al norte de la carretera del Este, siendo promovido por contrato entre el Gobierno, propietario de las tierras y el comerciante Rodríguez Supervie, quien para financiar la construcción constituyó una compañía accionaria llamada Empresa Hipódromo del Distrito. El presidente de la Compañía fue el General Manuel Antonio Matos y Julio F. Sarria su vi­cepresidente, teniendo entre los accionistas al General Guzmán Blanco. Fue inaugurado solemnemente el 22 de enero de 1882, contando entre sus atributos con un pabellón, del cual refería la prensa de la época: “El espacioso local tiene atractivos, y el ánimo goza allí de un esparcimiento que atrae sin emociones, terrores ni sobresaltos" (Pérez, 26 de noviembre de 2009).

Lo iniciado por ese primer recinto hípico  se fortalece gracias al impulso que le imprimiera al hipismo el presidente Joaquín Crespo, con la construcción al este del hipódromo de Sabana Grande (1895). Años después, el tema termina de apuntalarse con la edificación al suroeste del hipódromo de El Paraíso (1908), promovido por la Sociedad Anónima Jockey Club venezolano. Su edificio principal, un pabellón de estilo art decó, fue proyectado por el ingeniero francés André Potel.
 
En la ciudad de Maracay, también se levantó un hipódromo en 1912, promovido por Juan Vicente Gómez en un marcado lenguaje art decó, siendo reemplazado por un segundo recinto  hípico edificado en 1921, a unos 250 metros de la Maestranza.  Asimismo, siguiendo la directriz de Caracas y Maracay, en 1928 se emprende el hipódromo La Rita,  primera pista hípica de Maracaibo, de improvisadas instalaciones, por iniciativa de José Gómez, Manuel Belloso, Gorgonio Parra, Juvenal Rodríguez, Carlos Bracho y Pablo Andrade. Fue sustituido en 1930 por el Hipódromo Santa María promovido por Don Vicencio Pérez Sojo, presidente del estado Zulia, siendo lamentablemente desbastado por un incendio en 1936, lo que obligó a su clausura hasta 1946, cuando es rehabilitado para ser reabierto en 1947 gracias al esfuerzo de grandes hípicos, encabezados por Pablo Andrade, Gustavo Batista, Jesús Osorio y Antonio García (Meridiano, 2012, 2 de julio). 

El boxeo despierta en 1924, cuando el empresario de espectáculos Rafael Otazo contrata en Panamá a cuatro boxeadores, debutando en el Circo Metropolitano el primero de enero de 1924. Estas presentaciones despertaron interés por el boxeo, decantando en la apertura de gimnasios como el Cycles Sport, para la enseñanza del boxeo y la creación de la Comisión de Boxeo del Distrito Federal por el gobernador Julio Hidalgo, el 5 de septiembre de 1924. Con ello, el boxeo se institucionaliza como deporte profesional y abandona el carácter de espectáculo circense que le acompañado hasta la fecha (Elorza Garrido, 2009).

El atletismo nació a finales del año 1924, gracias a la labor educativa, en el marco de la conmemoración del centenario de la Batalla de Ayacucho, cuando se efectuaron los Juegos Atléticos inter-escolares, con participantes de la Universidad Central de Venezuela, la Escuela Naval, el Liceo Caracas, el Colegio La Salle, el Colegio San Ignacio, el Instituto San Pablo y la Escuela de Artes y Oficios. Los primeros ganadores por equipos fueron la Universidad Central de Venezuela, quedando el Liceo Caracas como subcampeón. En las categorías individuales triunfaron Raúl García Arocha en el salto con garrocha, Francisco Flamerich en los 100 metros planos y Francisco Stolk, en salto alto (Elorza Garrido, 2009).

Fig. 6 Club Paraíso(1908)
La natación, el tenis y el golf fueron otros deportes impulsados durante este periodo a través de los clubes sociales que nacieron como parte de las nuevas urbanizaciones. Son de destacar en Caracas el Club Paraíso (1908) bajo los muros de “Monte Elena”, la residencia del señor General Alejandro Ibarra (Elite, 1933); La Quebradita Golf Club (1918); el Club la Florida (1929), proyectado por el arquitecto Manuel Mujica Millán; Los Palos Grandes (1930), obra del ingeniero Guillermo Salas; el Caracas Country Club (1933-1935), concebido por el arquitecto norteamericano Clifford Wendehack con el acompañamiento  del arquitecto Carlos Guinand  Sandoz (Meza, 1996), así como   el Club Alemán (1935), también   del arquitecto  Guinand  Sandoz (Colmenares, 1989). Con la excepción de éste ultimo, de líneas modernistas cercanas al secesionismo vienés, el lenguaje neo hispánico sirvió de ambientación de las instalaciones recreacionales y deportivas en el resto de las obras, conjugando la tradición con las modernas formas de vida y esparcimiento.  

A partir de 1926 las variadas disciplinas deportivas comienzan su organización institucional. En 1926 se funda la primada Asociación de Béisbol, reorganizada como Federación Venezolana de Base Ball en julio de 1927. En 1926 también se crea la Federación Nacional de Fútbol, que dará paso a la Asociación Venezolana de Fútbol en 1929, transformada a la postre en Federación Venezolana de Fútbol. De igual forma el tenis se formaliza ese año al instituirse la Asociación Law Tenis de Venezuela, dirigida a la coordinación de esta práctica entre los clubes sociales de Caracas (Elorza Garrido, 2009).

EL DEPORTE EN LA VENEZUELA MODERNA


Fig. 7 Estadio Olímpico (1950-1951)
A partir de 1935 el deporte cobra nuevas dimensiones. Con la muerte de Gómez y las reformas gubernamentales el Estado toma conciencia del valor del deporte, lo cual motiva programas que decantan en la construcción de importantes edificaciones deportivas, si bien concentradas básicamente en la región capital. El hecho más notorio es la construcción del Estadio Nacional de El Paraíso (1935-1936), conocido actualmente como Estadio Brígido Iriarte. Proyectado por la oficina de Ingeniería de Pedro Rojas y Luis Malaussena (S/A, 1932, 26 nov) reformado y ampliado para los Juegos Panamericanos de 1983, cuenta con campo de fútbol y pista de atletismo. Esta edificación consolidó la vocación deportiva de la urbanización El Paraíso, iniciada con el Hipódromo, tradición que se prolonga hasta el presente.
 
Ese mismo año, el 23 de diciembre de 1935 se instituye el germen del primer Comité Olímpico Venezolano a raíz de las Olimpiadas Nacionales, cuando un grupo de deportistas se reúne para reorganizar la directiva de la Asociación Olímpica Venezolana «en la asamblea anual de esta Asociación».
 
Con el pasar de los años, el crecimiento de la capital obliga a la renovación, ampliación y construcción de nuevas edificaciones para albergar eficientemente las funciones deportivas. Momento estelar de este proceso es el diseño del complejo deportivo de la Ciudad Universitaria de Caracas integrado por el Estadio Universitario de béisbol (1950), el Estadio Olímpico (1950-1951), la Cancha de honor (1951), el Complejo de las Piscinas, Sala de Gimnasia Olímpica y recintos de otros deportes (1958) y el Gimnasio Cubierto (1958-1959) todas según proyecto del arquitecto Carlos Raúl Villanueva (Hernández, 2006:272-292). Este conjunto de edificaciones integrantes del campus universitario declarado patrimonio Mundial en 2000 por “representar una obra de arte del genio creador humano” (Unesco, 2000) y “constituir un ejemplo eminentemente representativo de un tipo de construcción o de conjunto arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustre uno o varios periodos significativos de la historia humana” (Unesco, 2000), son quizás, dentro del complejo, además del conjunto central administrativo-cultural, los edificios que mejor expresan las escultóricas cualidades expresivas del concreto armado, uno de los temas valores que justifican su adscripción en la lista de Patrimonio Mundial.   
 
A estos estadios se suman en el interior algunos edificios puntuales como los efectuados en el estado Carabobo, el Estadio José Bernardo Pérez (1955) en Valencia y el Estadio Municipal Independencia (1955) en Puerto Cabello, destinados ambos al juego de béisbol.
 

Fig. 8 Hipódromo de La Rinconada (1955-1959)
Durante esta época se construyen nuevos clubes sociales con un carácter exento y mayor autonomía en el contexto urbano, respecto a los de la etapa anterior. Éstos son promovidos por las colonias de paisanos procedentes del interior de la república o por inmigrantes europeos venidos durante la postguerra; otros por las organizaciones de las disciplinas deportivas, rasgo que los diferencia de los desarrollados en la etapa previa donde los clubes fungían de ancla para el desarrollo de nuevas urbanizaciones. Son de destacar el Valle Arriba Golf Club (1942), obra del arquitecto neoyorkino John R. Van Kleeck; el Altamira Tennis Club (1946-1955); la Casa Club Monagas (1953), de los arquitectos José Miguel Galia y Martín Vegas; el Club Los Cortijos (1956-1957), proyectado por el arquitecto Carlos Brando; el Club Táchira (1955), por el arquitecto Fruto Vivas; el club Líbano Venezolano (1956), el Club Casablanca, adquirido por la Hermandad Gallega (1961); el Club Italo Venezolano (1971-1980), proyectado por el arquitecto Antonio Pizani y el Club Hebraica (1972-1973), trazado por el arquitecto Mario Bemergui y la oficina BMPT.,  entre otros (Goldberg, 1980).
 
Dentro del hipismo, durante esta época la Asociación Atlética del Zulia promueve en 1948, la construcción de un nuevo hipódromo para el Zulia, idea que fructifica en el Hipódromo de La Limpia, que funciona hasta 1988 cuando es cerrado debido a su obsolescencia para ser sustituido por el nuevo Hipódromo Santa Rita (1988), la quinta estructura levantada por el hipismo marabino (Meridiano, 2012, 2 de julio). En Caracas se cierra el hipódromo de El Paraíso (1959) después de varias clausuras sucesivas, siendo sustituido por el moderno y monumental hipódromo de La Rinconada (1955-1959), proyectado por el arquitecto norteamericano Arthur Froehlich, el paisajista brasileño Roberto Burle Marx y el arquitecto italiano Giuseppe Pizzo, autor de los murales ornamentales (Meridiano, 2012, 2 de julio). La acción del Hipódromo de la Rinconada es perpetuada en el interior, en localidades como Valencia (1970-1983), en el Hipódromo Nacional de Valencia y otros más recientes como el Hipódromo internacional  Rancho Alegre (2006), en Ciudad Bolívar y el Hipódromo de Paraguaná, en Punto Fijo.

También se añaden nuevos tipos de instalaciones para satisfacer las demandas específicas de otras especialidades deportivas como el ciclismo de pista, tópico para el cual se edifica el Velódromo Teo Capriles (1950-1951), en Caracas, acción que termina de catapultar la vocación deportiva de la urbanización El Paraíso.

EL DEPORTE EN LA VENEZUELA CONTEMPORÁNEA
 
Fig. 9 Polideportivo Luis Ramos (1965) ampliado
como estadio olímpico General
José Antonio Anzoátegui (2007), Puerto La Cruz
A partir de la década de 1958, con la llegada de la democracia, se emprenden nuevas obras en materia deportiva. Importantes conjuntos competitivos se levantan ahora en todos los estados de la geografía nacional para robustecer las prácticas deportivas, construyendo una red de estadios regionales especializados.
 
Para la práctica del béisbol se edifican el estadio Luis Aparicio (1963), en Maracaibo; el estadio Municipal Víctor Davalillo (1963), en Cabimas; el estadio José Pérez Colmenares (1965), en Maracay; el estadio Rafael Esteban Kinsler (1968),  en Cagua; el estadio Antonio Herrera Gutiérrez (1969), en Barquisimeto; el estadio Nueva Esparta (1990), en Porlamar; el estadio Alfonso Carrasquel (1991), en Puerto La Cruz; el estadio La Ceiba (1998), en ciudad Guayana; el estadio Metropolitano de San Cristóbal (2005) en la ciudad homónima y el estadio Enzo Hernández (2006), en El Tigre (Estadios.org, 2008).
 
Para el impulso del fútbol se establecen el Polideportivo Misael Delgado (1963), en Valencia; el Complejo Polideportivo Luis Ramos (1965), ampliado y reinaugurado como estadio olímpico General José Antonio Anzoátegui en Puerto La Cruz (2007); el estadio Guillermo Soto Rosa (1969), en Mérida; el estadio José Encarnación Romero (1971), en Maracaibo; el estadio José Antonio Páez (1973), en Acarigua; el estadio Limoncito (1975), en Píritu; el Polideportivo de Pueblo Nuevo (1974-1976), en San Cristóbal; el estadio Hermanos Ghersi (1981), en Maracay; el estadio Alexander Bottini (1983), en Maturín; el Polideportivo Cachamay Gino Scarigella (1990), en Puerto Ordaz, luego reformado y ampliado como Centro Total de Entretenimiento Cachamay (2007); el estadio Giuseppe Antonelli (1992), en Maracay; el estadio Polideportivo Félix Velásquez (1995), en Cumaná; el estadio Ramón Hernández (2001), en el Vigía; el estadio  José Alberto Pérez (2005), en Valera, Trujillo.

En el año 2007, con motivo de que Venezuela se instituye en sede de la Copa de América se reforman y se concluyen el estadio Monumental de Maturín (2007); el Estadio Metropolitano (2007) en Cabudare, Lara; el Estadio Metropolitano (2007), en Mérida; el estadio Agustín Tovar (2007), en Barinas y el estadio "Rafael Calles Pinto" (2007), en Guanare. Más recientemente se han concretado la Ciudad Deportiva (2014) en Nueva Esparta y el estadio Reinaldo Melo en Barinas (Estadios.org, 2008).
 
También  se refuerzan otras disciplinas. Para  el ciclismo de pista se construye el Velódromo José de Jesús Mora Figueroa (1977), en San Cristóbal y para el baloncesto se levantan versátiles domos multifuncionales, que sirven de casa matriz para los equipos regionales. Destacan el Domo Bolivariano (1982), en Barquisimeto; el Gimnasio José Beracasa del Parque Naciones Unidas (1983), en Caracas, el Forum de Valencia (1991); el Gimnasio Ciudad de La Asunción (1981-1993), en Nueva Esparta; El Coliseo Carl Herrera Allen (1998), en Guanare y el Gimnasio Luis Ramos (2007), integrante del Complejo General José Antonio Anzoátegui en el eje Barcelona Puerto La Cruz, entre otros (Estadios.org, 2008).
 
Obra destacada de esta etapa en materia deportiva y cultural para la ciudad de Caracas la representa el Poliedro (1972-1974), proyectado por el arquitecto James Alcock, con la participación de Synergetics Inc. en la estructura del domo geodésico (Goldberg, 1980). Éste futurista edificio vino a  suplir las funciones que hasta ese momento desempeñaba el Nuevo Circo de Caracas, al albergar contiendas de boxeo,  gimnasia, baloncesto, voleibol y fútbol de sala, además de funciones circenses.
 
Igualmente en materia de conjuntos deportivos es de destacar el Complejo del Parque Naciones Unidas (1981-1983) en El Paraíso, erigido en el marco de los Juegos Panamericanos que se celebraron en Caracas con motivo del Bicentenario del Natalicio del Libertador Simón Bolívar. Fue construido por el equipo técnico de Dycvensa-Parque de las Naciones. Está integrado por el Gimnasio de usos múltiples para boxeo, baloncesto y Voleibol; el conjunto de las Piscinas Olímpicas para natación, saltos ornamentales, water-polo, y el conjunto de obras exteriores, integrado por los estacionamientos, rampas de acceso, taquillas, edificio de servicios y jardinería. En su construcción se empleó estructura de concreto en obra limpia, graderías prefabricadas y colosales cubiertas de estructuras metálicas espaciales revestidas por láminas de plástico reforzado con fibra de vidrio, translucido y resistente a los rayos ultravioletas (Dycivensa, 2015). En el marco de los mismos juegos, además se construye la Villa Panamericana, en las cercanías de las localidades de Guarenas y Guatire, para dotar de albergue y servicios a los participantes, además de sede de otras disciplinas. 
 
Durante esta etapa también se levantan nuevas plazas de toros como la de “La Trinidad” (1966), en San Cristóbal; la Plaza Monumental de Toros “Román Eduardo Sandía” (1967), en Mérida; la Monumental (1968) de Valencia, diseñada por el arquitecto venezolano Peter Kurt Albers Acosta; la Plaza de toros Monumental de Maracaibo (1972), proyectada por el arquitecto Edgardo González y construida por la Constructora MOVE, C.A.; la Plaza Monumental de Pueblo Nuevo (1974-1976), en San Cristóbal,  erigida dentro del complejo ferial homónimo en sustitución del coso taurino de La Trinidad y la Plaza Monumental de Toros Coliseo El Llano (1993), en el municipio Tovar del estado Mérida.
 
Asimismo se instituyen nuevos clubes sociales orientados al estímulo de prácticas deportivas específicas. En materia de equitación destaca La Lagunita Country Club (1970), de los ingenieros Gustavo San Román y Santiago Alfonzo Ravard y en los deportes de natación y gimnasia, el Sport Center Los Naranjos (1985), en Caracas, proyectado por los arquitectos José Luis Sánchez y Ana María Marín, así como el Proyecto de remodelación y actualización del Complejo Deportivo Parque Miranda (2007), Los Dos Caminos, Caracas, a cargo de los mismos proyectistas.
 
Fig. 10 Gimnasio Cubierto para Gimnasia
Artística (2003) San Carlos, Estado Cojedes
Otro tema que se incorpora en esta etapa es el relativo a los autódromos y aeródromos. En cuanto a los primeros son de destacar el autódromo Internacional de San Carlos (1970), en San Carlos, estado Cojedes y el autódromo Internacional Pancho Pepe Croquer (1970-1971), en Turagua, estado Aragua,  ambos con reconocimiento internacional como escenario de importantes competencias automotrices. En relación a los aeródromos son numerosos pero en su mayoría están destinados al transporte de pasajeros y mercancías, siendo escasos los destinados a prácticas deportivas de manera exclusiva.
  
En años recientes, en el marco de los Juegos Deportivos Nacionales se agregaron nuevos edificios a la infraestructura deportiva del país. A pesar de su reciente data, gracias a sus indudables valores arquitectónicos y técnicos, han sido reconocidos como Bienes de Interés Cultural. Destacan el Gimnasio Cubierto para Gimnasia Artística (2003), en San Carlos, inaugurado para los XV Juegos Deportivos Nacionales y el Pabellón de Gimnasia (2005), de San Cristóbal para los XVI Juegos Deportivos Nacionales, ambos proyectados por el fallecido arquitecto Jorge Rigamonti. En ambos edificios el techo está constituido por una malla tubular tridimensional que se adapta en planta a una forma ortogonal, y en el espacio a la forma cupular. Gracias a los bordes internos perimetrales de vegetación tropical, se logra un microclima natural, mediante ventilación natural ascendente, que regula la temperatura del ambiente y matiza la luz exterior, aislando al edificio de las visuales y ruidos externos (Correa, Rigamonti y Rigamonti, 2014).

El grueso de las edificaciones de esta etapa se caracteriza por su concepción formal innovadora y soluciones técnicas de vanguardia. Domina el empleo de estructuras metálicas en combinación con elementos de concreto armado, utilizándose armaduras simples o compuestas y losas espaciales de acero y aluminio en los sistemas de las cubiertas, armonizados con estructuras portantes de pórticos y pantallas, losas y graderías en concreto armado.

CONCLUSIONES

Este vasto compendio de bienes edificados y las manifestaciones intangibles que les dan sentido de uso y pertenencia, constituyen un importante legado cultural de Venezuela. Algunos son Monumentos Históricos Nacionales, otros, en su gran mayoría, Bienes de Interés Cultural. El deporte representa uno de los tópicos cuyos bienes logran aglutinar, sin distingo de ascendentes étnicos y clases sociales a toda la ciudadanía nacional, en especial cuando el aspecto competitivo frente a otras naciones se interpone, fortaleciendo el sentido de identidad, pertenencia y unidad nacional que otros bienes por su carácter  logran en menor grado

A pesar de lo anterior y a la notoria inversión realizada tanto por parte del estado, como por empresas, entes privados y fundaciones en los bienes culturales asociados al deporte, en la actualidad algunos bienes presentan debilidades de conservación, debido a su utilización constante y de forma masiva, acompañada de escaso mantenimiento, inserción indiscriminada de agregados y modificaciones sustanciales de su arquitectura en pos de lograr soluciones utilitarias inmediatistas. La escasa conciencia y reconocimiento de sus valores históricos, arquitectónicos y simbólicos, que los reafirma como herencia cultural más allá de sus condiciones lúdicas y utilitarias, incide sobre la escasa atención que les es prestada por sus usuarios directos e indirectos.

Tanto los inmuebles y la dotación de mobiliarios y equipos que albergan, como las prácticas deportivas que en ellos se desarrollan, forman parte de un significativo compendio temático de nuestro patrimonio cultural tangible e intangible. Son expresiones de praxis y cultos que aunque en su mayoría no son originarias del país, se han entronizado y matizado en nuestra cultura de tal forma, que hoy son inseparables de la manera de ser de los venezolanos.
 
El deporte y todo el universo que lo envuelve, desata fervores y pasiones que logran disipar las diferencias individuales, existentes entre los conciudadanos, cuando de defender la venezolanidad se trata. De allí, que tomar conciencia en el uso y disfrute racional y consciente e invertir en el mantenimiento preventivo y correctivo de estos bienes es una tarea que nos compromete a todos, al estado a velar por su conservación, dotación y actualización; a los privados a colaborar en estas tareas y a todos, sin distinción alguna a su valoración, difusión, cuidado y uso sensato para entre todos garantizar su sustentabilidad para las generaciones futuras..

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Figura 10: Gimnasio Cubierto para Gimnasia Artística (2003) San Carlos, Estado Cojedes. En Correa, Rigamonti y Rigamonti (12 de noviembre de 2013). “San Carlos Gymnastics Arena”. Jorge Rigamonti Architect. Caracas: behance.net. [Acceso el 15 de abril de 2016]. Disponible en https://www.behance.net/gallery/12093917/San-Carlos-Gymnastics-Arena
 



JUNTA DIRECTIVA DEL
COMITÉ VENEZOLANO DE ICOMOS

18 de abril de 2016.