El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios surgió como un cuerpo colegiado, brazo coordinador del esfuerzo internacional para preservar y valorizar el patrimonio de la humanidad. Se crea como un organismo Clase A, asesor de la Unesco, cuyos orígenes se remontan a 1964, en el marco de la Asamblea General del II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos. El comité venezolano se formaliza en 1981.
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jueves, 19 de septiembre de 2024
jueves, 18 de abril de 2024
18 de abril de 2024: Día Internacional de los Monumentos y Sitios: Catástrofes y conflictos a través del objetivo de la Carta de Venecia
Después de la Conferencia de
Atenas para la Restauración de Edificaciones Históricas reunida en Atenas en
1931, que gestó como producto la “Carta de Atenas” en materia de Conservación,
el “II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos”
se congregó en Venecia, en 1964 adoptando trece resoluciones. La primera,
concerniente a la promulgación de la “Carta internacional sobre la conservación
y la restauración de monumentos y sitios”, mejor conocida como “Carta de
Venecia”, y la segunda, la creación del “Consejo Internacional de Monumentos y
Sitios”, propuesto por la Unesco como una entidad de expertos en materia de
conservación y restauración de bienes construidos para la difusión e
implementación de sus postulados. Los firmantes de la “Carta de Venecia” fueron
parte de los miembros fundadores de ICOMOS (II Congreso Internacional de arquitectos y Técnicos de
Monumentos Históricos, 1964).
Este documento guía para las
actuaciones sobre el patrimonio edificado, que este año está cumpliendo seis
décadas de existencia, se convirtió en un texto doctrinario trascendental para
la disciplina de la conservación y restauración, adoptando una posición
“racional y moderna”, y equilibrando las visiones enfrentadas derivadas del
Romanticismo del siglo XIX, entre la “Restauración en Estilo”, impulsada por
Viollet Le Duc, o la “Conservación a ultranza”, defendida por John Ruskin,
incorporando posteriores aportes derivados de la “Restauración Histórica” de
Camilo Boito, de la Restauración Filológica de Luca Beltrami, y de la “Restauración
Científica” de Gustavo Giovannoni, entre otros (González Varas, 2008).
En la “Carta de Venecia” se
instrumentaron conceptos, bajo la óptica del racionalismo moderno, para
responder y controlar aspectos como la adecuación de uso y función, el contexto
donde se enmarca la obra, el equilibrio entre los materiales tradicionales y
modernos y sus respectivas técnicas de intervención, así como la metodología de
actuación y la diferenciación entre lo nuevo y lo preexistente. Sin embargo,
algunos de estos preceptos como este último, tomados como dogmas en algunos
casos, sirvieron para justificar la inserción de anexos y componentes a las
edificaciones de valor patrimonial, en busca de su conservación y adecuación,
trayendo como consecuencia a la larga, su desfiguración en unos casos, o su
afectación conservativa en otros, por la incompatibilidad fisicoquímica entre
los materiales tradicionales y los industriales.
Con el devenir de los años y
la revisión crítica desarrollada por la postmodernidad, aun manteniendo
vigencia la “Carta de Venecia” como documento marco, al igual que sucede en el
plano jurídico con las Constituciones Nacionales de los Estados y las leyes
fundamentadas y derivadas de ellas, se dio la necesidad de generar nuevos
documentos que, partiendo de aquella, desarrollaran y ampliaran sus perspectivas de actuación ante
determinado tipo de bienes culturales, técnicas constructivas, u otros tópicos
específicos.
Es así como en el ámbito de
ICOMOS nacieron producto de la participación mancomunada de sus miembros,
mediante el aporte de los diferentes comités nacionales y los comités
científicos, diversos instrumentos doctrinarios. Entre muchos otros podemos
referir como ejemplos, la “Carta del Turismo Cultural” (1976), abocada al
control del impacto de la actividad turística sobre el patrimonio cultural; la “Carta
de Florencia” (1981), dirigida a la preservación de los jardines históricos; la
“Carta de Toledo”, también llamada de Washington, o “Carta Internacional para
la conservación de Ciudades Históricas” (1986-1987), para complementar los
principios expuestos en la “Carta de Venecia”, en torno a la protección y
conservación de los centros históricos; la “Carta para la protección y defensa
del Patrimonio Arqueológico” (1990), para proteger los bienes de carácter
arqueológico como testimonio fundamental para el conocimiento y comprensión de
los orígenes y evolución de las sociedades humanas; la “Carta de Nara” (1994)
para definir los matices, límites y relatividad de la autenticidad en función
de la diversidad cultural, y la “Carta Internacional para la protección y
gestión del Patrimonio Cultural subacuático” (1996), abocada a la protección de
los bienes arqueológicos sumergidos (Icomos,
2024).
Con la llegada del nuevo
milenio se plantearon nuevos retos y demandas ante la conservación de los
bienes culturales. La incorporación de otros temas y variables, como el papel
de los ingredientes intangibles, simbólicos y las manifestaciones culturales
asociadas al hecho construido, han ido forjando un panorama cada vez más
complejo en los procesos de reconocimiento, diagnosis e intervención sobre el
patrimonio construido, y con este, la necesidad de actualización de los
documentos doctrinales. Como consecuencia de ello, surgieron iniciativas para
la revisión de la “Carta de Venecia”, y la promulgación de nuevas cartas
temáticas en respuesta al carácter holístico que la conservación del patrimonio
cultural implica en estos tiempos.
Así se generaron entre otras,
la revisión y actualización de la “Carta de Burra para sitios de significación
cultural” (1999), adoptada inicialmente en Burra, Australia del Sur en 1981 (Icomos Australia, 1999), y la “Carta de Ename” (2008), o “Carta ICOMOS para la Interpretación
y Presentación de Sitios de Patrimonio Cultural”, aprobada en la XVI Asamblea
General de ICOMOS celebrada en Québec (Comité Científico Internacional del
ICOMOS sobre la Interpretación y Presentación de Sitios de Patrimonio Cultural,
2008), articulada con la “Declaración de Quebec para la preservación del
Espíritu del Lugar” (Québec Declaration on the Preservation of the
Spirit of Place, 2008). Esta última establece que no
basta conservar el patrimonio tangible, sino también el espíritu que este posee
y transmite, cuya interpretación se debe contribuir a fomentar.
En 2024, a seis décadas de
la suscripción de la “Carta de Venecia” y revisando los postulados que en su
momento planteó, sin perder vigencia en lo global de sus objetivos, ni en las
definiciones y enfoques que implican las labores de la conservación y de la
restauración, este 18 de abril de 2024, Día Internacional de los Monumentos y
Sitios se torna propicio para iniciar un proceso de reflexiones sobre su
vigencia y eficacia en circunstancias excepcionales causadas por siniestros,
como los que se están originando frecuentemente, tanto por razones naturales,
como por causas humanas.
La “Carta de Venecia” se
sustenta directamente sobre los dos ingredientes, que, en su Teoría de la
Restauración, casi contemporánea con la “Carta de Venecia”, Cesare Brandi
definía como las instancias histórica y estética (Brandi, 1988), y que se
vinculan con los valores históricos y artísticos que Alois Riegl identificaba
de manera pionera en el Culto Moderno a los Monumentos de 1903 (Riegl, 1977).
No obstante, el pasar de los años ha develado la importancia de otro componente
que se asocia con ambos, pero que tiene su propia autonomía. Este es el
ingrediente simbólico, que podríamos considerar como una tercera instancia, y
en tanto otro factor a considerar, en los casos donde una pérdida parcial o
total de un bien cultural nos puede conducir a otro tipo de decisiones como la
reconstrucción parcial o total.
Instrumentos como el Documento
de Nara sobre autenticidad, suscrito en Nara, Japón en 1994 (The Nara
Conference on Authenticity, 1994); la “Carta de Burra para sitios de
significación cultural”, aprobada en Burra, Australia en 1999 (Icomos Australia, 1999), o la “Declaración de Quebec sobre la preservación del
espíritu del lugar”, aprobada en Quebec, Canadá, en 2008 (Québec
Declaration on the Preservation of the Spirit of Place, 2008), pueden ser considerados como preámbulos, a estas
revisiones y actualizaciones de los paradigmas y criterios por adoptar en
intervenciones a acometer, en circunstancias excepcionales como las generadas
por catástrofes naturales y conflictos bélicos, que pueden desencadenar en la
pérdida material casi irreversible de los bienes, pero no así de sus símbolos, derivados
de los valores intangibles que estos conllevan.
Estos pueden devenir en argumentos de peso como para demandar considerar intervenciones de reintegración, reconstrucción y anastilosis, que no necesariamente deben ser vistas como un producto de falsificación histórica y estética, siempre que se cuente con datos fidedignos de su diseño y construcción, de acuerdo con lo que planteaba la “Carta de Venecia”, como una forma de preservar un testimonio edificado en sus aspectos estético-formales, funcional-espaciales y técnico-constructivos, según suelen acometer las culturas orientales. Para estas, significan una forma de renovación y resurrección del objeto como testimonio, independientemente de su materia primigenia, manejando otros criterios respecto a la autenticidad, cuya relatividad ha quedado demostrada en función de los paradigmas culturales de los valores intangibles (The Nara Conference on Authenticity, 1994).
Casos recientes a nivel internacional, como la destrucción intencionada de los Budas de Bāmiyān (Figuras 1 y 2), emplazados en los acantilados del Valle de la Seda, en la parte central de Afganistán en 2001, por motivos ideológico-religiosos, la destrucción de santuarios en Palmira, Siria en 2015, por parte del Estado Islámico (Figuras 3 y 4), el dramático incendio accidental de la Catedral de Notre Dame de París de 2019 (Figuras 5 y 6), o más recientemente, los 152 sitios culturales de Ucrania, parcial o totalmente destruidos en el conflicto entre Rusia y Ucrania (Unesco, 2022) y los que se siguen generando en el presente, tanto en Ucrania, como en el actual conflicto entre Israel y Palestina, conllevan a repensar el por qué Venecia decidió en 1903 reconstruir “como era y donde era” el colapsado campanario de la Catedral de San Marcos, actuación cuyas críticas suscitaron el sustento de la Escuela Crítica de la restauración y parte de los postulados de Cesare Brandi (Brandi, 1988).
Figura 3: El templo de Baal de Palmira antes del Conflicto (AFP)
Figura 4: Ruinas del templo de Baal de Palmira, luego del bombardeo (AFP, 2015)
Figura 5: La Catedral de Notre Dame de París en llamas (AFP, 2019)
El ingrediente significativo o simbólico, y la necesidad a que en determinados casos este obliga, dirigida a la reintegración y reconstrucción de partes, ha venido siendo considerado en textos metódicos y teóricos recientes, como en el “Método SCCM de restauración monumental”, enmarcado en la Restauración Objetiva, planteada por Antoni González Moreno Navarro (González Moreno-Navarro, 1999); la relatividad y los prejuicios en torno al concepto de autenticidad, en la “Teoría Contemporánea de la Restauración”, de Salvador Muñoz Viñas (Muñoz Viñas, 2003) y los principios de restauración y reposición de los revestimientos epiteliales planteados por Paolo Marconi en “Restauro dei monumenti. Cultura, Progetti e cantieri (1967-2010)” (Marconi, 2012).
Figura 8: Trabajos de recuperación en una calle colonial de La Guaira (LAV/JML, 2022)
Estas consideraciones se ponen sobre el tapete, en el mismo caso venezolano, ante situaciones como las colosales consecuencias destructivas causadas por el deslave del cerro El Ávila, hacia el centro Histórico de La Guaira y otras localidades vecinas, a raíz de un inusitado proceso de lluvias masivas acaecido en diciembre de 1999, que paradójicamente se había inscrito en la Lista Indicativa de Unesco, a mediados de ese mismo año (Figuras 7 y 8), o más recientemente, las consecuencias del colapso de un tramo del Corredor peatonal Número 5 de la Ciudad Universitaria de Caracas, inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco en el año 2000 (Figuras 9 y 10). En este caso por “la confluencia de varios agentes (…) Desde agentes atmosféricos como fuertes vientos, lluvias continuadas, cambios de temperatura y humedad, hasta movimientos sísmicos, condiciones del terreno, alta permeabilidad del concreto, corrosión del acero de la estructura, factores de carga, entre otros” (Vásquez, 2020), que en conjunto pudieron agravarse por la saturación de aguas sobre la cubierta ondulada que lo caracteriza. Ambos casos nos llevan a pensar en la resiliencia y como consecuencia de ello, la necesidad de restituir los faltantes, considerando criterios que se ajusten a lo conservativo y a la garantía de preservar los argumentos y valores por los cuales se decidió su protección.
Figura 9: El tramo de corredor colapsado desde la torre (Ileana Vásquez, 2020)
Figura 10: Detalle de los tramos del corredor colapsado (Luis Bergolla, 2020)
En el caso de La Guaira, si
bien desde su inserción en la Lista Indicativa, debido al catastrófico
percance, no se formalizó la redacción del expediente para su inscripción en la
Lista del Patrimonio Mundial, se consideró que su adscripción satisfacía los
criterios II, III, IV y V, establecidos en las “Directrices Prácticas para la
aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial” (Unesco, 2019). En el caso
de la Ciudad Universitaria, su inscripción en la Lista se fundamentó en los criterios
I y IV de las mismas “Directrices Prácticas” (Unesco, 2019). De estos, el I se asocia
con ”representar una obra producto del Genio Creador Humano” y el IV, que
también es considerado entre los criterios de La Guaira, “constituir un ejemplo
eminentemente representativo de un tipo de construcción o de conjunto
arquitectónico o tecnológico, o de paisaje que ilustre uno o varios periodos
significativos de la historia humana” (Unesco,
2019).
Por ello, en ambos casos es
cardinal considerar como parte de los valores, las formas, los tipos y los
sistemas constructivos empleados; en La Guaira, sistemas tradicionales de
tierra y cubiertas de madera; en la Ciudad Universitaria de Caracas, sistemas
modernos de concreto armado. Las técnicas constructivas se han considerado como
parte del patrimonio cultural intangible, por lo que preservar las técnicas
originales y los tipos edificados empleados en ambos casos es fundamental.
En el caso de La Guaira, se
han efectuado algunas intervenciones restaurativas y reconstructivas durante
estas décadas, para resarcir los daños, pero aún quedan muchas edificaciones
por rescatar y readecuar, en particular aquellas donde se produjeron faltantes
considerables, si no totales.
En el caso del corredor
colapsado, cuyo siniestro dio lugar al faltante de dos módulos estructurales,
este tiene valores estéticos e históricos incuestionables, pero también
conlleva valores simbólicos asociados con la escultórica imagen ondulada y
plástica dotada al concreto armado para resolver el cobertizo, que además tiene
continuidad en los tramos sucesivos, siguiendo la misma traza y silueta del
segmento colapsado. Este bien edificado, constituye una pieza coral dentro del
conjunto del sistema de corredores cubiertos de la Ciudad Universitaria de
Caracas, habiendo servido como escenario a innumerables episodios archivados en
el imaginario y en la memoria individual y colectiva de los usuarios y actores
de los espacios de la Ciudad Universitaria de Caracas, durante varias
generaciones, además de actuar como marco edificado oriental, del vasto espacio
ajardinado de la llamada “Tierra de Nadie”.
Todos estos considerandos,
tanto en un caso como otro, deben ser revisados para la toma de decisiones para
su intervención conservativa, como parte de la complejidad de factores a
examinar dentro del escenario contemporáneo de la Conservación, partiendo de
los preceptos establecidos en la “Carta de Venecia”, pero atendiendo también a
las solicitudes que los paradigmas contemporáneos impuestos por los valores
intangibles asociados al patrimonio tangible, y en especial los simbólicos y
los coligados con las técnicas constructivas implementadas en cada caso,
demandan en el escenario actual. Estos
meses, contados a partir del 18 de abril de 2024 deben ser dedicados por tanto,
a la reflexión de estos aspectos y más en el momento presente donde se están
dando iniciativas conservativas y restaurativas en ambos casos, que a la larga
nos comprometen con una actitud resiliente ante la dolorosa pérdida de bienes
edificados o partes de ellos, de los cuales se tienen suficientes datos
documentales como para actuar en pro de restaurar, según el caso o, reintegrar
y/o reconstruir los faltantes en otros, y no incurrir en diseños de nueva
planta descontextualizados en los conjuntos donde se insertan.
Referencias:
Brandi, C. (1988). Teoría de la Restauración. Madrid:
Alianza Forma.
II Congreso Internacional
de arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos. (1964). Carta Internacional
sobre la Conservación y la Restauración de los Monumentos y Sitios [Documento
en línea]. Venecia: Consejo Internacional de Monumentos y Sitios. Disponible en
http://www.icomos.org/docs/venice_es.html.
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Consejo Internacional de Monumentos y Sitios - Icomos. (2008). Declaration on the Preservation of the Spirit of Place [Documento en línea]. Quebec. Disponible en https://www.icomos.org/images/DOCUMENTS/Charters/GA16_Quebec_Declaration_Final_EN.pdf
Consejo Internacional de Monumentos y Sitios - Icomos. (2024). Charters and other doctrinal texts [Documentos en línea] París: Icomos. Disponible en https://www.icomos.org/en/resources/charters-and-texts
González, A. (1999). La restauración objetiva. Método SCCM de restauración monumental. Memoria SPAL 1993-1998. Barcelona: Servei del Patrimoni Arquitectònic Local, Diputación de Barcelona, 2 Vol.
González Varas, I. (2008,
6ª Edición). Conservación de bienes culturales, Teoría, historia, principios y
normas. Madrid: Manuales Arte Cátedra.
Icomos Australia. (1999). Carta del Icomos Australia para sitios de Significación Cultural [Documento en línea]. Burra: Icomos. Disponible en https://australia.icomos.org/wp-content/uploads/The-Burra-Charter-2013-Adopted-31.10.2013.pdf
Marconi, P. (2012). Restauro dei
monumenti. Cultura, Progetti e cantieri (1967-2010). Roma: Gangemi Editore.
Muñoz Viñas, S. (2003). Teoría contemporánea de la Restauración. Madrid: Editorial Síntesis S.A.
Riegl, A. (1977). El Culto Moderno a los Monumentos. Madrid: Editorial Visor.
The Nara Conference on Authenticity in Relation to the World Heritage Convention. (1994). The Nara document on authenticity [Documento en línea]. Nara: Icomos. Disponible en https://www.icomos.org/en/179-articles-en-francais/ressources/charters-and-standards/386-the-nara-document-on-authenticity-1994
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Unesco. (2000). “Ciudad universitaria de Caracas”. En Lista de
Patrimonio Mundial. París: Unesco. Disponible
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Unesco. (23 de junio de 2022). Ucrania: más de 150 sitios
culturales parcial o totalmente destruidos. París: Unesco. Disponible en
Vásquez, I. (27 de junio de 2020). “Sobre la situación actual del Corredor N° 5 en la Ciudad Universitaria de Caracas”. En Entre Rayas. La Revista de Arquitectura. Caracas: Entre Rayas. Disponible en https://entrerayas.com/2020/06/sobre-la-situacion-actual-del-corredor-n-5-en-la-ciudad-universitaria-de-caracas/
lunes, 17 de abril de 2023
18 de abril de 2023: Día Internacional de los Monumentos y Sitios: Patrimonio en transformación. El reúso adaptativo en inmuebles del Patrimonio Cultural venezolano
El reúso adaptativo constituye un tipo de intervención arquitectónica que ha acompañado al hombre desde la Antigüedad, como forma de aprovechar y optimizar las estructuras heredadas de otras civilizaciones y sociedades precedentes, por diversos mecanismos. Si bien no corresponde a una restauración, no necesariamente debe estar reñida con esta. La diferencia se encuentra en la forma conceptual de abordar la intervención; en las decisiones adoptadas en respeto y conservación de los elementos y espacios constitutivos del núcleo originario, y de los componentes valiosos que puedan haber sido aportados por intervenciones y etapas sucesivas, en confrontación con las nuevas inserciones, requeridas por los nuevos usos a adecuar, de forma que estos no generen una alteración o transfiguración del objeto arquitectónico.
Muchas culturas reutilizaron desde la antigüedad estructuras que habían sido levantadas por grupos que les precedieron, bien a través de procesos de apropiación por mecanismos de conquista y colonización, dentro de los procesos de expansión de los imperios, o simplemente por mecanismos de herencia directa dentro de una misma sociedad, al pasar de unas generaciones a otras. El criterio que generalmente imperaba era el de la utilidad espacial y la economía temporal y económica, que representaba la posibilidad de darle otra función a una estructura existente, que ya tenía cubiertas y armazón de soporte, aunque ello implicara por razones de afinidad funcional, estética y constructiva, la necesidad de emprender modificaciones para adaptarla a los nuevos requerimientos.
Es allí donde para conciliar esta acción con la restauración debe pesar el tratar de respetar la arquitectura preexistente y adecuar usos que no impliquen la destrucción y transfiguración de lo preexistente, sino más bien que alcancen provecho de este y lo pongan en valor, lo que en definitiva apunta a los criterios que en el contexto contemporáneo apuntan a criterios de sostenibilidad y economía circular, de reutilizar los recursos existentes en pro de optimizarlos en función del ahorro de tiempo y dinero por un lado, y de garantizar a la larga, la preservación del objeto, como desde 1964 planteaba la Carta de Venecia en su artículo 5:
“La conservación de los monumentos se ve
siempre favorecida por su utilización en funciones útiles a la sociedad: tal
finalidad es deseable, pero no debe alterar la distribución y el aspecto del
edificio. Las adaptaciones realizadas en función de la evolución de los usos y
costumbres deben, pues, contenerse dentro de estos límites” (Segundo Congreso
Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos, 1964).
Este 18 de abril, como todos los años desde 1984, para conmemorar el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios propone un tema de discusión y difusión. Este año, 2023 el tópico formulado es “Patrimonio en transformación" (“HERITAGE CHANGES”), el cual nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre aspectos otrora satanizados, por algunas posturas teóricas pretéritas de la Conservación y Restauración, como es el referido a la transformación de las edificaciones de valor patrimonial, lo cual nos conduce inexorablemente a revisar y “considerar la integración de la conservación tradicional de edificios históricos, la reutilización adaptativa y/o la eficiencia energética de edificios y paisajes patrimoniales” (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios – ICOMOS, 2023).
En el caso venezolano, la reutilización de edificaciones preexistentes para dedicarlas a nuevos usos fue una práctica común desarrollada desde los tiempos hispánicos, ampliándose durante las primeras décadas del periodo republicano, en este caso para insertar nuevas funciones en los inmuebles heredados de dicha época, si bien fundados en el criterio de no pretender conservar sus atributos estéticos y lingüísticos, sino más bien el de aprovechar los espacios y estructuras edificadas, pero otorgándole nuevas imágenes lingüísticas amparadas en el historicismo y el eclecticismo decimonónicos.
La práctica se extendió hasta los tiempos modernos, donde se siguió experimentando en ciertos casos, cuando se quería economizar recursos, en vez de demoler y rehacer, como fue la tendencia dominante aupada por la bonanza legada por la actividad petrolera, se optó por remodelar las edificaciones, en muchos casos borrando las ornamentaciones historicistas, en pro de los postulados de la asepsia racional propugnada por la modernidad, pero aún sin una clara conciencia, de que además de aprovechar los espacios se podían conservar los inmuebles con todos sus atributos, como testimonio documental del quehacer arquitectónico. Así, hasta los tiempos contemporáneos donde la conciencia creciente del significado del Patrimonio Cultural, fue promoviendo algunas experiencias que vale la pena revisar, para extraer sus fortalezas y debilidades, en pro de contribuir con el debate sobre el tema propuesto.
Pasemos a revisar en orden cronológico este tipo de actuaciones:
1.- PERIODO HISPÁNICO
Durante el periodo hispánico ya podemos apreciar diversas iniciativas en las que se pone de manifiesto la opción del reúso adaptativo como tipo de intervención practicada, tanto por alarifes como por los ingenieros militares, dadas las austeras condiciones económicas de las provincias del país. Esto indujo a que, en numerosas ocasiones, se optara tanto en la arquitectura doméstica, como en la religiosa y militar, por aprovechar parte de las estructuras preexistentes, tanto por razones de índole utilitaria, para ampliar los espacios y tipos de uso para satisfacer las demandas programáticas, como por razones de refacción y reparación de las edificaciones afectadas por procesos bélicos y sísmicos.
Tenemos casos como las intervenciones recomendadas por el oficial de Artillería Manuel Centurión primero, seguido por el ingeniero Bartolomé Amphoux en las fortificaciones de la isla de Margarita, a partir de las cuales se efectuaron reparaciones y perfeccionamientos en los fuertes Santa Rosa de La Asunción (Figura 1.1) y San Carlos Borromeo de Pampatar.
No obstante, casos donde las acciones no se limitan a reparaciones y perfeccionamiento de la estructura, sino a reformular la fortificación reutilizando estructuras defensivas preexistentes, podemos encontrar en los proyectos del fuerte El Vigía o del Zamuro (1771) y del fuerte batería El Gavilán (1784), también conocido como El Carmen o San Diego.
El primero fue formulado por el ingeniero conde Miguel de Roncali, a partir de un antiguo torreón preexistente, al que propuso añadir en un nivel inferior una estructura en forma de hornabeque para configurar el nuevo fuerte, que procuraba reforzar por el frente norte al fuerte San Carlos, emplazado en una cota superior (1769). El segundo, fue propuesto por el ingeniero Miguel González Dávila, reutilizando igualmente un torreón de observación del siglo XVII, al cual se le adjuntó un pabellón para la tropa y depósito de pólvora, además de una serie de muros con aspilleras, configurando una estructura resultante en forma de batería de traza mixta (González Dávila, 1784).
El segundo, que, habiendo surgido como batería El Carmen o San Diego, ahora se reconocía con ese nombre por encontrarse enclavado en el pequeño promontorio de El Gavilán. Su núcleo inicial databa del siglo XVII, cuando el 28 de octubre de 1692, el gobernador Diego Melo de Maldonado ordenara su construcción, aprovechando que ya existía una torre atalaya defensiva en el mismo punto. Había sido reforzado y ampliado en 1784, después de los daños que había presentado, a raíz de la fuerte temporada de lluvias de octubre de 1780, siguiendo indicaciones de Miguel González Dávila y más tarde de Fermín de Rueda.
Figura 1.2: Fuerte El Vigía o El Zamuro (Nelson Castillo13, 2012). Disponible en https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/81/Fuerte_El_Vigia.jpg
Sin embargo, el gran receptor de sucesivas intervenciones a lo largo del periodo hispánico para ir optimizando su funcionamiento fue el fuerte San Felipe de Puerto Cabello, el cual devino en el gran laboratorio en el que fueron sucediéndose los ingenieros militares destinados a la provincia de Venezuela, desde el proyecto primigenio de Juan Amador Courten (1732). Aunque este se comenzó a construir según el proyecto de Courten, fundamentado en una gran cortina curva enfrentada hacia la costa y dos baluartes hacia el interior, el inmueble iniciado se ajustó en su diseño, reutilizando lo avanzado, pero reemplazando la cortina curva por dos baterías curvas y dos cortinas rectas, en cuya bisectriz se insertó un tercer baluarte en forma de plataforma pentagonal alongada. Fue concluido en 1739.
2.- PERIODO REPUBLICANO (1830-1935)
La reutilización de estructuras e inmuebles heredados de la etapa hispánica fue una herramienta que permitió aprovechar lo existente y optimizar los contados recursos habidos, después del estado en que se encontraban las arcas nacionales, terminadas las Guerras de Independencia y las ulteriores guerras intestinas, en particular la Guerra Federal. Si bien la práctica común extendida en la fase de Antonio Guzmán Blanco, fue la demolición de inmuebles, en particular de iglesias y conventos para erigir nuevas edificaciones dedicadas al uso gubernamental y civil, también se efectuaron ejemplos notables de conservación, acompañados de acciones de remodelación lingüística y reúso adaptativo funcional.
Palacio de Gobernación y Justicia y Universidad Central de Venezuela
Tal vez los ejemplos más alegóricos al respecto, fueron los procesos efectuados en el antiguo Seminario Santa Rosa de Lima y Palacio Arzobispal adjunto, que sirvieron de sede de la Universidad de Caracas para su conversión en Palacio de Gobernación y Justicia, emplazado en la plaza Bolívar, seguido del proceso de adaptación del convento de San Francisco y su consolidación como segunda sede de la Universidad de Caracas, actual Universidad Central de Venezuela. En ambas intervenciones se involucró el arquitecto ingeniero Juan Hurtado Manrique, articulado con la figura de las Juntas de Fomento. Hurtado, haciendo gala de sus dotes profesionales logró conservar los componentes de valor, espacios, tipología, elementos constructivos, procediendo a efectuar operaciones más vinculadas con los cambios lingüísticos, afines al Historicismo dominante en el panorama arquitectónico del siglo XIX. Si bien Hurtado Manrique no fue un restaurador en el académico sentido del término que en la actualidad representa, su forma de abordar estas intervenciones ejerció un proceso valorativo, que le condujo a seleccionar ambientes y componentes a conservar y adaptarlos a usos compatibles, que no requiriesen transformaciones traumáticas del espacio, optando por incorporar modificaciones en los acabados, cerramientos y elementos ornamentales, para diluir el imaginario asociado con lo colonial, en pro de fomentar referentes culturales en boga del momento, en particular los franceses y británicos, que el “guzmancismo” ensalzó.
Así tendremos el revestido de dotes neoclásicas en el conjunto bipolar formado por los edificios dedicados al Palacio de Gobernación y Justicia al suroeste, y el Palacio Arzobispal al sureste de la Plaza Bolívar, así como el revestido de índole neogótica incorporado en la sede de la Universidad Central de Venezuela, sobre la crujía norte del claustro del otrora convento franciscano, engalanado con arcos ojivales, contrafuertes y una torre rematada con una esbelta flecha de reminiscencias de campanario medieval. En el caso de la Universidad,
El interior del edificio ha sido también completamente refaccionado y restaurado en armonía con la elegancia de su nuevo frontis: las antiguas celdas se han convertido en espaciosos y bellos salones dignos de la institución á que están destinados: sus patios se han arreglado conforme á los más adelantados sistemas de pavimentación: sus escaleras han recibido notables reformas, siendo digna de especial mención una nueva, ejecutada con tal arte, que une á la belleza una audacia de construcción que hace honor al ingeniero director, no menos que á los obreros que pusieron por obra su trazado (Ministerio de Obras Públicas, 1876: X).
Figura 2.1: Palacio de las Academias (pinterest, s.f.). Disponible en https://www.pinterest.com/pin/7810999324870110/
A estas intervenciones debemos agregar la efectuada sobre el inmueble de la Cárcel Real y sede del Ayuntamiento de Caracas, también heredado del periodo hispánico, para consolidar su adecuación como Palacio de Gobierno en 1874, uso que había comenzado a desempeñar en 1842, desde el gobierno de José Antonio Páez. Nos referimos a la actual sede de la Cancillería, mejor conocida como la Casa Amarilla de Caracas, nombre que precisamente adquirió gracias a las mutaciones estéticas conferidas por la intervención de Hurtado Manrique, en la que se dotó de una fachada neoclásica, reemplazando los aleros coloniales por cornisas y parapetos neoclásicos y envolviendo los paramentos de enlucidos de color ocre, para forjar la imagen del edificio icónico de los gobernantes del Partido Liberal Amarillo.
Iglesias de Santa Teresa y Santa Capilla
Este tipo de actividades no se limitó a las edificaciones de uso gubernamental y educacional. También lo podemos apreciar en la desconocida reutilización de componentes estructurales y espaciales como parte de aparentes nuevos edificios religiosos, que en sus entrañas han de conservar elementos de iglesias del periodo colonial que les precedieron. Estas acciones se dieron en la erección de la doble basílica Santa Ana - Santa Teresa, levantada en parte de lo que había sido el oratorio de San Felipe Neri, de la orden de los Neristas, y en la erección de la iglesia Santa Capilla, aprovechando parte de la desvencijada iglesia de San Mauricio. En ambos casos se conservaron muros y algunos vanos de las edificaciones religiosas que les precedieron, llegando en el de Santa Capilla en su primera etapa a preservarse los arcos de medio punto que formaron parte de la nave central de San Mauricio, lo cual explica el que una iglesia que pretendía emular a la “Sainte Chapelle” de París en estilo y destino utilitario para preservar las reliquias, utilizara arcos de medio punto y no ojivales, configurando escenográficamente el estilo, mediante boceles superpuestos sobre los paramentos, con forma de arcos flamígeros. Según refería la Memoria del Ministerio de Obras Públicas de 1883:
Otro de los edificios antiguos que afean hoy la ciudad es el Templo de San Mauricio; ya el Ilustre AMERICANO, Presidente de la República lo ha dicho, y ha concebido la idea de transformarlo en una Capilla de estilo gótico que quede aislada por el Poniente que es su fachada principal, y por el Norte y Sur que son las laterales. El estudio de esta obra fué encomendado al suscrito у tiene ya muy adelantado el trabajo de sus planos y presupuestos… (MOP, 1883: 113).
Figura 2.2: Iglesia Santa Ana Santa Teresa (Veronidae editada por Rabanus Flavus, 2013). Disponible en https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Basilica_de_Santa_Teresa_y_Santa_Ana.jpg
Figura 2.3: Iglesia Santa Capilla (Frank Fitas, 2007). Disponible en http://www.flickr.com/ photos/fitosumbate/ 2190022330/
Colegio de las Educandas de Valencia
También de esta época es importante reseñar el caso de la transformación del antiguo convento de la congregación de las Carmelitas Descalzas y Colegio de las Educandas en Palacio de Gobierno de Valencia. Siguiendo la pauta de readecuación de edificaciones del periodo hispánico para nuevas funciones republicanas, en este caso como sede del gobierno regional. El convento se había erigido en 1768, siendo acondicionado entre 1874 y 1879 como sede de los tres poderes del estado Carabobo de los Estados Unidos de Venezuela. Según refería la Memoria del Ministerio de Obras Públicas en 1876 (Ministerio de Obras Públicas, 1876: VIII), los trabajos de adecuación se encontraban muy avanzados:
Inspiróse el Ilustre Americano al dotar
con este interesante monumento á la capital de Carabobo, en el noble propósito
que anima de realzar nuestras poblaciones ante sus propios ojos, imprimiendo
cierta majestad á las ciudades conspicuas de los Estados de la Unión, para
crear en ellas por este medio, estímulos y aun necesidades civilizadoras que
correspondan á la magnitud y trascendencia de los intereses políticos y
sociales en ellas vinculados.
La Junta encargada de realizar tan bello pensamiento, comprendiendo sin duda que tan elevadas miras y tan generosos auspicios imprimían de por sí al emprendido Capitolio de Carabobo cierto sello de importancia peculiar á la cual debiera corresponder su ejecución, se ha consagrado á ella con ardor y perseverancia, y con una pulcritud y tal celo en la inteligente economía de sus trabajos, que estos no solo han progresado á satisfacción del Gobierno, sino que continúan avanzando con una regularidad que augura el más completo y pronto éxito.
El proyecto de adecuación fue dirigido por el Ingeniero Mariano C. Revenga, con apoyo de la Junta de Fomento constituida por el Dr. Víctor Alvarado como Presidente, Matías Paz en calidad de Vocal y Francisco González, hijo como secretario (Ministerio de Obras Públicas, 1876: 107).
3.- PERIODOS
MODERNO Y CONTEMPORÁNEO (1935-1970)
En décadas recientes, han sido numerosos los casos de adecuación a nuevos usos, concatenados con procesos de restauración y rehabilitación de edificaciones. Dentro de estos se presentan hibridaciones interesantes de experiencias de adecuaciones de edificios a diversos usos.
3.1.- DE CASAS DE HACIENDA A CENTROS CULTURALES
Dentro de las intervenciones efectuadas en estancias y haciendas se tienen varios casos, destinados en su mayoría a alojar museos y centros culturales, tanto por iniciativa privada como gubernamental. Podemos referir de forma temprana las experiencias desarrolladas en el tema habitacional periurbano de las estancias de Anauco Abajo y de Anauco Arriba, o de las casas y unidades de producción de las haciendas Montalbán y La Vega, al oeste de Caracas o, de la estancia La Floresta y la hacienda La Trinidad al noreste y sureste de Caracas respectivamente.
Todos estos casos encarnan interesantes ejemplos de la combinación de la actividad restaurativa con el reúso adaptativo, en los que se conservaron componentes de valor de la arquitectura e infraestructura semi industrial, su espacialidad y materialidad, incorporando algunos dispositivos, paredes y estructuras reversibles para albergar las funciones expositivas y comerciales adjuntas de apoyo.
Hacienda
– Estancia La Floresta
La hacienda Estancia La Floresta había sido uno de los núcleos primarios de producción de cultivos de café en el valle de Caracas, junto con las haciendas Blandín y San Felipe introducido por los Padres Sojo y Mohedano. Los predios de La Floresta fueron comprados por la familia Sosa en 1915, a quienes perteneció por décadas, hasta 1989 cuando la pusieron en venta. Entonces fue adquirida por Petróleos de Venezuela, con el fin de readecuarla, en un principio, como albergue temporal de huéspedes ilustres del Estado Venezolano. La iniciativa temática se había inspirado en el proyecto análogo de la Casa de Huéspedes Ilustres de Colombia, desarrollado en Cartagena de Indias, por el arquitecto Rogelio Salmona en 1986. El proyecto de restauración y readecuación de usos fue contratado en 1989 a la extinta Fundación para el Rescate y Conservación de Inmuebles, Localidades y Bienes de Valor Histórico, Religioso y Cultural (FUNRECO), con sede en Caracas.
El conjunto conserva la casa de hacienda principal, la casa del capataz, el espacio de la trilla, el espacio de clasificación del café, además de los patios de secado. El proyecto de restauración y readecuación de uso fue desarrollado en dos etapas por el equipo técnico de FUNRECO, bajo la coordinación del arquitecto Ramón Paolini y la participación de los arquitectos Germán Mantilla y Francisco Pérez Gallego, en los proyectos de las áreas de producción y la casa de hacienda, respectivamente.
La fase proyectual se extendió durante el año 1991, emprendiéndose las obras en 1992. Sobre la marcha de los trabajos, PDVSA decidió dedicar exclusivamente el inmueble al desarrollo de funciones culturales, lo que precisó ajustar las áreas de habitación previstas en el proyecto inicial, que demandaban mayor segregación espacial, a favor de espacios diáfanos para las funciones expositivas. Las obras continuaron con ese programa, dando origen al Centro de Arte La Estancia, inaugurado en 1995 como un centro cultural aglutinador de funciones diversas, entre las que se previó un centro de información, salas de exposición, salas de reunión y seminario, entre otras funciones flexibles dispuestas en los jardines.
La Hacienda La Vega
La hacienda La Vega por su parte, era una de las haciendas productora y procesadora de caña de azúcar más antiguas del valle de Caracas. En producción desde alrededor de 1590, fue pasando por las manos de varios propietarios, entre otros la familia Tovar quienes la habían adquirido en 1620. Es propiedad de la familia Úslar desde 1899, cuando fue adquirida por Jorge Úslar, a través de una transacción con el extinguido Banco Caracas (Weishaar, Ferreira y Cabrera, 1977). Desde la segunda mitad del siglo XX fue escenario de distintos eventos sociales, bajo la iniciativa de los sucesores de Jorge Uslar, la familia Herrera Uslar-Gleichen, albergando en calidad de huéspedes temporales a destacadas personalidades del ambiente artístico y del jet set internacional, tales como Christian Dior, Salvador Dalí, la princesa Margarita y el actual rey Carlos III de Inglaterra, cuando era príncipe (Piñango López, 20 de abril de 2019).
Fue declarada Monumento Histórico Nacional, el 17 de noviembre de 1970 según gaceta oficial número 29.371. La misma familia Uslar emprendió su restauración y readecuación en 1997, con el fin de conservar los espacios habitacionales principales y poner en uso el conjunto de la unidad de producción, para actividades turístico-culturales, entre las que se incluye la realización de convenciones, exposiciones, visitas turísticas y eventos de corte político y socio cultural. Actualmente, además de estas actividades, funciona en una parte de sus espacios, la Alberto Vollmer Foundation Inc., creada en 1987, en la cual se custodian las colecciones documentales de Alberto Vollmer, de Alfredo Boulton y del arquitecto Tomás José Sanabria (Fundación Alberto Vollmer, 2010).
Figura 3.2: Hacienda La Vega, municipio Libertador, Caracas (Faustino Ubiaga, 2014). Disponible en https://twitter.com/ubiaga/status/1098734135856807936/photo/1
Hacienda La Trinidad
Un caso más reciente de adaptación de la Arquitectura integrante de los inmuebles que otrora formaran parte de una unidad de producción, lo constituye la hacienda La Trinidad, emplazada en el municipio Baruta del estado Miranda, comprendida dentro del área metropolitana de la Gran Caracas. Sus orígenes se remontan a las primeras concesiones otorgadas por Diego de Losada, en el proceso de conquista del valle de Caracas; en este caso a Alonso Andrea de Ledesma, quien asumió “la primera encomienda sobre terrenos ocupados por indígenas en el Valle del Cacique Baruta” (Hacienda La Trinidad Parque Cultural, 2023), dedicándolo como hato para la cría de ganado a partir de 1582.
Más tarde, hacia el siglo XVII, deviene en hacienda dedicada inicialmente al cultivo de trigo. En el siglo XVIII se diversificó, enfocándose en los cultivos de café y caña de azúcar. A comienzos del siglo XIX fue adquirida por la familia Vegas, quienes conservan la producción de café y caña de azúcar, hasta el siglo XX, cuando en 1919 la venden al médico, investigador, empresario y político Rafael González Rincones (1885-1958), quien será su propietario hasta la década de 1950 (Fundación Polar, 1997a). Este, conserva la actividad agrícola de ambos rubros hasta 1945, cuando decide volcarse de manera experimental al cultivo y procesamiento del tabaco por exiguos años.
Esta diversidad de rubros fue legando una pluralidad de estructuras representativas de los procesos de transformación de cada género. En el siglo XVIII se edificaron el trapiche y la casa vieja o principal, siendo su propietario para 1740 el sacerdote Ignacio Rengifo Pimentel, quien las edifica hacia 1758. La casa auxiliar, estuvo dedicada como centro de procesamiento y almacenaje de café. En 1945 se incorporaron los siete secaderos, dedicados a la deshidratación y maceración de las hojas de tabaco, proyectados por el arquitecto Bastianini (Suárez, 2016).
El proceso de ocupación y construcción sostenido en la segunda mitad del siglo XX, sobre los terrenos otrora agrícolas del valle de Caracas, incentivó al igual que en otras haciendas la conversión de La Trinidad en urbanización. En 1950, habiendo mermado la actividad agrícola, Rafael González Rincones decide emprender en la actividad inmobiliaria vendiendo a terceros, parte de las tierras para el desarrollo de la llamada urbanización “ciudad satélite” de Caracas, la cual contemplaba un sector industrial y otro residencial.
No obstante, preservó parte de la propiedad, específicamente la correspondientes a las áreas de habitación y trabajo. En la década de 1960 continúa la venta de terrenos, entre otros al Banco Obrero para emprender desarrollos de vivienda de interés social y clase media. En 1965 venden el área del trapiche y sus alrededores al escultor y diseñador Cornelius Zitman, quien erigió la Casa-taller Zitman, una estructura moderna que incorporó y aprovechó vestigios del antiguo trapiche, tales como la torre-chimenea, cuatro muros y la rueda hidráulica (Hacienda La Trinidad Parque Cultural, 2023).
En 1970, los sucesores de González Rincones, deciden resguardar el área restante que incluía los inmuebles más significativos, y su entorno natural inmediato que alcanzaba una superficie de unos 15.000 m2, “como un refugio para la memoria histórica” (Hacienda La Trinidad Parque Cultural, 2023). Esta decisión permitió madurar con los años, un proyecto para la conservación y adecuación de sus espacios, que fructificó en la “Hacienda La Trinidad Parque Cultural”, puesta en uso en 2011. Tal como refieren en su web constituye “un centro cultural y patrimonial concebido para fomentar el arte, la historia y la cultura venezolana y lo consoliden como parte importante de un circuito de turismo cultural que contribuya positivamente al cambio social, educativo y cultural de la comunidad” (Hacienda La Trinidad Parque Cultural, 2023).
El proyecto de restauración y readecuación de usos involucró a la arquitecta Ana María Marín Mendoza, quien fue la responsable del plan de manejo y readecuación, y al arquitecto Ramón Paolini en la propuesta de restauración de los espacios. La casa Zitman por su parte se mantiene como una propiedad privada en manos de la familia Zitman.
Figura 3.3.: Hacienda La Trinidad, municipio Baruta, Caracas (Maita, Jesús, 2017). Disponible en https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Hacienda_la_trinidad.jpg
3.2.- DE VIVIENDAS URBANAS O PARA TEMPERAR, A CENTROS CULTURALES
Además de los casos de conversión de casas de hacienda como centros culturales, también podemos encontrar varias experiencias de readecuación de residencias urbanas y periurbanas como centros culturales, desarrolladas en distintos momentos.
Casa de la familia Mendoza
Un caso temprano fue la restauración de la Casa de habitación de la familia Mendoza en Caracas, y su readecuación como Casa de Estudio de la Historia de Venezuela Lorenzo Mendoza, emplazada entre las esquinas de Veroes y Jesuitas. La residencia fue construida en el siglo XVIII, específicamente en 1761 como colegio y residencia de la Compañía de Jesús, hasta 1767 cuando se produjo la expulsión de los Jesuitas de los territorios adscritos al reino de España. Entonces el inmueble fue cambiando de dueño, adquiriendo durante el periodo hispánico diversos usos, entre el residencial, pasando luego a funciones institucionales vinculadas con la Corona, tales como sede del Batallón de Veteranos de Caracas (1771-1777), Casa de la Renta del Tabaco (1793-1816) y más tarde como sede la Real Casa de la Moneda (1817-1818), cuyas funciones legó algunas estructuras al inmueble. Durante el siglo XIX, en tiempos republicanos volvió a asumir funciones educacionales sirviendo como sede temporal a los colegios El Salvador del Mundo (1849-1859), dirigido por Juan Vicente González y más tarde, al colegio Santa María (1859) dirigido por Agustín Aveledo (Fundación Empresas Polar, 2023).
El conjunto integral se compone de dos viviendas adosadas, al parecer derivadas desde sus orígenes de las dos funciones compartidas que se desarrollaron en sus espacios como residencia y colegio de la Compañía de Jesús. No obstante, luego se separaron, volviendo a integrarse por parte de los Mendoza. Primeramente, en 1893 Lorenzo Mendoza Buroz, adquirió la casa identificada con el número 22, para destinarla como residencia familiar. Los descendientes compraron en 1903 la casa colindante con el lindero norte, identificada bajo el número 24, procediendo a integrarlas como una unidad habitacional. Desde entonces ha permanecido bajo la propiedad de la familia Mendoza hasta el presente, albergando a los matrimonios y descendientes Mendoza Martínez, Mendoza Fleury y Mendoza Quintero (Fundación Empresas Polar, 2023). Los sucesores fueron desarrollando modificaciones funcionales y estilísticas, siendo importantes las reformas incorporadas en la década de 1930 por el matrimonio de Lorenzo Alejandro Mendoza Fleury y Mercedes Quintero en las dependencias traseras, cuando se efectúan agregados de lenguaje neocolonial.
A comienzos de la década de 1990, los descendientes de Mendoza, que ya no residían en el lugar, decidieron darle un uso a la edificación que se articulara con las funciones filantrópicas, académicas y editoriales desarrolladas por la Fundación de Empresas Polar, de propiedad familiar, en especial para apuntalar el perfil de una de sus más destacadas publicaciones, el Diccionario de Historia de Venezuela. Se propusieron entonces “destinar este espacio a ser memoria viva, pero también lugar de estudio y divulgación de la historia de Venezuela, así como lugar de esparcimiento y sosiego de los vecinos, transeúntes, visitantes y del público en general” (Fundación Empresas Polar, 2023).
El inmueble sigue el patrón de las casas del periodo hispánico. Ambas casas tienen patio interior rodeado por corredores; la principal central y la del lado norte, lateral, compartiendo entre ambas un traspatio, al que se vuelca un corredor posterior y otras estancias. El inmueble se encuentra protegido como Bien de Interés Cultural por estar incluido en el Catálogo del Inventario Cultural Venezolano por el Municipio Libertador (Instituto del Patrimonio Cultural, 2007: 149).
El inmueble fue sometido a estudios diversos; histórico, arqueológico y de diagnóstico conservativo, orientados a su restauración, donde estuvo involucrado parte del equipo del Instituto Experimental de la Construcción - IDEC, bajo la coordinación del arquitecto Luis Guillermo Marcano, que también coordinó el proyecto de restauración y las posteriores obras para su puesta en uso y musealización, con apoyo de un equipo multidisciplinario de profesionales. Las obras se desarrollaron entre 1997 y el año 2000, poniéndose en uso en 2001, desde cuando funciona con una diversidad de actividades hasta el presente.
Figura
3.4: Casa de Estudio de la Historia Lorenzo Mendoza. (Guillermo Ramos Flamerich,
2008). Disponible en https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Lorenzo_Mendoza_House_for_the_study_of_Venezuelan_History.jpg
Casa de Antonio Guzmán Blanco en Antímano
De igual forma, otro inmueble residencial que pasó de ejercer funciones habitacionales, a funciones culturales fue la casa de recreo del expresidente Antonio Guzmán Blanco, en la localidad de Antímano, para ese entonces de rasgos campestres. La residencia fue construida entre los años 1879 y 1884, como casa para temperar, la cual compartía con la casa análoga en la localidad de playa de Macuto, La Guzmania. No obstante, al parecer en esta residencia transcurría la mayor parte de su tiempo dada la proximidad al área urbana de Caracas.
Fue declarada Monumento Histórico Nacional el 13 de agosto de 1979, por la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, según Gaceta Oficial 31.797 (Instituto del Patrimonio Cultural, 2007: 158).
La tipología alude al patrón de las casas de hacienda, con estructuras de pie derechos y armaduras de madera, y cubiertas de tejas de lenguaje ecléctico. El inmueble consta de una planta rectangular simétrica con patio central que reitera la forma, a la que se acoplan en su fachada posterior una prominencia o ensanche de forma convexa, a manera de mirador, que se articula con los corredores perimetrales. Se desarrolla en dos niveles, que aprovechando la topografía del terreno se manifiestan como una sola planta en la fachada principal, y como dos en la posterior, de las cuales la inferior funciona como un basamento a manera de semisótano, cuyos laterales van decreciendo hacia el frente, donde quedan bajo tierra.
La primera iniciativa para su restauración se efectuó en la Fundación para el Rescate y Conservación de Inmuebles, Localidades y Bienes de Valor Histórico, Religioso y Cultural - FUNRECO, dentro de la cual se comenzó a desarrollar un proyecto bajo la coordinación del arquitecto Germán Mantilla Monagas. Al cierre de la fundación, la idea fue retomada por Fundapatrimonio, concretándose entonces el proyecto, que siguió liderado por el arquitecto Mantilla. Los trabajos por cuenta de la Alcaldía de Caracas se ejecutaron entre 2003 y 2004, siendo inaugurada como centro para la animación cultural de la comunidad local, en el que se efectúan actividades educativas, culturales y recreativas hasta el presente.
Figura 3.5: Casa de Guzmán Blanco en Antímano. (Alcaldía de Caracas, 2014). Disponible en https://alcaldiadeccs.tumblr.com/post/97079000049/embed
Villa Teola
Además de los casos precedentes, otro ejemplo de readecuación de uso como centro cultural, ejecutado en tiempos recientes fue el proceso a que fue sometida la villa Teola, emplazada en Los Teques. Aunque algunas fuentes la vinculan con Cipriano Castro, en realidad fue proyectada y construida en 1912, por iniciativa del médico y político, Arnoldo Morales Sumoza, bajo el nombre de Villa Amelia. Fue adquirida en 1917 por el general Antonio Pimentel, quien la compra por 110.000 bolívares, como residencia para temperar, renombrándola como villa Teola en honor a su esposa Teolinda (Monsalve, 2017, mayo 17). Desde entonces fue conocida bajo ese nombre tanto la casa como los amplios y frondosos jardines que la rodean, característicos del paisaje de montaña del lugar.
Respondía a un lenguaje ecléctico, diseminado a través de una profusa ornamentación de molduras, balaustradas y cresterías almenadas. Presentaba una volumetría asimétrica rodeada por corredores abiertos rodeados por columnas, a los cuales se encastraban volúmenes prismáticos, que producían terrazas, bow Windows y torres miradores de planta octogonal y cuadrangular.
El inmueble se había comenzado a demoler por parte de un consorcio argentino, el 20 de agosto de 1982, con el fin de erigir en sus terrenos un conjunto residencial de alta densidad. Sin embargo, la protesta colectiva de la comunidad hizo efecto en el Concejo Municipal, cuando su presidente ordenó su suspensión, argumentando que constituía un patrimonio histórico y cultural del municipio Guaicaipuro, con características de Parque Regional (Monsalve, 2017, mayo 17). Fue entonces declarada patrimonio histórico del municipio Guaicaipuro por el Concejo Municipal. Pese a ello, el lugar devino con los años en refugio de antisociales y vertedero improvisado.
En 2007 el conjunto sobreviviente fue incluido en el catálogo del Inventario del Patrimonio Cultural venezolano por el Municipio Guaicaipuro, bajo el título de “Ruinas de la Villa Teola” (Instituto del Patrimonio Cultural, 2008: 49-50). Gracias a estas acciones se logró salvar y readecuar el inmueble y su paisaje circundante, siendo a posteriori la compañía del Metro de Los Teques quien se ocupó de contratar un proyecto y obras para su restauración y readecuación, a partir del cual fue restaurada y readecuada como centro cultural, siendo inaugurada en 2017 como Parque Social y Cultural Villa Teola.
El
proyecto fue coordinado por el arquitecto Luis Guillermo Marcano, con
participación de la arquitecta Hersilia Barbosa en el desarrollo. Si bien se
había perdido gran parte de la edificación, los elementos conservados se
restauraron e incorporaron dentro del diseño del nuevo núcleo cultural, para
albergar funciones como centro de documentación, salas de reunión y asambleas y
servicios conexos.
Figura
3.6: Villa Teola. (Esfera Cultural, 2017). Disponible en https://esferacultural.com/villa-teola-reflorece-distancia-31-anos/5257
3.3.- DE CENTROS DE PRODUCCIÓN Y COMERCIALIZACIÓN A CENTROS CULTURALES
Trapiche Los Clavo
Otro ejemplo de interés por mencionar es el de la restauración y adecuación del Trapiche, integrante de la hacienda de la familia Clavo Carrillo, en Boconó, perteneciente en sus orígenes al general Santana Saavedra, comerciante y gobernador del estado Trujillo en 1878, quien la vendió a Perpetuo Clavo, un ciudadano natural de Tostós. Este contrajo nupcias con Josefa Carrillo Monreal, nieta del general José de la Cruz Carrillo Terán, héroe de la independencia, unión de la cual nacerían los herederos Perpetuo y Juan Bautista. Estos trabajaron en pro del progreso de las tierras, los cultivos de caña de azúcar y el trapiche, hasta sus respectivas defunciones, cuando al no dejar descendencia, el Estado expropió las tierras por utilidad pública, para ser otorgadas al Instituto Nacional de la Vivienda (INAVI).
La iniciativa de restaurar y readecuar el inmueble procedió del profesor arquitecto Domingo Miliani, quien propuso fundar una institución museística en Boconó, para lo cual recurrió al apoyo de las Damas Voluntarias de Acción Social. Como producto de estas acciones se creó la Asociación Civil Amigos de Boconó, que logró obtener en comodato el inmueble Trapiche Los Clavo, de parte del INAVI (Museo Trapiche Los Clavo, 2015). A partir de entonces, con apoyo del CONAC, se desarrolló el proyecto desarrollado por la arquitecta Maya Felice. El museo abrió sus puertas en 1986 reutilizando las estructuras del antiguo trapiche, enfocado en exaltar el arte popular de la región.
En 1997 pudieron adquirir el inmueble y los terrenos adjuntos, lo que les permitió la ampliación del proyecto para dar cabida a otras instituciones de carácter cultural tales como el Museo del Café, la Biblioteca Pública Isaura Saavedra, la Orquesta Sinfónica Juvenil Módulo Boconó, Talleres Artesanales y un Módulo de Información Turística. En esta segunda etapa intervino el arquitecto Ramón Paolini, quien acometió otras intervenciones para la habilitación de nuevas áreas.
Figura 3.7: Museo Trapiche Los Clavo, Boconó (Antonio Nicolas, 2021). Disponible en https://twitter.com/antonio28004366/status/1383814589641478147/photo/3
Estación de ferrocarril El Consejo
Igualmente podemos referir la adaptación de estructuras de tema comercial-industrial como fue la antigua estación de ferrocarril El Consejo, perteneciente a la red del Gran Ferrocarril de Venezuela, que desde 1894 unía Caracas con Valencia. Esta fue restaurada entre 1986 y 1988 por iniciativa como promotor del ingeniero Alberto Vollmer Herrera, biznieto por la rama paterna de don Gustavo Vollmer Ribas, propietario originario de la hacienda familiar, quien la adquirió en 1885 (Marín Primera, 2020).
El proyecto fue desarrollado en 1986 por el arquitecto Tomas José Sanabria, a quien se le encomendó desarrollar un estudio para su restauración, que contempló también su adecuación para actividades museísticas, dentro de las cuales se consideró la rehabilitación de varias locomotoras y vagones antiguos para su exhibición y utilización dentro de la hacienda (Sanabria, 1986). El proyecto “ordenó tender 12 kilómetros de vías férreas dentro de la centenaria Hacienda Santa Teresa”, además de recuperar la estación para fines turísticos y culturales con el fin de movilizar a los visitantes, y desarrollar visitas guiadas para el conocimiento del proceso del cultivo y extracción de la caña de azúcar, y del proceso productivo artesanal del célebre ron de fama internacional "Santa Teresa".
Figura 3.8: Estación El Concejo, El Concejo (D.R., 2018). Disponible en http://viajesyturismoguiguevenezuela.blogspot.com/2014/02/27-El-Consejo-Edo-Aragua-Hacienda-Santa-Teresa-Venezuela-La-Historia-del-Ron-en-Venezuela.html
Mercado Central de Maracaibo
Otro proyecto de restauración y readecuación conducente a un centro de artes fue el efectuado en Maracaibo en el Mercado Central. Corresponde a un inmueble de estructura ferro vítrea prefabricado de planta rectangular y esquinas romas, formado por cubiertas perimetrales en pendiente y el encuentro de dos grandes bóvedas a manera de crucero en el centro, rematado por cuatro linternas con cúpulas en las esquinas. El edificio había sido adquirido a la empresa de origen inglés Richter & Pickis Industrial Engineers London E.G. por contrato del 13 de julio de 1928, para restituir la edificación del mercado principal de la ciudad, cuya estructura precedente había sucumbido en un incendio en 1927. El traslado y montaje de la estructura del mercado se prolongó entre 1928 y 1930, bajo la dirección del ingeniero de origen belga León Jerome Hoet (Zawisza, 1989: 100-108).
La restauración del inmueble a nivel estructural había sido efectuada a través de la Gobernación del estado, desde 1973 cuando se decidió reutilizar el edificio como Centro Popular de Cultura, funcionando hasta 1982 cuando cerró debido a que, si bien la estructura se había consolidado, presentaba problemas acústicos y térmicos que limitaban un uso confortable, debido a sus condiciones espaciales y materiales. En ese marco, la escultora Lía Bermúdez que se desempeñaba como Secretaria de Cultura del Estado, propuso al Gobierno Nacional la necesidad de efectuar un proyecto de readecuación, que, con el apoyo de la Dirección de Museos, adscrita al Consejo Nacional de la Cultura le fue encargado al Ministerio de Desarrollo Urbano (MINDUR).
El inmueble fue declarado Monumento Histórico Nacional por la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación el 6 de octubre de 1986, según Gaceta Oficial N.º 33.570 (Moreno, 1998: 53; Instituto del Patrimonio Cultural, 2010: 40). Este comisionó el proyecto al arquitecto José Espósito, quien valiéndose de la estructura existente habilitó el edificio para funciones culturales tan diversas como “teatro y artes escénicas en general, salas de exposiciones, centro de información y documentación, biblioteca para las artes universales, sala de lectura, sala audiovisual, tienda de arte y cafetín-restaurante”. Las obras se completaron en 1990 cuando se creó institucionalmente el Centro de Arte Lía Bermúdez, siendo inaugurado formalmente el 4 de noviembre de 1993. Desde entonces se mantiene activo hasta el presente como núcleo principal de las dinámicas culturales de la ciudad marabina y en general del estado Zulia.
Figura 3.9: Centro de Arte Lía Bermúdez, Maracaibo (Wilfredor, 2013) Disponible en https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Art_Center_Maracaibo_Lia_Bermudez.jpg
3.4.- DE NÚCLEO RELIGIOSO A CENTRO DE INFORMACIÓN
La Capilla Nuestra Señora de Lourdes
La Capilla Nuestra Señora de Lourdes del Paseo Guzmán Blanco, luego llamado Independencia, y actualmente conocido como parque Ezequiel Zamora, fue proyectada como capilla dedicada al culto de la virgen, en su advocación como Nuestra Señora de Lourdes, por el arquitecto Juan Hurtado Manrique en 1885. Se erigió por iniciativa de los señores Enrique Rodríguez Díaz y Félix García Fuentes, en representación del Gobierno Nacional y de los deseos de Misia Jacinta, la esposa de Joaquín Crespo. El nuevo templo buscaba además compensar la pérdida de la capilla de El Calvario, que había sido demolida para la construcción del Acueducto y estanque de El Calvario.
La nueva capilla se caracterizaría por constar de “una sola nave en un rústico neogótico, con las pseudobóvedas revestidas de madera; sus ventanas ojivales en dos niveles, producen exteriormente el efecto de gran altura, acentuado con la esbelta terminación de la torre campanaria (sic); la completa un semisótano surgido por la desigualdad del terreno” (Zawisza, 1988:3-210). Además de la nave, siguiendo un patrón en forma de cruz latina, presenta dos brazos laterales, aunque el testero sigue una traza semi-octogonal. Fue edificada en 76 días, lo cual representó un desafío técnico para la época por su implantación. Según refería la Memoria de Obras Públicas “Magnífico se ostenta el Santuario de Lourdes al Norte del Paseo Guzmán Blanco, en la parte más escarpada del monte, asentada sobre una inmensa roca caliza y dando frente a la Estación del Ferrocarril de Caracas a La Guaira, como un testimonio mudo, pero elocuente, del adelanto material del país…” (Ministerio de Obras Públicas, 1886:10).
Lamentablemente, la falta de actividades litúrgicas permanentes, por no haber adquirido como iglesia un estatus parroquial, sino el de iglesia subalterna adscrita a la Catedral, contribuyó a través del tiempo a generar sucesivos problemas de conservación. Pese a ello fue utilizada durante gran parte del siglo XX por muchos ciudadanos para celebrar matrimonios y otros oficios religiosos especiales. Sin embargo, se dejó de utilizar a raíz de algunos actos profanos e incluso el suicidio de un clérigo en su interior, lo que desencadenó un progresivo deterioro que se prolongó durante décadas.
Así, hasta 1981, cuando se emprendió su primera restauración coordinada por el arquitecto Ramón Paolini, circunscrita dentro del proceso de recuperación integral del parque El Calvario, dirigido por el arquitecto Pedro Vallone y el arquitecto paisajista Eduardo Robles Piquer. No obstante, la falta de uso constante incidió en que a finales del milenio presentara de nuevo problemas. Fue entonces de nuevo intervenida, entre 2001 y 2004 ya bajo el criterio de un mantenimiento correctivo, como parte del proyecto de restauración integral del parque El Calvario, desarrollado por Fundapatrimonio y articulado con el Núcleo de Desarrollo Endógeno Eje Turístico El Calvario, en el que se decidió readecuarla como Infocentro digital sobre la ciudad. Fue declarada sitio de Patrimonio Histórico Cultural, según Gaceta Oficial 38.383, del 20 de febrero de 2006 (Instituto del Patrimonio Cultural, 2007: 110).
A
pesar de ello, sigue siendo un caso complejo, debido a la intermitencia de
actividades en su interior. Debió ser intervenida de nuevo en 2014, lo cual
demuestra la importancia del reúso adaptativo en los inmuebles, como apoyo a la
conservación cuando las edificaciones han perdido su vocación original. En la
actualidad demanda de nuevo trabajos de conservación y su adecuación a un uso
que en definitiva sea permanente y sostenible en el tiempo.
Figura 3.10: Capilla Nuestra Señora de Lourdes. (Wilfredor, 2014). Disponible en https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Capilla_de_Lourdes.jpg
3.5.- DE CENTROS MÉDICO ASISTENCIALES A CENTROS CULTURALES
Hospital de Caridad y Capitolio de Ciudad Bolívar
Otra experiencia interesante fue la intervención de restauración y reúso adaptativo efectuada en Ciudad Bolívar, entre 1990 y 1992, para la conversión en Centro de las Artes, del inmueble que fuera proyectado como Hospital de Caridad San Juan de la Cruz, por iniciativa del gobierno de Juan Bautista Dalla Costa, por el ingeniero polaco Alberto Lutowsky en 1870. El edificio comenzó a construirse entonces, pero los trabajos se vieron paralizados como consecuencia de la muerte del ingeniero Lutowsky en 1871, el estallido de la Guerra de los Azules y la expulsión de Dalla-Costa, hasta que en 1883 se reanudaron, convocando a la iniciativa privada para su terminación.
No obstante, la insuficiencia presupuestaria y la inestabilidad política ralentizaron la conclusión de la obra, dando lugar en 1892, ante el estallido de la Revolución Legalista de Joaquín Crespo, y el avance de un foco de esta, desde el Territorio Federal del Yuruary hacia Ciudad Bolívar, a que el Gobernador Santos Carrera decidiera concluirla con apoyo del erario nacional, para destinarla como Cuartel de las Fuerzas Armadas Nacionales. El inmueble se utilizaría para alojar temporalmente a los contingentes militares de Andueza Palacios y Santos Carrera, procedentes del centro del país para confrontar a los grupos favorables a la Revolución Legalista. Una vez convertido en cuartel, fue utilizado de manera estable por el Batallón Cordero, al mando del General Ovidio Salas (Fernández, 1995: 183). Comenzó a reconocerse desde entonces como el Capitolio, por analogía con la imagen que el edificio había adquirido como fortaleza o ciudadela defensiva de la localidad, simbólicamente representada por la añadidura de garitas en sus esquinas, perceptibles desde la parte baja de la ciudad.
Desempeñó funciones militares hasta 1954, cuando fue destinado al gobierno, como sede de la Prefectura Civil, a la que se construyó un anexo para la Comandancia General de la Policía del Estado. Conservó este uso hasta 1989, cuando se decide su adecuación como Centro de las Artes. El inmueble, un edificio de dos pisos más semisótano, de volumetría en forma de prisma de alongada planta rectangular fue conservado, efectuando entonces operaciones internas para la configuración de las salas y servicios, otorgándole una nueva dinámica para favorecer su puesta en valor y la del entorno inmediato donde se implanta.
El proyecto de rehabilitación y readecuación fue desarrollado por el arquitecto Hernán Zamora, en el marco de los proyectos fomentados desde la Oficina Técnica del Centro Histórico de Ciudad Bolívar, dentro del Programa de Revitalización de la Ciudad, auspiciado por la Gobernación del estado Bolívar y el Gobierno Español, a través de la Comisión “V Centenario del Descubrimiento de América”. A su vera se comenzó a construir el inconcluso Teatro de Ciudad Bolívar, un polémico proyecto de arquitectura moderna del arquitecto Oscar Tenreiro, que buena parte de la ciudadanía confrontó porque velaba con su escala y volumetría la icónica imagen del otrora Capitolio de Ciudad Bolívar.
Figura 3.11: Capitolio de Ciudad Bolívar. Fuente (Daniel Pronio, 2012) “Centro de las Artes”. En Ciudad Bolívar en Fotos. Disponible en https://daproli.wordpress.com/2012/01/02/ciudad-bolivar-en-fotos/centro-de-las-artes-cbl/
Hospital de Caridad de Barquisimeto
Dentro de la adecuación de centros hospitalarios para las funciones culturales, un caso notable y pionero, fue el proceso de restauración y readecuación a que fuera sometido el antiguo Hospital de Caridad de Barquisimeto, para su adecuación como Museo de la ciudad. El inmueble se encuentra ubicado en la Carrera 15, entre las calles 25 y 26 de Barquisimeto, estado Lara. No obstante, deriva de una permanente vocación de mutaciones y reúsos adaptativos operados en el lugar desde el periodo hispánico.
El hospital de Caridad de acuerdo con la tipología y planta que ha perdurado hasta el presente como museo, había sido construido entre 1914 y 1918, según diseño de estilo neoclásico, atribuido al arquitecto Justo Rosemberg. No obstante, la intervención de Rosemberg aprovechó a su vez parte de la estructura precedente del Hospital de San Lázaro de Barquisimeto, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI, específicamente al año 1579; se hablaba entonces del Hospital de Santiago, emplazado en la manzana ubicada en el ángulo suroeste, de la plaza mayor, diagonal a la iglesia de la Concepción. Durante el periodo hispánico la estructura hospitalaria fue sometida a diversos procesos de refacción y reconstrucción, hasta su colapso mayor en el terremoto de 1812.
En 1836
se emprende su reconstrucción como Hospital de Caridad, pero no sería sino
hasta 1877 cuando se vigoriza su restauración integral y actualización de forma
conspicua, gracias al impulso que se le da, a raíz de la visita del médico Luis
Razetti a Barquisimeto y
su encuentro con el doctor de origen barquisimetano Antonio María Pineda,
formado en París, aunado a la acción de la Sociedad de Beneficencia presidida por el
Presbítero Juan Pablo Wohnsiedler, nombrado canónigo de la catedral de
Barquisimeto, ese mismo año (Fundación Polar, 1997b). A partir de esta, se
inició una campaña, que deviene en 1878 en la primera refacción y modernización
del hospital liderada por el doctor José de Jesús Fréitez Hernández (Ceballos,
2008, p. 120), con el fin de que sirviera como centro pedagógico de los
estudios de Medicina adscritos al recién creado Colegio Federal de
Barquisimeto, uniendo esfuerzos entre el Estado y la sociedad civil.
El proceso de perfeccionamiento del inmueble se retoma en 1914, gracias al sostenido impulso del doctor Antonio María Pineda, con el fin de someterlo a trabajos de restauración, ampliación y dotación de nuevas instalaciones, concluidos en 1918 como nuevo Hospital de Caridad, según proyecto del arquitecto de origen alemán Justo Rosemberg. Para lograrlo, se integraron tres lotes de terreno; primero, el original ocupado por el antiguo hospital San Lázaro, construido en 1.579; segundo, el de la Cárcel Pública, destruida por el terremoto de 1812 y como tercero, una casa de habitación particular. A partir de entonces el hospital adquirió el rango de Universitario gracias a que “los catedráticos combinaron y articularon los estudios médicos con la atención y el cuidado de los enfermos, una incipiente forma de docencia e investigación” (Giménez Lizarzado, 2018).
Entre 1922 y 1924, reiterando el reúso adaptativo conjugado armónicamente con la conservación, se levantó en el centro del patio del hospital, una capilla bajo la advocación de San Miguel, gracias al fomento de las labores piadosas de las hermanas de la congregación de San José de Tarbes, que se ocupaban de la asistencia del hospital. La capilla, de planta centralizada, en forma de cruz griega y lenguaje neoclásico, que acompasó al estilo del hospital, fue edificada por el constructor José de la Cruz Paz (Suárez 2017, mayo 18). En 1939 el hospital fue bautizado como Antonio María Pineda, por decreto municipal en honor a su promotor. La institución funcionó allí hasta 1954, cuando se decide su traslado a un moderno y amplio edificio construido ad hoc en la Avenida Vargas, con lo cual el inmueble hospitalario fue destinado a funciones castrenses, sirviendo como cuartel para el Batallón Piar, hasta su desocupación en la década de 1970.
En 1974 presentaba grandes problemas de conservación, por lo que llegó a considerarse su demolición. Afortunadamente, un grupo de la sociedad civil encarnado en la Fundación Sociedad Amigos de Barquisimeto (FUNDASAB) llevó a cabo una serie de acciones, lideradas por su presidente, Raúl Azparren (Suárez 2017, mayo 18), dirigidas a la adquisición, restauración y readecuación del antiguo hospital. Esto se articuló con el decreto de creación en 1977 del Museo Regional Centro Occidental por parte de la gobernación, a lo que se sumó el Concejo Municipal de Barquisimeto, que, a través de su presidente, el doctor Gustavo Adolfo Anzola, asignaron para servir como sede del museo, el inmueble del antiguo hospital adquirido por la municipalidad (Gómez de Blavia, 1985:225). A partir de entonces se emprendieron los trabajos de restauración y readecuación, los cuales vieron fruto el 18 de Julio de 1982, cuando se inauguró el Museo de Barquisimeto, como institución con la misión de “preservar y difundir la memoria histórica y cultural de la ciudad”, otorgándosele para ello como sede el antiguo edificio hospitalario.
El proyecto de restauración y readecuación de uso fue desarrollado por un equipo multidisciplinar de arquitectos y especialistas en museología, quien logró optimizar y poner en valor las salas de hospitalización como salas de exposición, conservando la capilla como cuerpo simbólico en el corazón del patio. Con el pasar de los años y el uso sostenido, el inmueble había ido demandando acciones de conservación lo cual suscitó que en 2021 se iniciaran trabajos de conservación para corregir problemas de filtraciones en las cubiertas, reparación de fachadas y “adecuación integral”, para lo cual fueron destinados 14 mil millones de bolívares (Noticias Barquisimeto, 2021, enero 28). Las obras se han prolongado hasta el presente, en el cual se encuentran involucradas la Fundación de Museos Nacionales, a la que se encuentra adscrita la institución y el Instituto Municipal de la Vivienda, adscrito a la Alcaldía de Iribarren, responsable de los trabajos de restauración en proceso (Noticias Barquisimeto, 2022, junio 4).
Figura 3.12: Museo de Barquisimeto (mubarq, 2015). Disponible en http://mubarq.fmn.gob.ve/el-museo
3.6.- DE CINES TEATRO A CENTROS COMERCIALES
Teatro Ayacucho
En cuanto a transformaciones a la inversa, es decir pasar del ámbito cultural originario al comercial, podemos encontrar como ejemplo, la restauración y readecuación del Cine-Teatro Ayacucho en Centro Comercial, dentro del que se contempló la formación de locales comerciales de comida rápida y salas de cine de pequeña escala, aprovechando el otrora espacio dedicado al patio, los balcones y el proscenio del teatro. La edificación había sido proyectada y construida bajo la dirección del arquitecto Alejandro Chataing en 1925, siendo el segundo cine en instalarse en la ciudad. La intervención adaptativa se efectuó entre 1993 y 1994, bajo la asesoría del arquitecto Ciro Caraballo, siendo declarado Monumento Histórico Nacional precisamente ese año.
El inmueble constaba de “un alto vestíbulo, y un área con aforo para 1.300 espectadores, distribuidos entre la platea, balcón y gradería; presentaba, además, un escenario con camerinos y tramoya desarrollados en tres niveles” (Instituto del Patrimonio Cultural, 2007: 22). Si bien la intervención obligó a la subdivisión del espacio principal para la inserción de los locales, el proyecto conservó la envolvente general del espacio teatral, con sus detalles ornamentales, además de la fachada y el ámbito del vestíbulo de la edificación, manteniéndose en uso hasta el presente.
Teatro Principal
Dentro de las actuaciones sobre teatros y cines una intervención que oscila entre la restauración y la readecuación de uso fue la del Teatro Principal, localizado en la esquina noroeste de la plaza Bolívar de Caracas. Si bien el proyecto conservó el uso de teatro, la restauración debió incorporar conceptos del reúso adaptativo, para poder actualizar la edificación a las técnicas de las instalaciones eléctricas, mecánicas y acústicas contemporáneas.
El teatro fue diseñado por el arquitecto Gustavo Wallis Legórburu, con apoyo en el diseño interior, de Carmen Helena de las Casas, y la firma de arquitectos franceses, Pierre Lahalle y Georges Levard, siguiendo líneas de estilo art decó, aunque utilizando un esqueleto de estructura metálica. Fabricada por la Trucson Steel Company, constituyó la primera experiencia del uso de una armazón de acero en una edificación en Venezuela, lo cual se combinó con otros adelantos tales como la implementación de un balcón delantero, el montaje de la primera viga balcón ensamblada en su totalidad in situ en el país, y tratamiento acústico en los paramentos de las paredes. Comenzó a funcionar el 18 de abril de 1931, con capacidad para 760 espectadores, siendo sometido a una remodelación en 1953, en la cual se eliminaron numerosos elementos decorativos art decó originales. Con el tiempo se adaptó también para el desempeño de funciones cinematográficas, con lo cual devino en el segundo cine de la ciudad, función que se alternaba con las actividades teatrales, hasta 1990 cuando se dedicó exclusivamente a funciones de cine mexicano (Polito, 2008).
En el marco de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia, a través del Gobierno del Distrito Capital (GDC), el Instituto Metropolitano del Patrimonio y la Alcaldía de Caracas se emprendió su restauración y readecuación según proyecto de la arquitecta Nelly del Castillo, siendo reinaugurado en 2011. El proyecto contempló acciones de restauración en la “fachada, vestíbulo, iluminación monumental, ascensor, tramoya y escena”, alcanzando dentro de la intervención una capacidad de 710 asientos, distribuidos a razón de 465 puestos en el patio, 123 puestos en el primer balcón y otros 122 en el segundo balcón. En la actualidad, la edificación funciona como sede de la Banda Marcial de Caracas y de la Compañía Distrital de Teatro (Herrera, 2017:62).
Figura
3.14: Teatro Principal (AdbA Art Deco Venezuela, 2017). Disponible en
https://www.facebook.com/photo/?fbid=1666793603347794&set=pcb.1666795283347626
3.7.- DE SEDES CORPORATIVAS A CENTROS CULTURALES
Otros ejemplos de adecuación de usos fueron los proyectos a que fueron sometidas algunas casas sede de la Compañía Guipuzcoana. En particular las de Puerto Cabello y Cagua, readecuadas para funciones culturales y la de La Guaira transformada en sede del gobierno regional.
La Casa Guipuzcoana de Puerto Cabello
La sede de Puerto Cabello responde “al patrón de una entidad palaciega compuesta por dos secciones autónomas de planta rectangular, hilvanadas a través de un eje longitudinal de simetría relativa sobre el cual se disponía una puerta de conexión entre ambas secciones. El conjunto buscaba imprimir el imaginario del tipo edilicio de un ‘caserío vasco’, formado por un volumen compacto que reunía las funciones de trabajo y vivienda en una misma célula, lo cual se satisfizo al igual que en las sedes de La Guaira y Maracaibo” (Pérez Gallego, 2022:134). Constaba de dos secciones contiguas; una de mayor área y dos pisos al frente, que contenía un pequeño ático retranqueado en un tercer nivel, y otra de menor área de un solo nivel en la parte posterior. Ambas se disponen en forma de U, mediante tres crujías organizadas en torno a un patio interior, separadas por un corredor transversal abierto hacia los flancos.
La primera sección, congregaba las oficinas y demás salas de trabajo administrativo, en el nivel de tierra; las dependencias habitacionales de los factores y personal de la compañía, en el piso superior, más un mirador para vigilar la llegada y pernocta de los navíos en el ático. La segunda sección se subdivide a la vez en dos partes, de las cuales la primera concentra los espacios de control y acopio de mercancías, en tanto la segunda contempla un cobertizo abierto hacia un traspatio ulterior de traza trapezoidal, dedicado por su patrón espacial a caballerizas y servicios (Pérez Gallego, 2022:134).
Fue restaurada y reacondicionada en 1995 como sede de la Biblioteca Ramón Díaz Sánchez, por el arquitecto restaurador Andrés Kresten Norgaard Weissenberg, quien procedió a a la liberación de componentes extraños que habían desvirtuado la esencia del edificio hispánico vasco primigenio, restituyendo los balcones techados y los sistemas de cubiertas y cerramientos de madera, rehabilitando los espacios interiores en torno al patio para las dependencias de depósito, consulta y administración de la Biblioteca. En la actualidad se encuentra desocupada y con serios problemas conservativos, aunque han iniciado obras cuyo destino final no está claro. El inmueble debiera ser nuevamente restaurado y reacondicionado para funciones cónsonas con su espacialidad.
Figura
3.15: Casa Guipuzcoana, Puerto Cabello
(Rebeca Figueredo, 2021). Disponible en
https://twitter.com/ekafig/status/1394658408251502595/photo/1
La Casa Guipuzcoana de Cagua
La Casa Guipuzcoana del estado Aragua se emplaza en la localidad de Cagua, enclave crucial de la actividad agrícola desarrollada en los Valles de Aragua durante el siglo XVIII. Se sitúa en el encuentro de las calles Bolívar con Piar, sirviendo como sede tanto al “Museo de Arte e Historia de Cagua”, como al Ateneo de Cagua. Se construyó alrededor de 1777, por iniciativa de la Compañía Guipuzcoana para servir como “centro de acopio y distribución de todos los productos que se cultivaban en el centro del país”.
La casa fue recuperada y restaurada por iniciativa de los pintores locales, Jorge Rafael Gómez, Evelio Giusseppi y su alumno Rafael Herrádez, junto con el cronista local Sótero Arteaga Miquelena y el doctor José R. Gil, fundadores del Museo de Arte e Historia de Cagua, entre otras personalidades comprometidas con la idea. El museo había sido inaugurado el 5 de mayo de 1977, funcionando originalmente en la Casa de la Cultura, institución derivada de la Sociedad Amigos de la Cultura de Cagua, establecida en 1972. No obstante, ante la falta de sede propia, surgió entre sus fundadores la idea de recuperar para su funcionamiento, el inmueble que había servido como sede a la Compañía Guipuzcoana en Cagua (Giusseppi y Díaz, 2016).
El Museo se estableció como fundación el 3 de diciembre de 1984, teniendo como principal objetivo, “gestionar ante el Congreso de la República, y la Junta Nacional de Protección y Conservación del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, para la adquisición de la Casa Guipuzcoana como sede de la fundación Museo de Arte e Historia de Cagua” (thebicben, 2017).
El inmueble fue declarado Monumento Histórico Nacional, según la Gaceta Oficial N.º 33.407, de fecha 7 de febrero de 1986 (Instituto del Patrimonio Cultural, 2006:31). Luego de sucesivas décadas de abandono y deterioros acumulados, se inició entonces la restauración de la casa por etapas, según proyecto del arquitecto Juan García Maldonado (Martínez, 2008). El inmueble fue finalmente adquirido por el Municipio en 1995, manteniendo la custodia hasta el presente. Según la describe el Instituto del Patrimonio Cultural:
La edificación es de dos pisos y está ubicada en una esquina, se organiza en una planta trapezoidal, cuyos espacios se distribuyen alrededor de un patio central, delimitado por corredores perimetrales con arcadas rebajadas soportadas por columnas de sección circular. Su techo está elaborado en estructura de madera con caña amarga y acabado en teja de arcilla, su entrepiso en pares de madera y tablas del mismo material. En su fachada destaca el acceso principal enmarcado por dos pilastras cilíndricas, así como ventanas con repisas y guardapolvos en arcos moldurados, dos pequeños balcones con estructura y barandillas de madera protegidos por pequeñas cubiertas inclinadas que continúan el alero perimetral del inmueble.
El inmueble sigue desempeñando funciones culturales hasta el día de hoy, ofreciendo salas de exposición, permanentes e itinerantes, y salones para tertulias y encuentros de la comunidad de Cagua, en los espacios otrora corporativos y de depósito comercial, de las transacciones de la Real Compañía Guipuzcoana en Cagua, como fase intermedia antes de su traslación a la casa de Puerto Cabello, para su traslado al exterior.
Edificio Las Laras de Maracaibo
Ejemplo digno de mención lo constituye el edificio Las Laras, ubicado en la Calle 77, entre las avenidas 9B y 10 de Maracaibo. Fue proyectado en 1928 como sede corporativa de la compañía petrolera Royal Dutch Shell, función que conservó hasta 1956 cuando la empresa trasladó su sede administrativa a Caracas. A partir de entonces, el edificio fue destinado en arrendamiento a las funciones de distintos organismos públicos, entre otros a las oficinas de la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela (CANTV). Debido a su significación histórica para la industria petrolera del país y a sus valores arquitectónicos, fue declarado Monumento Histórico Nacional, según Gaceta Oficial N.º 34.831, del 31 de octubre de 1991 (Instituto del Patrimonio Cultural, 2010: 72).
El edificio ocupa una manzana del tejido urbano de Maracaibo. Está constituido por cuatro crujías de dos plantas, dispuestas en torno a un patio central de planta cuadrada, y rodeadas por galerías en forma de balcones en volado, soportados por ménsulas dobles de madera hacia los exteriores, en los que se combinan el concreto, el acero y la madera, en un intento sincrético por expresar una fusión entre la tradición y la modernidad.
No obstante, el 24 de junio de 1994 fue afectado por un incendio que dañó gran parte de la estructura. A raíz de este fue sometido a un proceso de restauración que concluyó en 2003, con auspicios de la misma empresa Shell, que retomó inicialmente sus espacios como sede de varias dependencias de la empresa en Maracaibo. Luego de un proceso de expropiación por parte del Estado, pasó a través de Petróleos de Venezuela a servir como sede filial del Centro de Arte La Estancia en la ciudad de Maracaibo, para el desempeño de actividades culturales análogas a Pdvsa La Estancia de Caracas, destinándose al desarrollo de exposiciones, conferencias y talleres, entre otras (Fernández, 2012:14).
Figura
3.17: Edificio Las Laras, Maracaibo (PDVSA La Estancia, 2013) Disponible en
https://www.facebook.com/PDVSALaEstanciaOficial/photos/a.173995019390285.33660.130175993772188/305808792875573/
3.8.- DE SEDES MINISTERIALES A BIBLIOTECA
El antiguo Ministerio de Educación
Un caso atípico de reúso adaptativo
que también merece destacarse, fue el que se implementó en el inmueble
decretado y proyectado en 1934, bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez por el
arquitecto Guillermo Salas, para destinarlo como Ministerio de Agricultura. Los
cambios políticos suscitados a raíz de la muerte de Gómez desencadenaron
cambios en las políticas de estado, que incidieron en 1936 en otra opción. Se
decidió entonces que el inmueble una vez concluido fuese destinado como sede
del Ministerio de Educación, lo cual se concretó en 1938.
El edificio consiste en un volumen
prismático de planta cuadrangular de cuatro plantas dispuestas en forma de
anillo perimetral formado por dos salas en “U”, al norte y al sur, separadas
por el acceso y el núcleo de escaleras de dos tramos en reversa, al oeste y al
este respectivamente, dispuestas en torno a un espacio central que reitera la
planta cuadrada desde el nivel inferior hasta la cubierta, tratada en forma de
gran lucernario. El inmueble fue declarado Monumento Histórico Nacional según
Gaceta Oficial nº 31.900 de fecha 10 de enero de 1980 (Moreno, 1998: 101).
Con el pasar de los años, se hizo
insuficiente para concentrar las funciones educacionales del país, por lo que,
en el marco del Segundo Centenario del Natalicio de Bolívar, se construyó una
nueva sede ministerial en la esquina de Salas, inaugurada en 1983, que
permitió, una vez desocupado el inmueble, se readecuara como sede de la
“Biblioteca Pública Central de la Ciudad de Caracas” (Moreno, 1998: 101), luego
bautizada como Biblioteca Metropolitana Simón Rodríguez.
El proyecto de restauración y
readecuación fue desarrollado por el arquitecto Lesmes Castañeda, quien logró
conservar los espacios originales del edificio y su rica ornamentación art
decó, en particular de los vitrales que ambientan el fondo del núcleo de
circulación y la cubierta del ámbito central a triple altura. El proyecto logró
compatibilizar el programa de usos de la biblioteca, segregado en diversas
salas de lectura y consulta, además de los depósitos de documentos y libros con
las potencialidades espaciales del inmueble, cuyas funciones se mantienen en
uso hasta el presente.
Figura
3.18: Biblioteca Simón Rodríguez. (Fundación Arquitectura y Ciudad, 2015). Disponible
en https://fundaayc.com/2015/12/08/1983-restauracion-y-el-cambio-de-uso-del-antiguo-ministerio-de-educacion-biblioteca-metropolitana-simon-rodriguez/
3.9.- DE PRESIDIOS A CENTROS MUSEÍSTICOS
Cárcel Real de Ciudad Bolívar
La restauración y readecuación del inmueble que albergó la Cárcel Real de Angostura, que se comenzó a levantar durante el periodo hispánico, bajo la progresista gestión del gobernador Manuel Centurión Guerrero, también representa un interesante caso sobre el tema del reúso adaptativo. Si bien se vino a concluir mucho después, perpetuándose en construcción durante los periodos gubernamentales siguientes, logró prosperar en particular durante la gestión como gobernador del ingeniero militar Miguel Marmión, quien le inyectó recursos para acelerar su construcción, a costa del impuesto del guarapo que Centurión había destinado a la fábrica de la iglesia parroquial. Aun así, no logró concluirse, viniendo a concretarse ya avanzado el siglo XIX, y después del proceso de Independencia. En 1866 ya se encontraba en funciones según algunos testimonios documentales (Fernández, 1995).
En la época castro-gomecista la Cárcel Vieja se fue saturando, incrementando el número de presidiarios, al grado de devenir en una estructura insalubre, cuasi inhabitable. Rufino Blanco Fombona, refería en una comunicación dirigida al Secretario General de Gobierno, Eliseo Vivas Pérez, en 1907: “La cárcel de Ciudad Bolívar es inhabitable para ninguna persona (…) La cárcel la constituyen dos patios, separados por un muro: el patio de entrada, más pequeño, y el del fondo, en donde estoy, un cuadrado perfecto, de una sola planta siete metros de largo por siete de ancho. Encuadran este patio donde pululan hasta 80 presos, la más abigarrada plebe de asesinos y ladrones. Los calabozos son seis y un excusado, es decir siete letrinas” (Fernández, 1995: 201).
Después de décadas de uso, en el que sus espacios fueron utilizados de manera intensiva y desmedida, el edificio de la Cárcel Vieja de Ciudad Bolívar fue restaurado en 1980, con auspicio de la Corporación Venezolana de Guayana, bajo la dirección del arquitecto Graziano Gasparini, con el fin de destinarlo inicialmente al Archivo Histórico del Estado Bolívar. No obstante, a finales de la década se adecuó para alojar la sede del Museo Etnográfico de Guayana, inaugurado en julio de 1988, siguiendo un proyecto elaborado por la antropóloga María Eugenia Villalón. En su propuesta se liberaron los espacios de presidio que devinieron en salas expositivas, en torno a los patios del inmueble. El museo alberga la exposición permanente de su colección, integrada por piezas de cestería y tallas de las etnias de la región, además de muestras temporales de colecciones particulares u otras instituciones, así como talleres, seminarios y visitas guiadas (Fernández, 1995).
Figura 3.19: Cárcel Real, Ciudad Bolívar (Fernández Américo, 2016) Disponible en http://cronicasdelhijodebolivar.blogspot.com/2016/05/visitando-la-carcel-vieja-de-ciudad.html
Cárcel de Maracaibo
Otro inmueble derivado de la actividad penitenciaria readecuado para nuevas funciones, aunque en este caso inconcluso, es la cárcel de Maracaibo, conocida como el Retén Bella Vista. Fue proyectada y construida en 1894, bajo la gestión del presidente constitucional del Zulia Jesús Muñoz Tébar, por su hermano el ingeniero Luis Muñoz Tébar, adoptando un singular lenguaje neo egipcio, utilizado en otras construcciones carcelarias del contexto occidental, para conferirle el carácter de presidio.
El proyecto de Muñoz Tébar fue sometido a diversas intervenciones a través del tiempo. En la década de 1930, durante la gestión del gobernador Vincencio Pérez Soto fue segregado y ampliado para poder albergar al creciente número de reos de la dictadura gomecista. Durante el periodo de Pérez Jiménez se convirtió en cárcel política y al término de esta fue reformulado como retén policial temporal. Según lo describe el Catálogo del Patrimonio Cultural venezolano (Instituto del Patrimonio Cultural, 2010: 64), el edificio se caracteriza por los rasgos siguientes:
El acceso está enmarcado por dos torres en forma de pirámide truncada con tres ventanas cuyo borde superior culmina con molduras sencillas, evidenciando un eje simétrico en el cual se ubican seis columnas de estilo ecléctico. Tiene patio central con pisos de mosaico y grandes columnas de la época. En la parte posterior del patio se encuentran unos pequeños salones, cerrados y con poca ventilación, que fueron utilizados como calabozos. Los techos son planos de platabanda, éstos servían como azotea para hacer las guardias. Tiene oficinas administrativas para los tribunales, archivos, enfermería y otros servicios.
En 1988 se había creado el Centro Rafael Urdaneta - CRU, con el objetivo primordial de “desarrollar el plan integral de renovación urbana y el rescate patrimonial y cultural de Maracaibo”. La edificación se mantuvo en funciones hasta 1989, cuando en la gestión del gobernador Oswaldo Álvarez Paz se decidió comenzar a trasladar a los presos del momento a otra sede, con el fin de dedicar el edificio decimonónico como sede del Museo Antropológico del Zulia y del Instituto Municipal de la Gaita, con el fin de materializar un proyecto institucional que se venía considerando desde 1976. A pesar de ello el proceso se complicó debido a un incendio acaecido en 1996 que afectó el interior del retén y gran parte de sus cubiertas.
Luego de esto, aunque se efectuaron algunas obras como la restauración de la fachada en 2013 y labores de limpieza de escombros y consolidación interior en 2015, el proyecto se ralentizó. Ese año, el gobernador del momento, Francisco Arias Cárdenas anunciaba que el inmueble, para ese entonces bajo tutela de la Secretaría de Cultura del estado, sería adecuado como “centro turístico y sede de la Policía Turística de la región (Pérez, 2018).
A mediados de 2017, el expresidente del Centro Rafael Urdaneta, Gustavo Pérez, aseveraba que el proyecto de restauración y readecuación del inmueble del viejo retén estaba contemplado dentro del plan integral de recuperación y reordenamiento del casco central de Maracaibo, que desde 2013 había sido declarado Zona de Interés Turístico Nacional. Como parte de esta iniciativa y luego de diez meses de obras, hasta esa fecha, se “habían recuperado la cubierta del techo, el enorme aljibe central, instalaciones eléctricas, instalaciones de agua, dormitorios, oficinas y rejas principales, con la premisa de mantener el aspecto “lo más original posible” (Pérez, 2018).
No obstante, las obras se paralizaron en 2018, durante la gestión del gobernador siguiente, manteniéndose en espera desde entonces de que el Centro Rafael Urdaneta, bajo la presidencia del ingeniero Francisco Urbina, retome los trabajos, para retornar el inmueble a la ciudad con un nuevo uso alejado del que ostentó en sus orígenes, permitiendo el disfrute colectivo del singular edificio decimonónico.
Figura 3.20: Cárcel de Bella Vista, Maracaibo (Rjcastillo, 2012) Disponible en https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Antiguo_Reten_de_Bella_Vista_I.jpg
CONCLUSIONES Y REFLEXIONES
El reúso adaptativo es un tipo de intervención que puede acompasar a los procesos de conservación y restauración de bienes culturales, siempre que se efectúe de manera respetuosa y considerando los valores del bien a preservar por encima de las demandas programáticas a adecuar. En otras palabras, el uso debe adecuarse a lo que el inmueble permite en cuanto a capacidad, espacialidad e imagen y no a la inversa, ya que en ese caso entraríamos en un tipo de intervención afín a la rehabilitación, donde lo que domina no es el bien por preservar sino el destino utilitario.
En otras palabras, se trata de alcanzar un justo equilibrio entre el inmueble de valor patrimonial y sus valores y la adaptación de lo que este permite para albergar los nuevos usos. Ello no está reñido con la actualización de instalaciones y la incorporación de algunos componentes de nueva factura, pero estos en ese caso deben ser reversibles y distinguibles respecto a los componentes originales precedentes.
En Venezuela, como en todos los países se cuenta con significativos números de inmuebles en todas sus ciudades, protegidos como Bienes de Interés Cultural y Monumentos Históricos Nacionales, que ofrecen grandes potenciales de reutilización para otras funciones, compaginados con su debida restauración. La lista de inmuebles expectantes por ser sometidos a procesos de restauración y readecuación es larga. Entre otros podemos referir casos como el Cuartel San Carlos de Caracas, para el que se había planteado inicialmente dedicarlo a Museo de la Ciudad y más tarde como Centro de Culturas; la quinta Las Mercedes, residencia de Eleazar López Contreras en La Quebradita, Caracas, para la que se desarrolló un proyecto en 1991, con el fin de dedicarla a centro de talleres artesanales, liderado por la Fundación del Niño; el edificio de la Antigua Corte Suprema de Justicia, de Caracas, que fuera sede del Museo Nacional, también contemplada su readecuación como Museo con el fin de recuperar en este caso su simbólica vocación primigenia; así como los inmuebles de uso otrora turístico, como el hotel Miramar, en Macuto, y los hoteles Guaicamacuto, antiguo Macuto Sheraton, o el Meliá Caribe, en Caraballeda, los tres en espera de restauración y adecuación a usos compatibles.
Estas son solo algunas de las edificaciones que ofrecen un enorme potencial, no solo para albergar nuevas funciones, sino también para compaginarlas con su conservación y restauración, de acuerdo con lo establecido en el artículo 5 de la Carta de Venecia, que referimos al inicio. No obstante, estas deberán siempre inclinarse más a la adecuación interna de los espacios, minimizando los añadidos, para cumplir con lo referido en el artículo 13, que señala, “las adiciones no pueden ser toleradas si no respetan todas las partes que afectan al edificio, su ambiente tradicional, el equilibrio de su conjunto y sus relaciones con el ambiente circundante”. ¡Ese es el reto!.
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